Memorias de un Anarcosindicalista: Carlos Barba

Carlos Barba fue – junto a Lévano, Fonkén y tantos otros – uno de los grandes dirigentes proletarios del siglo XX. Lejos de reducirse a la búsqueda de aumentos salariales o a la siempre precaria recuperación de “derechos laborales”, su lucha como trabajador y como revolucionario tenía como meta la abolición de las clases sociales, del trabajo asalariado y de la opresión humana para crear en su lugar una sociedad anarquista (sin apropiación Capitalista de los medios de producción ni Estado que la garantice) donde la organización de la producción/distribución estuviera en manos de los productores manuales/intelectuales organizados en sindicatos; esto, por supuesto, en una época en la que los recién creados sindicatos, además de tener un práctica insurreccional, estaban libres de burócratas como Gorriti, López o Negreiros y de sus respectivas manipulaciones partidarias( CGTP-PCP, CTP-APRA, SUTEP-Patria roja), mucho mas interesados estos últimos en participar en la política burguesa (así sea junto a la patronal, como el “solterito codiciado” Risco) que en crear una sociedad libre mediante la Revolución Social. A continuación una valiosa aunque poca conocida entrevista hecha en 1971, pocos años antes de su muerte.

¿Cómo se vinculó al movimiento obrero?

Tuve vinculación con él desde 1914, a raíz de la crisis provocada por la Primera Guerra Mundial. Hubo una tremenda crisis en todos los órdenes aquí en Lima y los obreros no encontrábamos trabajo, la gente no encontraba alimentos; llegó a darse comida a la gente en los cuarteles, en conventos. Esta situación le hizo buscar la manera de organizarse, de protestar. En esta forma fue que una vez asistí a una reunión de los zapateros. Ahí fue cuando ingresé al movimiento, porque mi padre había sido miembro de la Confederación de Artesanos y había descubierto que eran todos unos sinvergüenzas, unos politiqueros, unos arribistas, y tuvo luchas con todos ellos… Así que cuando oí que se trataba de agruparse para ir a la Confederación de Artesanos me levanté y dije que no podía ser eso. Dije que, ya que nos reuníamos los zapateros, debíamos los mismos zapateros fundar un organismo sólo para defender nuestros ideales, sin la intervención de gentes que eran conocidas por su trayectoria. Los anarquistas ya habían trabajado aquí en el Perú bastante; había venido alemanes, argentinos, españoles; ya había una especie de infiltración ¿no? Los propagandistas estos buscaban todas las oportunidades para ingresar al movimiento obrero. En cuanto oyeron mi proposición, ¡ufff!, se les fue, pues…la aplaudieron, la apoyaron, dijeron que era eso lo que había que hacer.

Total, se armó el lío con los de la Confederación, pero la oratoria de esos hombres (los anarquistas) convenció a todos los presentes. Influyeron para que se organizara un sindicato. Allí nadie sabía lo que era un sindicato…que esa era la forma moderna de organización obrera y era la única que respaldaba los intereses de los trabajadores, que aquí, que allá. Total que se acordó formar el sindicato. Entonces ahí mismo me propusieron a mí como secretario general. Y ese fue el primer sindicato revolucionario que se fundó en el Perú.

¿Usted llegó a ser miembro del grupo “La Protesta”?

Bueno, eso que le dije fue como hoy en la noche. Al otro día yo estaba trabajando en mi taller, trabajábamos entre varios en un cuarto de un callejón, y en la mañana cayeron Montani y (Nicolás) Gutarra, que los había designado el grupo La Protesta para adoctrinarme. De ahí comenzó el asunto, pues. Ya conversé con ellos, ya compre libros, ya recurrí a todas las reuniones, ya me inscribí.

¿Había alguna librería del grupo?

En esa época había libertad de venta de libros. Uno podía comprar libros que se refirieran a cuestiones sociales sin la menor restricción. Leíamos a Faure, a Malato, a (Errico) Malatesta, a Anselmo Lorenzo, en fin, a todos los de esa época. A Eliseo Reclús. Andábamos haciendo lo posible por enterarnos de la cosas y eso, pues, iba formando gente, iba formando dirigentes.
Los obreros zapateros hicieron una campaña tremenda en su sindicato. Lo primero que hicimos fue tratar de fundar más sindicatos. El segundo en organizarse fue el de albañiles, cuyo secretario general fue Emilio Rojas. Después vino el de sastres.
Bueno, el caso es que se fundaron varios sindicatos. Por aquí, por allá. Se hacia propaganda, se hacia mítines, es decir, había una efervescencia tremenda por la organización obrera.

¿Cuál fue su participación en el paro final de las ocho horas?

Es decir, el paro de las ocho horas se preparó por distintos organismos. Esa lucha por las ocho horas es muy antigua. Y en otros sitios comenzó mucho antes que en Lima. En Talara hubo movimientos. Después en el Callao, en 1913, se conseguía las ocho horas de trabajo. Aquí en Lima no se pudo conseguir porque vinieron politiqueros. Así que en todas partes se hablaba de las ocho horas. Por aquí, por allá. Había lo que se llamaba la Federación Obrera Local. El hecho es que en la FOL tuvieron mucha intervención Julio Portocarrero, otro de Vitarte, y muchos otros. Dirigentes había en esa época tremendos. Y todos estábamos imbuidos por los mismos propósitos.Al final se decretó el Paro General como última cuestión para las ocho horas de trabajo. Entonces se reunió a la gente en el parque de los Garifos.

¿Don Carlos Barba, creo que me contó una vez que en el momento del paro estuvo detenido?

Exacto. En el cuartel de Santa Catalina; de allí salíamos a las seis de la tarde. Y llegué… Bueno, habíamos tomado el acuerdo que ese día, aprovechando la concurrencia de muchos delegados y de muchas organizaciones que antes nunca habían venido a Lima, sobre todo campesinos, se fundara un organismo de la clase trabajadora. Y cuando llegué y supe de la intervención de Haya De La Torre y los otros delegados estudiantiles que habían estado allí, me molesté bastante; ahí fue cuando fui a buscar a Haya De La Torre y lo interpelé en la Federación de Estudiantes. El me dijo; “No. Esto se puede hacer”. “Pero oiga Ud., le dije, ¿cuando vamos a poder reunir de nuevo de nuevo a estos delegados? Se ha perdido el momento preciso de hacer esto”. Total que el señor Haya De La Torre desvirtuó este movimiento. Dentro del movimiento lo que me han contado, porque la asamblea la presidió Gutarra, es que habían reunido a las fuerzas policiales y del ejército, cañones, ametralladoras y cuanto hay en el Parque Neptuno. Nos tenían un miedo tremendo. Y entonces el ministro Augusto Vinelli mando pedir una comisión para conferenciar sobre la petición de los obreros. Se nombró una comisión y ninguno quería ir. Tenían temor, porque estaban las tropas rodeando. Entonces alguien dijo que deberían ir los estudiantes. Allí había ido Haya De La Torre, Bruno Bueno De La Fuente y Valentín Quesada. Dijeron que la fuerza no se atrevería a abusar con ellos; ese fue el motivo de la intervención de Haya De La Torre. De ahí es donde viene la famosa figura que (los apristas) quieran dar, de que el tiene algo que ver con las organización de la lucha de las ocho horas. El no tuvo nada que ver con esto. Eso fue hecho por los trabajadores, por los dirigentes obreros y por los agitadores que les llamaban en esa época “los del Grupo La Protesta” y todas esas cosas; esos fueron los que hicieron la jornada de las ocho horas, no el Sr. Haya De La Torre.

¿Cuál fue su participación en el famoso paro de las subsistencias?

Ya eso es otra cosa. Con motivo de la impresión que causó el paro de las ocho horas quedó latente en el ánimo de los obreros la idea de que la organización de los trabajadores podía conseguir algunas cosas efectivas. Entonces nos reunimos delegados de todos los organismos. Me acuerdo que la reunión se llevó a cabo en el local de una “Sociedad Trece Amigos” que había en el Jr. Sandia. Ahí se organizo el famoso “Comité Pro-Abaratamiento de las subsistencias”. Yo resulté elegido Secretario General del comité. Y ahí empezó la lucha tremenda. Ese Comité es el que mayor importancia ha tenido aquí dentro de las luchas obreras.

La actividad terminó con el paro general del 27 de mayo de 1919. Nosotros perseguíamos la rebaja de las subsistencias; del inquilinato, un montón de cosas. Llegamos a tener una importancia enorme. Incluso había una Cámara de Propietarios, y teníamos conversaciones con ellos. A mi me llamaban y querían influenciarme. Tenían miedo, tenían temor, porque aquí no habían visto una organización obrera con ese temple y tenacidad como la que se formó en esa época. Nosotros nombramos comisiones para todo Lima, nos íbamos de callejón en callejón. Traíamos una mesa, luego una lata, ta-ta, todo el mundo se venia, y ahí les hacíamos propaganda. Y así fue como llegó a ser un movimiento tremendo, que culminó en el paro general. Después hicimos el mitin del hambre en la Alameda de los Descalzos, después otro mitin en lo que ahora es la Plaza San Martín. En fin, en todas partes hacíamos movimientos. La efervescencia era terrible. El Estado creía que nos íbamos a apoderar del Gobierno, ¡ufff!. Las madres decían: “Ahí viene Gutarra y Barba, escóndanse”. “Nos van a comer”. Así hacían esa propaganda. Gutarra tenía una oratoria que influía en la gente de manera tremenda; lo seguían. No era muy dialéctica, pero si tenia poder de sugestión. ¿Sabes lo que hizo en el Teatro Principal de esa época, el que ahora es el Segura? El mismo día que se fundaba en la sociedad Los Hijos del Sol, en la Penitenciaria, el Partido Socialista, al que yo concurrí como delegado del Comité Pro Abaratamiento –era un Primero de Mayo -, mandé a Gutarra,lo envié al Teatro Principal. José Carlos Bernales quería fundar allí un Partido Obrero con todos los obreros amarillos de esa época, los que no estaban con nosotros. Todavía le digo a Gutarra cuando estábamos en Los Hijos del Sol:”Oye, ¿tu no vas a ir allá?”. “No-me dijo-¿Quién va a ir donde esa gente?”. “No, le dije, tienes que cumplir”. En un papel le hice su credencial y se fué.

Cuando lo vieron ahí a Gutarra ya estaba todo preparado, estaban los dirigentes para formar el Partido Obrero y para designar candidato a la Presidencia de la republica al Sr. José Carlos Bernales. Cuando vieron a Gutarra no lo quisieron dejar hablar. El público se dio cuenta y empezó a pedir:” ¡Qué hable Gutarra!”. Y Gutarra con la papeleta que yo le había dado, que pedía hablar como “representante del Comité Pro-abaratamiento de las Subsistencias, representante verdadero de la clase trabajadora”. Total: tuvieron que hacerlo subir. Una vez que estuvo arriba les dijo el sol por salir y la luna por ocultarse, a cada uno lo desnudó. Que eran unos traidores, unos vendidos.”¡Aquí no deben de estar trabajadores!!!”, dijo. Nosotros habíamos convocado la Central del Movimiento Primero de Mayo esa vez en el local de la Federación de Estudiantes, en el Palacio de la Exposición. Estábamos allí reunidos. Eso estaba lleno de gente. Cuando en eso se forma una batahola de los mil demonios ¿Qué cosa era?. Gutarra, que había hecho salir a toda la gente del teatro. En hombros se lo llevaron hasta la Federación de Estudiantes.

Don Carlos Barba, ¿hubo en el comité algunos contactos con los sectores llamados “radicales” de Leguiísmo?

Cuando yo estaba dirigiendo el movimiento obrero vino donde mi un tal Durán a ofrecerme armas para los obreros, para hacer un movimiento a favor de Leguía. “¡No!, le dije, este movimiento no tiene nada que ver con la política burguesa. Nosotros los anarcosindicalistas somos antipolíticos. Nosotros no creemos que la política burguesa pueda resolver los problemas del país, sino la fuerza organizada de los obreros (el sindicato)”.

¿Qué imagen puede darnos de los luchadores de esa época?

Principiaremos con Delfín Lévano. Para mi ha sido el obrero mejor preparado que ha tenido el Perú. Este hombre tenía una serie de facultades: él era filósofo, pensador, didáctico, propagandista, músico. Era una hormiga trabajando. Escribía en “La Protesta” (periódico anarquista). Y escribía piezas de teatro, música. Tuvimos un Teatro Popular, inclusive tuvimos un coro, que se llamaba el Coro Sindicalista, que en todos los organismos, en todas las actuaciones obreras cantaba “Hijo del pueblo”, “La Internacional”; él era el alma mater de ese asunto y lo era por ser el principal dirigente del grupo “La Protesta” (organización obrera anarquista), y (porque) en este grupo estaba reunido todo el poder, todo el substratum de las cosas que se hacían dentro de la clase trabajadora. De ella salían todas las direcciones, se tomaban todos los acuerdos y se mandaban todas las comisiones. Todo el movimiento que se gestaba entre los trabajadores salía del grupo “La Protesta”. Habían otros: el grupo “Luz y Amor”, en el Callao, de Emilio Costilla Larrea Toribio Sierra. Los de “La Protesta” nos reuníamos en “La Capilla” (Mapiri Nº 320, int. 31). Bueno, todo lo que se puede decir de Delfín para mí es poco todavía. Los obreros peruanos les debemos mucho. Ahora la figura de Gutarra. Era un joven inquieto. Autodidácta. Pero tenía tan gran poder captación y convencimiento, que generalmente decía la última palabra en todas las cuestiones. Era valiente, arrojado, inteligente. Gutarra era ebanista. Enseguida tenemos a Montani. Era un hombre reposado. Muy buen orador. De palabras de peso. Lo mismo Pedro Cisneros, un viejo que daba conferencias, escribía opúsculos. No era un luchador de esos que iban a las asambleas, que gritaba o que salía, como salíamos todos, a luchar contra la policía, contra los gendarmes o contra lo que sea. Alberto Fonken era tejedor. Era miembro del grupo “La Protesta” y dentro de él tenía a su cargo generalmente la cuestión contable. No era contador. Después había un Pedro Ulloa, uno de los mejores. Luego estaba Aquino. Era tremendo. Lo mandábamos a repartir volantes, de esos en que se hablaba de revolución, y cuando lo agarraba la policía, decía: “son pues programa del cenema, que me lo han dao pa reparter”. “! So pedazo de bruto, no ves que esto es…”, y no le hacían caso. Una vez teníamos que enviar una comisión al Callao. Y no había como llevarla. Todo estaba rodeado de tropas ¿Qué hacemos?; A Aquino lo mandamos. Un tipo todo roto, por las chacras. Nadie le hizo caso. Y el llevaba todos los papeles. La policía lo veía pasar y no le hacía caso. En la lucha hay que recurrir a una serie de recursos. Por ejemplo, nosotros nos reuníamos y decidíamos: la reunión va a ser en tal sitio, pero ese no era el sitio. Y cuando iba llegando gente la íbamos enviando al sitio real, en voz baja. Otro gran luchador fue Manuel Caracciolo Lévano, el padre de Delfín. Tenia gran atracción entre la clase obrera. También Eulogio Otazu, de construcción civil.

¿Cómo se enfrentaron ustedes a los sablazos, a la represión?

El estado de ánimo de los trabajadores era bien elevado en esa época. Cuando se convocaba a un mitin, una manifestación o lo que sea, iban decididos a todo. Nos agarrábamos con los “pinchasapos”, como les llamábamos. Con los gendarmes con sus sables; no les teníamos miedo. Desempedrábamos las calles y los agarrábamos a pedradas. Por eso nos temían tanto. La policía tenía una lista con los nombres de Gutarra, Barba, Fonkén, Lévano, Montani, etc. Así que cuando había un movimiento, alguna huelga, ahí mismo mandaban a apresar a todos esos. Lo mejor es que nosotros nos escondíamos. Cuando se dio el paro de las subsistencias a mi me torturaron. El famoso Montes de Oca quería yo que diera la orden para levantar el paro. Montes de Oca, para asustarme, puso a cuatro guardias con sus fusiles. “¡Disparen, les dije, pues! ¡Yo no les tengo miedo!”. La venganza fue ponerme calato y tirarme baldes de agua a las cuatro de la mañana. Y a las seis de la mañana, que estaba ya Lima que parecía un castillo de balas y de saqueos, incendios y cuanto hay, me sacaron del cuartel como a enfermo, tiritando, y me llevaron a la cárcel de Guadalupe, donde estaban otros compañeros, entre ellos Gutarra.

¿Qué cambio cree que ha experimentado la clase obrera desde la época de las ocho horas hasta hoy?

El cambio es tremendo, por que en esa época los obreros nos organizábamos, nos defendíamos teniendo en cuenta solo el interés de los trabajadores, de acuerdo con los principios del anarcosindicalismo. Así que nosotros no teníamos nada que ver con cuestiones de los partidos políticos y entonces no podía haber división entre los obreros. Hoy día no hay movimiento obrero, no tienen un norte, no tiene una guía, uno va por aquí, otro quiere llevarlo por allá. Precisamente el sindicalismo se estableció para evitar estas diferencias entre los trabajadores y crear un sistema de organización en la cual puedan estar todos juntos, haciendo caso omiso de diferencias ideológicas y de toda naturaleza, y para solucionar nuestros problemas por medio de la acción directa, la huelga, el boicot, los mítines y la revolución social, que seria el ultimo eslabón.

¿Qué consejos les daría a los dirigentes sindicales jóvenes?

Que dejaran la política, que trataran de que el movimiento obrero sirviera simplemente par resolver los problemas, necesidades y objetivos de los obreros.

La Protesta – Primavera del 2004 – Nro. 03

http://www.laprotesta.freeservers.com/

Esta entrada fue publicada en Entrevistas, General. Guarda el enlace permanente.