8 Horas: conquista por reconquistar

(1) Haya escribió que en el paro de 1919 hubo choques entre el pueblo y la fuerza armada. (2) En nuestro siglo XXI, el niño de los pies descalzos lo dice todo. (3) Manuel C. Lévano, pionero de las 8 horas, y volante sindical. (4) Héctor Merel, ex textil con el estandarte vitartino. (5) En círculos, Manuel Lévano y su hijo Delfín.


Los siguientes son fragmentos de un ensayo historiográfico escrito para el Encuentro Nacional e Internacional sobre Derecho del Trabajo organizado en el 2001 por la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de San Marcos, para celebrar el 450 aniversario de esa casa de estudios, la más antigua de América. El texto completo fue publicado en el libro Flexibilidad o Derechos Sociales, que incluye los trabajos de distinguidos laboralistas de América Latina y Europa que expusieron en dicho certamen. El siguiente escrito es algo más que una crónica: restablece verdades históricas con aristas políticas.

En el Perú la conquista de la jornada de ocho horas fue una epopeya de masas, dirigida y organizada por los trabajadores mismos, en particular por una lúcida vanguardia anarquista. Es bueno subrayar este carácter, porque se ha esgrimido y mantiene un mito desfigurador, que apunta no sólo a desmerecer la acción, sino a cultivar el caudillismo, danza de tijeras mutiladora que es preciso detener en beneficio de la conciencia obrera y popular, y de futuras conquistas.

El primer llamado a la lucha por las ocho horas se produce en el Perú el Primero de Mayo de 1905, fecha en que la Federación de Obreros Panaderos organiza LA PRIMERA celebración del Día Internacional de los trabajadores. En el discurso que pronuncia la noche de ese día el Presidente de la Federación, Manuel Caracciolo Lévano, se proclama esa reivindicación, que es además inscrita en los estatutos de la organización, que en esa ocasión decide abandonar la etapa mutualista para lanzarse a la sindical, en función de luchas generales de la clase obrera, poniendo énfasis en el carácter internacional de las aspiraciones proletarias.

Un año antes, los trabajadores del puerto del Callao se habían lanzado a una huelga por una reclamación salarial y planteado, entre otros puntos, la jornada de ocho horas. Pero esa reivindicación fue puesta de lado en el transcurso de las negociaciones. La demanda obrera produjo un choque con las fuerzas del orden, las cuales mataron al joven estibador Florencio Aliaga.

El Primero de Mayo de 1905 se inició, precisamente, con una romería a la tumba de Florencio Aliaga en una velada en la que Manuel González Prada leyó su memorable ensayo El intelectual y el Obrero, y Manuel C. Lévano pronunció un discurso que fue publicado al día siguiente en el diario La Prensa, el cual llevaba por título: “Qué son los gremios obreros en el Perú y lo que debieran ser”. Allí se enumeran las principales reclamaciones que deben enarbolar los trabajadores peruanos: la jornada de ocho horas, el descanso semanal, el montepío de invalidez y ancianidad, la reducción de los impuestos al consumo, la indemnización por accidentes de trabajo, habitaciones y fábricas higiénicas.

Coloquemos la historia social peruana a la luz de los procesos mundiales. En un texto manuscrito de Delfín Lévano que tengo a la vista se lee: “que en las huelgas de panaderos de Lima que se sucedieron en los años 1905, 1906, 1907 y 1908… se alcanzaron relativos aumentos de salario y reducir la horas de trabajo, de trece, catorce y quince horas, a once”.

Una reforma parecida logra la huelga textil de Vitarte, en 1906, dirigida por Luis Felipe Grillo, en una etapa en que aún no había allí organización sindical.

En el escrito autógrafo de Delfín Lévano que he glosado, se pueden percibir las conquistas sucesivas al compás de la creciente organización y la idea fija, la meta precisa, de las ocho horas.

“En el año 1906”, dice el manuscrito, “se produjo la huelga de los obreros textiles de Vitarte, reclamando la abolición del régimen de esclavitud en que vivían, pues trabajaban desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, menos las dos horas dedicadas a almorzar y comer el pésimo alimento que les daba la empresa capitalista.

“Como era natural, allá fue en apoyo de los huelguistas la Federación de Obreros Panaderos que no sólo envía socorros en dinero y pan a los huelguistas, sino que también traza los planos y construye los cimientos de la organización con visos sindicales.

Y después del triunfo de esta huelga surge poderosa la Unificación Textil de Vitarte, proclamando la organización y la solidaridad más estrecha de sus compañeros de industria de la capital.”

El paro final
Al final, la conquista se plasmó en forma de ley gracias al paro general que estremeció a Lima y Callao entre el 13 y el 15 de enero de 1919. La decisión había sido expuesta por un recién creado organismo regional, la Federación Obrera Local. Del 5 al 10 de diciembre de 1918, una asamblea obrera, orientada por los anarcosindicalistas había, en efecto, acordado crear esa entidad y pasar a la ofensiva por la reivindicación central, la jornada de ocho horas. El documento de resoluciones señalaba, anáfora social, la consigna de ocho horas y… Seguía luego de esa frase, como complemento, una reivindicación más específica. Por ejemplo: “8 horas y ley que asegure al yanacona y al campesino la posesión de la tierra de sembrío.”

El 12 de diciembre de 1918, el joven hilandero de Vitarte Héctor Merel propuso en una asamblea vitartina que una huelga iniciada por los trabajadores de la fábrica Textil Inca, del Rímac, se convirtiera en huelga textil por las ocho horas.

Bajo la dirección de los textiles se forjó un movimiento al que se van sumando un gremio tras otro, hasta que el 12 de enero se acuerda el paro general, a iniciarse al día siguiente.

El papel de Haya
La participación de Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces líder estudiantil, fue relatada por él mismo en la edición de febrero de 1946 de la revista APRA. Señala allí que en los días en que las huelgas por las ocho horas marchaban a convertirse en un paro general se encontró con el agitador anarquista Nicolás Gutarra. Éste lo invitó a concurrir a una reunión del Comité de Huelga que decidió, en un local de Abajo el Puente, marchar al paro por la nueva jornada.

El acuerdo de los trabajadores fue iniciar el paro el 13 de enero. Ese mismo día, por la mañana, se había citado a una reunión de la Federación de Estudiantes del Perú para decidir un viaje relacionado con la candidatura presidencial del futuro reeleccionista Augusto B. Leguía. Haya recuerda que pronunció un discurso convincente para persuadir a los estudiantes de que apoyaran el ya iniciado paro. Al final se acordó nombrar una comisión solidaria formada por Haya, Bruno Bueno de la Fuente y Valentín Quesada.

En ese momento, relata el dirigente estudiantil, el paro se había “extendido ya a Lima, Callao, balnearios y valles aledaños. El comercio había cerrado sus puertas; no circulaba ningún vehículo público o particular y se habían producido durante la mañana en los mercados choques callejeros entre grupos del pueblo y la fuerza armada. Fuertes pelotones de caballería recorrían las calles y en parques y plazas se habían emplazado ametralladoras y grupos de infantería. Llena de rumores, en la ciudad había un cLima de gran alarma.”

Victoria obrera
La foto corresponde a una sesión de 1925 en la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú”. Esta fue LA PRIMERA que en el Perú asumió carácter sindical y cuyos dirigentes organizaron y educaron a otros gremios de Lima, Callao y provincias. Organizaron también prensa obrera y centros de cultura. Incluso crearon más de un Grupo Teatral y un centro musical, que animaba veladas obreras y estudiantiles.

César Lévano

Link: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=8820

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