Por una revaloracion de Manuel Gonzales Prada

Resumen: A pesar de la frondosa bibliografía dedicada a González Prada, no se ha desentrañado suficientemente las proyecciones sociales y culturales de su obra.

Publicación enviada por Dr. Iván Rodríguez Chávez

A pesar de la frondosa bibliografía dedicada a González Prada, no se ha desentrañado suficientemente las proyecciones sociales y culturales de su obra.

Figura clave en la literatura y el pensamiento peruanos, constituye una impostergable tarea para las jóvenes generaciones nuestras, el  hurgar su verbo en pos de los hallazgos que puedan tenderse como puentes entre las conquistas posteriores a su vida y las encendidas prédicas del Maestro.

Su personalidad literaria nos vinculará con los fines del siglo pasado y los años iniciales del presente, época de reconstrucción nacional y de búsqueda de nuestro destino cultural propio. Solvencia intelectual y moral, le sobra. Conocida es su preocupación por la realidad nacional. Nadie como él ni antes de él se dedicó a la tarea de hacer convergir la mirada de todos los peruanos en los problemas causantes de nuestra postración nacional. Nadie, igualmente, exhibió el coraje de exhortar a la acción para solucionarlos. Su pluma luminosa casi no dejó aspecto alguno sin tocar. La religión, la política, el arte, la educación están entre sus temas predilectos.

EL ENSAYO

Su afán de enseñar a meditar y de exhortar a la acción, lo llevó a verter en el ensayo lo medular de su obra.

Los ensayos de González Prada, que han dado forma a numerosos libros:  Pájinas Libres, Horas de Lucha, Anarquía, Figuras y Figurones, Bajo el Oprobio, El Tonel de Diógenes, Prosa Menuda, Propaganda y Ataque, se desarrollan en una permanente alternancia de generalidades y aseveraciones particulares y concretas, no siendo pocos aquellos en que tras esta articulación, se revela el clásico esquema de introducción, cuerpo y síntesis, pero sin manifestarse en forma expresa, ni con las consabidas convencionalidades de estilo, ni repugnarse la una con el otro.

Pueden ser de una pieza o estar divididos en partes encabezadas por numeración correlativa, en vez de subtítulos.

Las distintas cláusulas del discurso se van encadenando sobre la base de las construcciones paratácticas e hipotácticas, con predominio de las oraciones condicionales, adversativas y optativas que por lo general marchan dentro del estuche de sus paralelismos.

Abunda el sintagma verbal sobre el nominal y linda en la escasez la frase corta.

Contrariamente a lo señalado, esta prosa sentenciosa y acerada emerge de los períodos largos como un magnífico e ilustrativo ejemplo de original y coronada excepción retórica.

El afán de detalle nos impresiona como desordenado, pero es que el hilo expositivo sigue a la necesidad de dejarse entender, de insistir en lo medular, de darle vigor a su expresión, de evidenciar la firmeza de sus convicciones y, finalmente, de persuadir empleando el martilleo exitosamente conseguido en la reiteración, la amplificación y la metáfora.

El lenguaje de estos ensayos fluye espontáneo.  Recorre los vericuetos del discurso impulsado por el resorte de la conversación. La claridad de sus formulaciones, irradia sus fulgores a las entrelíneas hasta proporcionarles la nitidez y la fuerza de la elocución manifiesta.

UNA LITERATURA A LA VEZ DEMOCRÁTICA, COMPROMETIDA Y DE CAMPAÑA

O entre el elogio incondicional o la censura injusta e implacable, se halla estacionada y dividida la crítica. Se le llama el rebelde o el demagogo; panfletario y desadaptado; insatisfecho o disidente; divisionista o el menos peruano de todos los escritores.

Alejándonos de la orientación de sus estudiosos y muchas veces polemistas, consideramos que González Prada, en nuestra era republicana, es el exponente singular de un caso de literatura a la vez democrática, comprometida y de campaña.

LITERATURA DEMOCRÁTICA, porque es recién con él que el pueblo tiene el divulgador, el vocero de sus recónditas y calladas aspiraciones; un verbo dirigido al pueblo para enseñarle el derrotero hacia su engrandecimiento y dignificación. Antes de él, sólo  tenemos satíricos sociales que hacen del pueblo el personaje objeto de burlas y de mofas. Mariano Melgar, a pesar de sus cantos a la libertad y sus sentidos yaravíes, no alcanza ser el poeta de los verdaderos oprimidos. Clorinda Matto de Turner, no obstante su novela de denuncia, tampoco consigue erguirse en intérprete del pueblo. Podían seguir creciendo las menciones, pero todas exhiben en común una falta de reciedumbre, contundencia y talento creador. Avizoraron en el fondo, pero naufragaron en la forma.  Hablaron con debilidad y silenciaron sin perseverar. En tanto el pueblo reclamaba una pluma vigorosa,  punzante como la espada, para herir de muerte a sus envilecedores. Y, el único que blandió esa pluma fue González Prada, delineando primero su teoría y entregándose por entero, a reivindicarlo, después.

En el ejercicio de este apostolado comprendió que su inspiración necesitaba nutrirse en el pueblo y que debería hablar como éste, con su mismo lenguaje para dejarse entender.

Se dio cuenta, asimismo, que en un país de masas analfabetas y pauperizadas, sin hábitos de leer, no por ellas mismas sino por incuria estatal, al escritor se le imponía llegar a ellas en forma directa y concurrió a los teatros y organizaciones institucionales y de trabajadores a electrizar con sus discursos, a ventilar sus problemas y a orientarlos en la lucha.

Dentro de estos lineamientos, lo más conveniente a sus fines le resultaba el cultivo del ensayo tanto en su forma pura como en sus derivaciones al artículo periodístico y la pieza oratoria. La poesía y el teatro, sólo hubieran trasuntado pálidas sombras de sus ideales. Por su propia idiosincrasia le repugnaban los eufemismos y el oficio del fabulista, razón por la que no quiso valerse de medios indirectos ni embozarse en los personajes de cuentos y novelas.

Escogió un estilo sencillo, directo, claro y contundente, sin ocultaciones ni medias voces; pero, a la vez que hablaba con el lenguaje del pueblo, armonizaba con los giros cultos en un afán no sólo de interpretarlo, sino de enseñarle y educarlo.

Con él terminó, pues, la monocorde literatura aristocrática, preciosista y deletérea, conforma a su propia terminología, y se marcó el inicio de la literatura popular que se fortaleció con las generaciones siguientes.

LITERATURA COMPROMETIDA en tanto que no rehuyó su circunstancia histórica. Producida la guerra del 79, asume el liderazgo espiritual acusando a los culpables del desastre y uniendo al pueblo en su torno para la reconstrucción nacional. Como ésta no podía lograrse sin una independencia cultural, se lanzó a forjarla señalando a las generaciones jóvenes los horizontes por alcanzar.

Comprometida, por su verbo puesto al servicios de la justicia social, pues, lo más significativo de su obra persigue el bienestar de las masas oprimidas y no deja de librar una y mil batallas por la redención del campesino y por las reivindicaciones de los trabajadores explotados.

Desde joven tuvo conciencia del rol social del escritor. Por eso tempranamente incursionó en la poesía indigenista con las baladas peruanas, de las cuales tres, y de las más importantes, se conocieron antes del conflicto del Pacífico. Pero, ellas no significaban nada frente a la magnitud y gravedad de los problemas nacionales. Quedan simplemente en el plano del esbozo, del tanteo, de la germinación luminosa. Había más bien que hurgar con agresividad y denunciar con ira. Y, para ello, nada más adecuado que el ensayo.

Otra prueba de su compromiso se palpa en su silencio poético. No abandona la lira, pero sí la relega a segundo lugar y la encofra como queriéndonos decir que en un país destrozado como el nuestro, resultaba una ironía publicar versos que entretenían al pudiente abofeteaban al hambriento. De allí su vuelco a la literatura combatiente que lo inclina a publicar Pájinas Libres antes que Minúsculas, Horas de Lucha precediendo a Exóticas.

Su literatura es comprometida porque trató de crear una conciencia, si en rigor no clasista, por lo menos sobre el papel que le correspondía al pueblo, esperanza del futuro del Perú, en la conducción política, en la independencia cultural y afirmación nacional ya citadas.

Comprometida, por la fe que tenía en la acción de masas tanto como en la hermandad redentora del intelectual y el obrero. Tenía que haber sido el Maestro quien no vacilara de la potencialidad del campesinado, visto sempiternamente en forma despectiva. “ … Enseñadle siquiera a leer i escribir, i veréis si en un cuarto de siglo se levanta o no a la dignidad del hombre”, cincelará pletórico de optimismo.

Comprometida, por la acertada transformación del Círculo Literario en el partido radical de la Unión Nacional. Comprometida, en fin, hasta por su depuración lingüística que lo hace trocar la frase acicalada de Pájinas Libres, por la expresión sin afeites de su producción posterior.

LITERATURA DE CAMPAÑA, porque a diferencia de todos nuestros escritores, insiste en su prédica, reitera a  cada paso y en toda circunstancia y lugar. Sus denuncias se repiten cada vez que la oportunidad es propicia. Nunca ceja  en la defensa; jamás calla los abusos aún a riesgo de su propia vida. Frente a una injusticia, salta su voz de protesta resonando, con su tono acusador, en todos los ámbitos.

Su obra literaria íntegra fue una campaña de treintitrés años por lo menos, tomando solamente 1885 como punto de partida.

Dentro de este dilatado período, coexisten ciclos intensos de diversas cruzadas. En favor de las reivindicaciones laborales de los trabajadores, como la jornada de ocho horas, la jerarquización del trabajo manual y del derecho de huelga, por ejemplo, reconocemos un lapso concentrado de cinco años, 1904 a 1909, a través de los cuales publica El Intelectual y el Obrero, La Confederación de Artesanos, La Huelga de Iquique, Fiesta Universal, Las Huelgas, El Crimen de Chicago y sendos artículos titulados Primero de Mayo, dados a luz desde 1906 a 1909 los últimos.

Los límites temporales de sus trabajos sobre educación se desplazan desde 1892 hasta 1914, arrojando una cifra de veintidós años de dedicación intermitente pero de gran efecto psicológico en las masas. Veintidós años, por tanto, de campaña enérgica por una educación laica, democrática y científica. De escuela única, coeducativa y gratuita, con orientación profesional. Dignificadora de la mujer; poseedora de una fisonomía adecuada a nuestras peculiaridades y en pro de un magisterio idóneo y bien remunerado.

Más, en esta incuestionable literatura de campaña no sólo reitera, protesta y defiende. También exhorta. Exhorta siempre a la acción, a la revolución dirigiendo su llamado especialmente a la juventud y a los trabajadores. “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”  será el lema de la nueva jornada. Para los maestros, igualmente, tiene un llamado hacia su misión liberadora: “A vosotros maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador y del cura, esa trinidad embrutecedora del indio”.

El gran mérito de la obra del Maestro y el secreto de su éxito, reposa en este carácter de campaña. Porque en un país como el nuestro no hubiera podido conmover los cimientos de la indiferencia cómplice, si sólo hubiera, como una centella, lanzado su verbo de fuego y guardado silencio después.

Para cosechar frutos, tuvo que insistir, repetir, martillar, exhortar infatigablemente, más allá del cansancio, sin detenerse ante la exageración.

Finalmente, y trascendiendo la obra del Maestro, apreciamos en su propia existencia, la síntesis más elocuente de un férreo compromiso con su pueblo y una permanente campaña por el imperio de la sinceridad y la honradez cívicas.

Dr. Iván Rodríguez Chávez, Rector de la Universidad Particular Ricardo Palma

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