Nueva publicación sobre Manuel González Prada

David Sobrevilla se ha propuesto presentar un retrato de cuerpo entero de Manuel González Prada en su sustanciosa compilación ¡Los jóvenes a la obra!, última publicación del Fondo Editorial del Congreso. Junto al pensamiento político-filosófico y la obra literaria de la principal figura del anarquismo en el Perú, la selección consigna testimonios de su vida burocrática (González Prada fue director de la Biblioteca Nacional) y su militancia política además de cartas escasamente divulgadas y una entrevista que deja oír al escritor en su vejez. Dentro del material insólito, llama la atención una serie de cuentos y sainetes, estos últimos extremadamente libres en forma y contenido.

Hay varios aspectos que impresionan en la escritura de González Prada (1844-1918) y confirman al lector su puesto de honor en las letras peruanas. Desde un ángulo estrictamente retórico, admira la capacidad del autor de Horas de lucha para construir argumentaciones extraordinariamente anudadas en base a una sintaxis dúctil al extremo, a la que asiste además un asombroso enciclopedismo, tal vez solo posible en el siglo XIX. El estilo, por otra parte, es variado, repentino, abundante, siempre abierto a préstamos de otros ámbitos. En sus ensayos González Prada no teme recurrir bruscamente a la metáfora, a menudo de corte científico o empírico, ni mezclar la erudición y el ingenio popular. Estos diferentes registros, puestos lado a lado en combinaciones inesperadas, conforman, con sus permanentes traspasos, una prosa a la que debe designarse con la palabra “brillantez”. El efecto, además, es plenamente voluntario y corresponde a la autoridad que el autor reconocía en sí mismo en materia de escritura.

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Por último, y sobre todo, impacta en la prosa de González Prada la omnipresencia de un tono anímico. Y este es el de la ferocidad. González Prada poseía, más allá de las oportunidades que le ofrecía su medio, un ímpetu crítico que se presenta como el principio activo de su inteligencia. El panfleto le era, en ese sentido, un género connatural. Dio la casualidad que la sociedad peruana, con todas sus taras, le facilitara mucho su ejercicio. De cualquier modo, resulta admirable la consistencia y la radicalidad con que González Prada se empeñó en descuartizar los conceptos tutelares de su tiempo, sin reparar en los poderosos adversarios que enfrentaba. Su prosa, retóricamente contundente, gana por ello también el valor de una muy difícil práctica ética.

En la selección de David Sobrevilla quedan evidenciadas las principales víctimas del furor del polígrafo: la religión y el clero, los políticos y las clases altas —indistinguibles para González Prada—, la democracia formal, el militarismo, el racismo. Ni los socialistas logran suavizarlo, por su adhesión al Estado, una forma aborrecida por él debido a sus coerciones sobre la libertad individual. Para el escritor, solo era admisible una sociedad autorregulada por las nociones de bien, justicia y placer, en la cual la propiedad —otro de sus blancos— fuera aceptada nada más funcionalmente. Frente a esta tenacidad denigratoria, el lirismo de mucha de la poesía de González Prada muestra la otra cara de su fe en los alcances del espíritu en libertad.

Manuel González Prada. ¡Los jóvenes a la obra! Textos esenciales, de David Sobrevilla, será presentado a fines de abril en el Congreso por Julio Cotler, Osmar Gonzales y Gonzalo Portocarrero.

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