La Protesta: capitalistas y obreros (¿Lucha de clases o “Acuerdo Nacional”?

Delfín Lévano: Periodista, poeta, músico y conferencista, fundador de “La
Protesta” en su primera etapa (1911-1926) y de otras publicaciones y grupos
anarquistas, panadero, luchador por la reducción de la jornada de ocho
horas y organizador incansable, Delfín Lévano fue uno de los
trabajadores intelectualmente mejor dotados de la clase obrera peruana de
todos los tiempos. Critico de la dirección reformista y político-partidaria,
pro-Estatal, que pretendían (y finalmente lograron) darle J.C. Mariátegui y
Haya de la Torre a aquel -y acusado por ello de “sectario”-, Lévano,
consecuente con su credo de revolucionario y anarquista, descubre como
idiotas y traidores a quienes, ayer como hoy, negaban la existencia
objetiva de las clases sociales y de la lucha de clases o asumían una
actitud conciliadora entre capitalistas y proletarios en nombre del
“progreso” (de los ricos y para los ricos), del desarrollo de la
industria “nacional” (la burguesía no tiene otra patria mas que sus
bolsillos) o por la “necesidad” (solo de la mafia estatal) de “atraer
inversiones”, en el supuesto -por Lévano negado- de que mientras mejor
estén los explotadores, mejor estarán sus explotados. En estos tiempos de
burocracias sindicales emputecidas en el parlamentarismo y la política de
alianza (CGTP/ PC unidad-Patria Roja / Unidad Nacional, etc. ), de
“Acuerdos Nacionales” y socialdemócratas locas por “viabilizar la
gobernabilidad”, las palabras de Lévano se oyen como una pata al
culo de tanto político asqueroso:
“¡Mientras existan clases sociales, no hay armonía posible!”

“Es innegable el antagonismo económico-social entre capitalistas y
obreros, antagonismo cada vez mas acentuado por cuanto son dos fuerzas
diametralmente opuestas en su funcionamiento, en sus propósitos,
en su desenvolvimiento y aspiraciones.
Los capitalistas, por formar una casta dominante, son forzosamente
conservadores, pues no de otra manera podrían perpetuar su régimen social
que les favorece con honores, riquezas y poderío.Los obreros, por el
contrario, constituye una clase subyugada que sufretodo genero de
exacciones [cobros injustos y coactivos de impuestos, multas, deudas,
etc]. Por estar ineludiblemente sujetos al trabajo, vegetan en la
servidumbre y carecen de libertad de acción, de independencia, de
dignidad social, toda vez que la pobreza en que viven
significa la esclavitud mas abaldonante [ofensiva].

Siendo el capitalismo una fuerza conservadora, sus componentes son
parásitos sociales que succionan, que extorsionan y humillan a los
obreros. Acostumbrados los capitalistas a las comodidades, al lujo, al
derroche y al disfrute de todos los placeres, cometen el horrendo crimen
del despojo social, acaparando el producto del trabajo ajeno y acumulando
riquezas a fin de asegurar su propia dicha y la dicha de sus descendientes.
Como es lógico, este despojo y codicia capitalista se
fundan, primero, en la inveterada [vieja, arraigada] inmoralidad
transmitida por los primeros hombres que usurparon la tierra y los
productos labrados por otros hombres más débiles e ignorantes,
inmoralidad que hoy la ley consag.ra como el derecho de la propiedad
privada; y, segundo, por la fuerza brutal de que dispone el Estado, fruto
y sostén del poderoso –despojo y codicia que siembran las privaciones y
angustias que sufre la inmensa familia proletaria que, pese a mucho
trabajar durante su vida, apenas alcanza para ganar el suficiente salario
que le condena a vivir miserablemente-. ¡Contraste inaudito que nos llena
de indignación!. Colocadas frente a frente hay, pues, dos clases
marcadamente distintas, producto del antagonismo del que
hablamos arriba:
de un lado los que holgan y nadan en la opulencia con su vida fastuosa y
cómoda; del otro, los que nada tienen y carecen hasta del necesario
alimento para alimentar su cuerpo desfalleciente y que, sin embargo,
desgastan sus energías trabajando rudamente toda su
existencia.¡Contradicción flagr.ante!
¡Realidad pavorosa, que desmientecategóricamente [los supuestos]
principios básicos de la democracia actual: libertad, igualdad,
fraternidad!.
No cabe duda que el capitalismo, después de la Revolución Francesa, una
vez destruido el feudalismo y la “aristocracia de sangre”, ha contribuido
al progreso de las industrias y al desarrollo de la civilización,
provocando el acercamiento comercial de todos los países. Pero ,¡a costa
de cuantas lagrimas y hambres, de cuanta sangre, de cuantas vidas de
proletariados sacrificadas en bien del triunfo de la pluto-autocracia de
todas las naciones!. Sin embargo, los economistas y plumíferos
[escritores, periodistas] defensores de la burguesía, y hasta ciertos
“científicos” que teorizan desde sus poltronas sin hacer una disección
investigadora de la estructura social presente a fin de aplicarle una
critica justiciera, proclaman que el adelanto de la ciencia y el
perfeccionamiento del maquinismo, así como el progreso de la química y el
aprovechamiento de las fuerza o agentes naturales, producen un mayor
bienestar social, pues arguyen que a mayor producción en menos cantidad
de tiempo y energía humana corresponde mayor riqueza y, por ende, menos
miseria.
Garrafal impostura puede tener visos de verdad para mentalidades
rudimentarias o rutinarias, pero no (para inteligencias despiertas) ante
los hechos que vemos, que palpamos, que sentimos; no ante las tremendas y
oprobiosas injusticias y los contrastes sociales de este orden burgués,
donde el progreso de las artes, de las industrias y hasta de las ciencias
es en provecho de las clases acomodadas y en detrimento moral y físico de
los trabajadores.

Siendo, pues, una verdad demostrable e indiscutible el antagonismo de las
clases capitalistas y obrera; siendo otro hecho real que los
capitalistas
tienden a conservar sus privilegios y a perpetuar las actuales
condiciones de vida; siendo también otro hecho histórico el que
los obreros, hoy podemos decir parias, siervos, asalariados de
quienes los explotan, tienden a libertarse de esa esclavitud, no
comprendemos en que razones se fundan ciertos elementos tildados de
“revolucionarios sociales” [léase, social demócratas tipo Susy Villarán,
Bernales, Tapia, Risco, etc] para pregonar la “armonía” entre el Capital
y el Trabajo, entre los amos y los esclavos, entre el que despoja y el
despojado.

¡No!; no puede haber tal armonía: esta alianza o colaboración con los que
gobiernan y los que explotan con el objeto (¿?) de “mejorar la triste
condición delos desheredados” solo puede fundamentarse en un errado
concepto de lucha de clases y de la misión histórica del proletariado
organizado sindicalmente.No se alegue que aquí los trabajadores todavía
no están organizados ni,mucho menos, preparados para llevar a la practica
una marcada tendencia sindicalista separadas de las demás clases opresoras
económica y políticamente; no se alegue que hay que hacer algo mientras los
obreros, con el tiempo, comprenden su misión eminentemente revolucionaria
y libertaria; no se alegue que los obreros todavía son incapaces de recibir
y comprender la generosa ideas libertarias (anarquistas).

¡Sofismas, nada mas que sofismas o medios de bastardear el legitimo obrerismo
[nuestra conciencia de clase] son todos esos alegatos!.
Precisamente por estar en su comienzo la organización obrera, por estar
en gestión la tendencia sindicalista y las ideas anarquistas, conviene no
comenzar mal ni dar una falsa orientación al movimiento obrero ni sembrar
el confusionismo con ideas retrogradas o retardatarias
[reformistas],cuando la enseñanza de la historia, con claridad meridiana,
con afirmaciones rotundas, con postulados incontrovertibles nos señala la
verdadera senda que tenemos que seguir para conquistar lo que tanta falta
nos hace: la libertad política [anarquía], la independencia económica
[comunismo], la superación intelectual y moral.

Terminamos diciendo: entre la extrema e insulsa opulencia y holgazanería
de los de arriba y la extrema miseria y servidumbre de los de abajo hay
antagonismos irreconciliables; los primeros son dominadores, los segundos
son esclavos hoy, libertadores mañana; los primeros representan una
fuerza de opresión, de sujeción; los segundos son una fuerza de avance
revolucionario, de irrupción libertaria. Por lo tanto, son fuerzas
antitéticas.

Delfín Lévano, septiembre de 1923

de:  www.laprotesta.freeservers.com

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