Ricardo Silva-Santisteban, publica nueva edición de las Baladas peruanas de González Prada

Baladas Peruanas

Manuel González Prada. Baladas peruanas (Biblioteca Sibila, 2010)
Manuel González Prada (Lima, 1848-1918) es considerado un precursor de la modernidad intelectual en el Perú. A pesar de estar más cerca a la generación de Ricardo Palma y del romanticismo, su obra suele asociarse con la de escritores posteriores (José C. Mariátegui, p.e.), quienes descubrieron en él a un espíritu afín. Recientemente se ha publicado en España Baladas peruanas (Biblioteca Sibila, 2010) uno de los más importantes poemarios de González Prada, en una edición a cargo del crítico y poeta Ricardo Silva-Santisteban.
Escritos entre 1871 y 1879, los textos aquí reunidos fueron publicados recién en 1935, como libro póstumo. Son casi 50 poemas que narran mitos, leyendas y episodios de la historia peruana, desde
“El origen de los Incas” hasta “Túpac Amaru”, empleando versos de arte menor y rimas asonantes, a la manera de las “baladas” anglosajonas. Acaso ese sea uno de los mayores aportes literarios de
MGP: traer a nuestro medio formas estróficas que contribuyeron a romper la dependencia con respecto a la literatura española.
MGP aborda una temática que décadas después sería el eje central de toda la literatura indigenista.
Y lo hace de una manera crítica, desde la perspectiva de los “indios oprimidos, sojuzgados y expoliados”, como señala Silva-Santisteban en el ensayo prologal. En suma, esta edición de Baladas peruanas es un valioso aporte al mejor conocimiento, dentro y fuera de nuestras fronteras, de lo que Mariátegui consideraba “el primer instante lúcido de la conciencia del Perú”.

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González Prada y Estados Unidos: una admiración discreta y lúcida

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Manuel González Prada et ses sources d’influence. De la philosophie à la politique.

– 1996 Manuel González Prada et ses sources d’influence. De la philosophie à la politique. Thèse de doctorat (NR) soutenue le 11 janvier 1996 à l’Université de Perpignan, 2 vol., 697 p.

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Itinéraire idéologique d’un anarchiste latino-américain : Manuel González Prada (1844-1918)

L’anarchisme a-t-il un avenir ? Histoire de femmes, d’hommes et de leurs imaginaires, Colloque international [organisé par le Groupe de recherche en histoire immédiate (GRHI) de l’Université de Toulouse-Le Mirail, en collaboration avec le Centre de sociologie des représentations et des pratiques culturelles (CSRPC) de l’Université Pierre Mendès-France de Grenoble], Toulouse, 27-28-29 octobre 1999, textes réunis par Renaud de Bellefon, David Michels, Mimmo Pucciarelli, Lyon, Atelier de création libertaire, 2001, p. 53-66.

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Manuel Gonzalez Prada: Exóticas ; Trozos de vida

Titulo: Exóticas: trozos de vida
Autor: Manuel, González Prada
Obra proporcionada por: Biblioteca Nacional de Perú,

Resumen de la obra:
Obra representativa del modernismo peruano, en la que se revelan aspectos métricos y poéticos hasta ahí inadvertidos en nuestro idioma. González Prada en su época fue reconocido más como pensador político que como poeta, aunque podría decirse que mucho de lo que manifestó a través de la prosa, fue conjugado previamente en verso.

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Vigencia de González Prada

Las mismas voces: sé más prudente, de nada sirve que te enfrentes a los que siempre te van a ganar porque son el poder. Las voces de siempre: ¿qué has ganado sino ser un proscrito?

Pero para las mismas voces, siempre las mismas respuestas: la rebeldía será siempre mejor que el miedo, la limpieza es un aprendizaje (te la debo, Hinostroza), el cacareo es el bajo continuo del Perú, es mejor el desierto que el revolcón en algún charco, no hay peor socio que el oportunismo, no hay chancro más rebelde que el de la comodidad. Y, por último: que uno haga su trabajo, sencillamente su trabajo como es mi caso, no tiene nada de “heroico”.

Hay quienes conciben la vida como un viaje en subte y con los ojos cerrados. Hay los que la viven como una tarea hacia los demás.

Siempre pensé que el periodismo era una manera de entender la vida: la del testimonio. Cuando lo veo convertido en ese lupanar donde todo parece comprable, desechable, calumniable, doblegable y lavable, me pregunto, sin embargo: ¿me equivoqué de profesión, de oficio, de bohemia?

Ahora, a la luz de cómo están las cosas en el Perú, la respuesta tendría que ser sí.

Pero esto no puede ser indefinido, esta pesadilla tiene fin. No lo veremos los de mi edad, pero confío en que Pía Gabriela y Elia sí lo vean.

Vamos, Hildebrandt, sé sincero, no le mientas a tus lectores: ¿Confías?

Y la verdad es que no mucho.

Es que el Perú no necesita sólo chorros de dinero, como cree el doctor García, sino también diluvios de desinfectante. El Perú de hoy sigue siendo el que describió en tantos libros uno de los pocos escritores y políticos peruanos que avistaron la posteridad: don Manuel González Prada:

“Siempre hemos deseado que algún escritor de chispa y buen gusto fundara un Disparatario Semanal, donde cada sábado señalara las necedades y despropósitos almacenados en los diarios durante la semana. Ahí tendría su lugar preferente El Comercio con sus editoriales sin sentido común, sus telegramas sin gramática y sus crónicas sin gramática ni sentido común”.

“Sin embargo de todo esto, ¡qué ínfulas en los redactores de ese diario! En toda cuestión social o política, religiosa o científica, artística o literaria, El Comercio se encumbra hasta las inconmensurables alturas de su fatuidad y falla sin apelación, pontificalmente. Es el Papa del diarismo nacional, aunque no sabemos si ha sufrido la prueba de la silla gestatoria”.

“Por un rezago de pudor, El Comercio reconoce implícitamente su falta de razón para darse un título honroso y se llama “periódico serio y práctico”: tradúzcase “serio” por imaginación de topo, “práctico” por hombre que escribe con una mano y recibe con las dos. El Comercio tiene el espíritu serio del asno que no pudiendo desarmarnos con un chiste ni con una sonrisa irónica nos ensordece con un rebuzno y nos derriba de una coz; posee el genio práctico del gorrino que se instala en el mejor sitio del comedero, quiere engullir la ración ­ajena después de engullirse la propia y gruñe o muerde al primero que se le aproxima”.

“Hará unos cincuenta años que don Felipe Pardo y Aliaga llamó a El Comercio “un carretón de basuras tirado por dos mulas Chilenas”. Muertos Villota y Amunátegui (las dos “mulas” de Pardo) el diario continúa siendo el mismo vehículo repleto de la misma sustancia y jalado por algunos solípedos de nacionalidad ambigua…”

“En El Comercio se ve la marcha ascendente del crimen: ayer mancharon honras con la difamación y la calumnia; hoy quieren suprimir vidas con el palo: ¿usarán mañana el veneno, el puñal y la dinamita? Son una amenaza pública. Los antiguos romanos tenían la costumbre de poner en la puerta de sus casas un letrero que decía cave canem, cuidado con el perro; los peruanos debemos escribir en todas las paredes de las calles: “Ojo al asesino”, “Cuidado con El Comercio”.

“El Comercio” es el mal caballero abrumado por la reprobación general, es el reo condenado por la opinión pública: dejémosle revolcarse en el despecho y la rabia, emponzoñarse con su propio veneno. Ya no conviene insultarle ni denigrarle, porque al cubrirle de lodo se le hace el bien de disimularle la sangre. Rojo debe quedar para infundir el horror y el desprecio en todas las gentes honradas”. (Manuel González Prada, Fragmentaria, capítulo penúltimo del libro “El tonel de Diógenes”, ediciones Tezontle –México–, primera edición de 1945, con notas y supervisión de su hijo Alfredo González Prada, muerto poco antes de la publicación, y prólogo y cuidado final de Luis Alberto Sánchez)

¡Pero si parece que fue ­ayer que se escribió todo eso! Y así pasa, en general, con los escritos de González Prada, un hombre que se enfrentó al sistema, escribió lo que quiso, fue maestro de obreros y ejemplo de ciudadanos y nunca quiso congraciarse con ese Perú hipócrita que hoy, tenazmente, sigue deslizándose entre matas haciendo sonar el cascabel. Un hombre que muchos han querido arrancar del corazón de sus lectores, convertidos en discípulos sin esfuerzo. Un hombre negado, mil veces preterido, diez mil veces vuelto a callar por los de siempre. Un hombre que hay que leer para saber qué honda es la enfermedad del país que él quiso salvar con su prédica. Un hombre rotundo en un ­país de tibios y ecuánimes conchudos. Un hombre indignado en un país de cómplices. Un hombre, en fin, que sigue siendo un faro en la tormenta y que, gracias a su coraje y lucidez, conserva una sorprendente lozanía. Hasta da ganas de decirle a don César Lévano que le pida alguna colaboración. En LA PRIMERA estaría feliz don Manuel.

Posdata: está confirmado que la fiscal Loayza, la valerosa autora de su miedo, despacha con la DEA y sirve a esa agencia yanqui que tiene en El Comercio a su vocero. Pero hay una primicia que quiero compartir con ustedes: se ha sabido, gracias a la sesión secreta del Congreso con los fiscales supremos Peñaranda, Echaíz y Peláez Bardales, que la DEA le pidió a la Fiscal de la Nación “autorización” para que en ­una de sus bases –la de Uchiza, San Martín– se fabricara ­unos 25 kilos de cocaína de alta pureza con el propósito de que la droga sirviera de “anzuelo” para realizar algunos operativos policiales. La fiscal Adelaida Bolívar se negó rotundamente a dar tamaña “autorización”. Desde allí sus relaciones con la DEA y con sus voceros ha sido muy mala. Hay una carta de Bolívar dirigida a la DEA expresando el rechazo que comento. Es un deber del Ministerio Público difundirla. Me parece.

fuente: Diario La Primera

link. http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=10305

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Por una revaloracion de Manuel Gonzales Prada

Resumen: A pesar de la frondosa bibliografía dedicada a González Prada, no se ha desentrañado suficientemente las proyecciones sociales y culturales de su obra.

Publicación enviada por Dr. Iván Rodríguez Chávez

A pesar de la frondosa bibliografía dedicada a González Prada, no se ha desentrañado suficientemente las proyecciones sociales y culturales de su obra.

Figura clave en la literatura y el pensamiento peruanos, constituye una impostergable tarea para las jóvenes generaciones nuestras, el  hurgar su verbo en pos de los hallazgos que puedan tenderse como puentes entre las conquistas posteriores a su vida y las encendidas prédicas del Maestro.

Su personalidad literaria nos vinculará con los fines del siglo pasado y los años iniciales del presente, época de reconstrucción nacional y de búsqueda de nuestro destino cultural propio. Solvencia intelectual y moral, le sobra. Conocida es su preocupación por la realidad nacional. Nadie como él ni antes de él se dedicó a la tarea de hacer convergir la mirada de todos los peruanos en los problemas causantes de nuestra postración nacional. Nadie, igualmente, exhibió el coraje de exhortar a la acción para solucionarlos. Su pluma luminosa casi no dejó aspecto alguno sin tocar. La religión, la política, el arte, la educación están entre sus temas predilectos.

EL ENSAYO

Su afán de enseñar a meditar y de exhortar a la acción, lo llevó a verter en el ensayo lo medular de su obra.

Los ensayos de González Prada, que han dado forma a numerosos libros:  Pájinas Libres, Horas de Lucha, Anarquía, Figuras y Figurones, Bajo el Oprobio, El Tonel de Diógenes, Prosa Menuda, Propaganda y Ataque, se desarrollan en una permanente alternancia de generalidades y aseveraciones particulares y concretas, no siendo pocos aquellos en que tras esta articulación, se revela el clásico esquema de introducción, cuerpo y síntesis, pero sin manifestarse en forma expresa, ni con las consabidas convencionalidades de estilo, ni repugnarse la una con el otro.

Pueden ser de una pieza o estar divididos en partes encabezadas por numeración correlativa, en vez de subtítulos.

Las distintas cláusulas del discurso se van encadenando sobre la base de las construcciones paratácticas e hipotácticas, con predominio de las oraciones condicionales, adversativas y optativas que por lo general marchan dentro del estuche de sus paralelismos.

Abunda el sintagma verbal sobre el nominal y linda en la escasez la frase corta.

Contrariamente a lo señalado, esta prosa sentenciosa y acerada emerge de los períodos largos como un magnífico e ilustrativo ejemplo de original y coronada excepción retórica.

El afán de detalle nos impresiona como desordenado, pero es que el hilo expositivo sigue a la necesidad de dejarse entender, de insistir en lo medular, de darle vigor a su expresión, de evidenciar la firmeza de sus convicciones y, finalmente, de persuadir empleando el martilleo exitosamente conseguido en la reiteración, la amplificación y la metáfora.

El lenguaje de estos ensayos fluye espontáneo.  Recorre los vericuetos del discurso impulsado por el resorte de la conversación. La claridad de sus formulaciones, irradia sus fulgores a las entrelíneas hasta proporcionarles la nitidez y la fuerza de la elocución manifiesta.

UNA LITERATURA A LA VEZ DEMOCRÁTICA, COMPROMETIDA Y DE CAMPAÑA

O entre el elogio incondicional o la censura injusta e implacable, se halla estacionada y dividida la crítica. Se le llama el rebelde o el demagogo; panfletario y desadaptado; insatisfecho o disidente; divisionista o el menos peruano de todos los escritores.

Alejándonos de la orientación de sus estudiosos y muchas veces polemistas, consideramos que González Prada, en nuestra era republicana, es el exponente singular de un caso de literatura a la vez democrática, comprometida y de campaña.

LITERATURA DEMOCRÁTICA, porque es recién con él que el pueblo tiene el divulgador, el vocero de sus recónditas y calladas aspiraciones; un verbo dirigido al pueblo para enseñarle el derrotero hacia su engrandecimiento y dignificación. Antes de él, sólo  tenemos satíricos sociales que hacen del pueblo el personaje objeto de burlas y de mofas. Mariano Melgar, a pesar de sus cantos a la libertad y sus sentidos yaravíes, no alcanza ser el poeta de los verdaderos oprimidos. Clorinda Matto de Turner, no obstante su novela de denuncia, tampoco consigue erguirse en intérprete del pueblo. Podían seguir creciendo las menciones, pero todas exhiben en común una falta de reciedumbre, contundencia y talento creador. Avizoraron en el fondo, pero naufragaron en la forma.  Hablaron con debilidad y silenciaron sin perseverar. En tanto el pueblo reclamaba una pluma vigorosa,  punzante como la espada, para herir de muerte a sus envilecedores. Y, el único que blandió esa pluma fue González Prada, delineando primero su teoría y entregándose por entero, a reivindicarlo, después.

En el ejercicio de este apostolado comprendió que su inspiración necesitaba nutrirse en el pueblo y que debería hablar como éste, con su mismo lenguaje para dejarse entender.

Se dio cuenta, asimismo, que en un país de masas analfabetas y pauperizadas, sin hábitos de leer, no por ellas mismas sino por incuria estatal, al escritor se le imponía llegar a ellas en forma directa y concurrió a los teatros y organizaciones institucionales y de trabajadores a electrizar con sus discursos, a ventilar sus problemas y a orientarlos en la lucha.

Dentro de estos lineamientos, lo más conveniente a sus fines le resultaba el cultivo del ensayo tanto en su forma pura como en sus derivaciones al artículo periodístico y la pieza oratoria. La poesía y el teatro, sólo hubieran trasuntado pálidas sombras de sus ideales. Por su propia idiosincrasia le repugnaban los eufemismos y el oficio del fabulista, razón por la que no quiso valerse de medios indirectos ni embozarse en los personajes de cuentos y novelas.

Escogió un estilo sencillo, directo, claro y contundente, sin ocultaciones ni medias voces; pero, a la vez que hablaba con el lenguaje del pueblo, armonizaba con los giros cultos en un afán no sólo de interpretarlo, sino de enseñarle y educarlo.

Con él terminó, pues, la monocorde literatura aristocrática, preciosista y deletérea, conforma a su propia terminología, y se marcó el inicio de la literatura popular que se fortaleció con las generaciones siguientes.

LITERATURA COMPROMETIDA en tanto que no rehuyó su circunstancia histórica. Producida la guerra del 79, asume el liderazgo espiritual acusando a los culpables del desastre y uniendo al pueblo en su torno para la reconstrucción nacional. Como ésta no podía lograrse sin una independencia cultural, se lanzó a forjarla señalando a las generaciones jóvenes los horizontes por alcanzar.

Comprometida, por su verbo puesto al servicios de la justicia social, pues, lo más significativo de su obra persigue el bienestar de las masas oprimidas y no deja de librar una y mil batallas por la redención del campesino y por las reivindicaciones de los trabajadores explotados.

Desde joven tuvo conciencia del rol social del escritor. Por eso tempranamente incursionó en la poesía indigenista con las baladas peruanas, de las cuales tres, y de las más importantes, se conocieron antes del conflicto del Pacífico. Pero, ellas no significaban nada frente a la magnitud y gravedad de los problemas nacionales. Quedan simplemente en el plano del esbozo, del tanteo, de la germinación luminosa. Había más bien que hurgar con agresividad y denunciar con ira. Y, para ello, nada más adecuado que el ensayo.

Otra prueba de su compromiso se palpa en su silencio poético. No abandona la lira, pero sí la relega a segundo lugar y la encofra como queriéndonos decir que en un país destrozado como el nuestro, resultaba una ironía publicar versos que entretenían al pudiente abofeteaban al hambriento. De allí su vuelco a la literatura combatiente que lo inclina a publicar Pájinas Libres antes que Minúsculas, Horas de Lucha precediendo a Exóticas.

Su literatura es comprometida porque trató de crear una conciencia, si en rigor no clasista, por lo menos sobre el papel que le correspondía al pueblo, esperanza del futuro del Perú, en la conducción política, en la independencia cultural y afirmación nacional ya citadas.

Comprometida, por la fe que tenía en la acción de masas tanto como en la hermandad redentora del intelectual y el obrero. Tenía que haber sido el Maestro quien no vacilara de la potencialidad del campesinado, visto sempiternamente en forma despectiva. “ … Enseñadle siquiera a leer i escribir, i veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad del hombre”, cincelará pletórico de optimismo.

Comprometida, por la acertada transformación del Círculo Literario en el partido radical de la Unión Nacional. Comprometida, en fin, hasta por su depuración lingüística que lo hace trocar la frase acicalada de Pájinas Libres, por la expresión sin afeites de su producción posterior.

LITERATURA DE CAMPAÑA, porque a diferencia de todos nuestros escritores, insiste en su prédica, reitera a  cada paso y en toda circunstancia y lugar. Sus denuncias se repiten cada vez que la oportunidad es propicia. Nunca ceja  en la defensa; jamás calla los abusos aún a riesgo de su propia vida. Frente a una injusticia, salta su voz de protesta resonando, con su tono acusador, en todos los ámbitos.

Su obra literaria íntegra fue una campaña de treintitrés años por lo menos, tomando solamente 1885 como punto de partida.

Dentro de este dilatado período, coexisten ciclos intensos de diversas cruzadas. En favor de las reivindicaciones laborales de los trabajadores, como la jornada de ocho horas, la jerarquización del trabajo manual y del derecho de huelga, por ejemplo, reconocemos un lapso concentrado de cinco años, 1904 a 1909, a través de los cuales publica El Intelectual y el Obrero, La Confederación de Artesanos, La Huelga de Iquique, Fiesta Universal, Las Huelgas, El Crimen de Chicago y sendos artículos titulados Primero de Mayo, dados a luz desde 1906 a 1909 los últimos.

Los límites temporales de sus trabajos sobre educación se desplazan desde 1892 hasta 1914, arrojando una cifra de veintidós años de dedicación intermitente pero de gran efecto psicológico en las masas. Veintidós años, por tanto, de campaña enérgica por una educación laica, democrática y científica. De escuela única, coeducativa y gratuita, con orientación profesional. Dignificadora de la mujer; poseedora de una fisonomía adecuada a nuestras peculiaridades y en pro de un magisterio idóneo y bien remunerado.

Más, en esta incuestionable literatura de campaña no sólo reitera, protesta y defiende. También exhorta. Exhorta siempre a la acción, a la revolución dirigiendo su llamado especialmente a la juventud y a los trabajadores. “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”  será el lema de la nueva jornada. Para los maestros, igualmente, tiene un llamado hacia su misión liberadora: “A vosotros maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio”.

El gran mérito de la obra del Maestro y el secreto de su éxito, reposa en este carácter de campaña. Porque en un país como el nuestro no hubiera podido conmover los cimientos de la indiferencia cómplice, si sólo hubiera, como una centella, lanzado su verbo de fuego y guardado silencio después.

Para cosechar frutos, tuvo que insistir, repetir, martillar, exhortar infatigablemente, más allá del cansancio, sin detenerse ante la exageración.

Finalmente, y trascendiendo la obra del Maestro, apreciamos en su propia existencia, la síntesis más elocuente de un férreo compromiso con su pueblo y una permanente campaña por el imperio de la sinceridad y la honradez cívicas.

Dr. Iván Rodríguez Chávez, Rector de la Universidad Particular Ricardo Palma

Publicación enviada por Dr. Iván Rodríguez Chávez
Contactar http://www.geocities.com/rpfa

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Nueva publicación sobre Manuel González Prada

David Sobrevilla se ha propuesto presentar un retrato de cuerpo entero de Manuel González Prada en su sustanciosa compilación ¡Los jóvenes a la obra!, última publicación del Fondo Editorial del Congreso. Junto al pensamiento político-filosófico y la obra literaria de la principal figura del anarquismo en el Perú, la selección consigna testimonios de su vida burocrática (González Prada fue director de la Biblioteca Nacional) y su militancia política además de cartas escasamente divulgadas y una entrevista que deja oír al escritor en su vejez. Dentro del material insólito, llama la atención una serie de cuentos y sainetes, estos últimos extremadamente libres en forma y contenido.

Hay varios aspectos que impresionan en la escritura de González Prada (1844-1918) y confirman al lector su puesto de honor en las letras peruanas. Desde un ángulo estrictamente retórico, admira la capacidad del autor de Horas de lucha para construir argumentaciones extraordinariamente anudadas en base a una sintaxis dúctil al extremo, a la que asiste además un asombroso enciclopedismo, tal vez solo posible en el siglo XIX. El estilo, por otra parte, es variado, repentino, abundante, siempre abierto a préstamos de otros ámbitos. En sus ensayos González Prada no teme recurrir bruscamente a la metáfora, a menudo de corte científico o empírico, ni mezclar la erudición y el ingenio popular. Estos diferentes registros, puestos lado a lado en combinaciones inesperadas, conforman, con sus permanentes traspasos, una prosa a la que debe designarse con la palabra “brillantez”. El efecto, además, es plenamente voluntario y corresponde a la autoridad que el autor reconocía en sí mismo en materia de escritura.

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Por último, y sobre todo, impacta en la prosa de González Prada la omnipresencia de un tono anímico. Y este es el de la ferocidad. González Prada poseía, más allá de las oportunidades que le ofrecía su medio, un ímpetu crítico que se presenta como el principio activo de su inteligencia. El panfleto le era, en ese sentido, un género connatural. Dio la casualidad que la sociedad peruana, con todas sus taras, le facilitara mucho su ejercicio. De cualquier modo, resulta admirable la consistencia y la radicalidad con que González Prada se empeñó en descuartizar los conceptos tutelares de su tiempo, sin reparar en los poderosos adversarios que enfrentaba. Su prosa, retóricamente contundente, gana por ello también el valor de una muy difícil práctica ética.

En la selección de David Sobrevilla quedan evidenciadas las principales víctimas del furor del polígrafo: la religión y el clero, los políticos y las clases altas —indistinguibles para González Prada—, la democracia formal, el militarismo, el racismo. Ni los socialistas logran suavizarlo, por su adhesión al Estado, una forma aborrecida por él debido a sus coerciones sobre la libertad individual. Para el escritor, solo era admisible una sociedad autorregulada por las nociones de bien, justicia y placer, en la cual la propiedad —otro de sus blancos— fuera aceptada nada más funcionalmente. Frente a esta tenacidad denigratoria, el lirismo de mucha de la poesía de González Prada muestra la otra cara de su fe en los alcances del espíritu en libertad.

Manuel González Prada. ¡Los jóvenes a la obra! Textos esenciales, de David Sobrevilla, será presentado a fines de abril en el Congreso por Julio Cotler, Osmar Gonzales y Gonzalo Portocarrero.

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