Revista IberoAmericana
web: http://revista-iberoamericana.pitt.edu
Revista IberoAmericana
web: http://revista-iberoamericana.pitt.edu
HISTOIRE(S) de l’Amérique latine, 2010, vol. 5 – compte rendu n°1
Pereyra Plasencia, Hugo : Manuel González Prada y el Radicalismo peruano. Una aproximación a partir de fuentes periodísticas de tiempos del Segundo Militarismo (1884-1895), Lima, Academia Diplomática del Perú, Ministerio de Relaciones
Exteriores, 2009, 216 p.
(1) Haya escribió que en el paro de 1919 hubo choques entre el pueblo y la fuerza armada. (2) En nuestro siglo XXI, el niño de los pies descalzos lo dice todo. (3) Manuel C. Lévano, pionero de las 8 horas, y volante sindical. (4) Héctor Merel, ex textil con el estandarte vitartino. (5) En círculos, Manuel Lévano y su hijo Delfín.
Los siguientes son fragmentos de un ensayo historiográfico escrito para el Encuentro Nacional e Internacional sobre Derecho del Trabajo organizado en el 2001 por la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de San Marcos, para celebrar el 450 aniversario de esa casa de estudios, la más antigua de América. El texto completo fue publicado en el libro Flexibilidad o Derechos Sociales, que incluye los trabajos de distinguidos laboralistas de América Latina y Europa que expusieron en dicho certamen. El siguiente escrito es algo más que una crónica: restablece verdades históricas con aristas políticas.
En el Perú la conquista de la jornada de ocho horas fue una epopeya de masas, dirigida y organizada por los trabajadores mismos, en particular por una lúcida vanguardia anarquista. Es bueno subrayar este carácter, porque se ha esgrimido y mantiene un mito desfigurador, que apunta no sólo a desmerecer la acción, sino a cultivar el caudillismo, danza de tijeras mutiladora que es preciso detener en beneficio de la conciencia obrera y popular, y de futuras conquistas.
El primer llamado a la lucha por las ocho horas se produce en el Perú el Primero de Mayo de 1905, fecha en que la Federación de Obreros Panaderos organiza LA PRIMERA celebración del Día Internacional de los trabajadores. En el discurso que pronuncia la noche de ese día el Presidente de la Federación, Manuel Caracciolo Lévano, se proclama esa reivindicación, que es además inscrita en los estatutos de la organización, que en esa ocasión decide abandonar la etapa mutualista para lanzarse a la sindical, en función de luchas generales de la clase obrera, poniendo énfasis en el carácter internacional de las aspiraciones proletarias.
Un año antes, los trabajadores del puerto del Callao se habían lanzado a una huelga por una reclamación salarial y planteado, entre otros puntos, la jornada de ocho horas. Pero esa reivindicación fue puesta de lado en el transcurso de las negociaciones. La demanda obrera produjo un choque con las fuerzas del orden, las cuales mataron al joven estibador Florencio Aliaga.
El Primero de Mayo de 1905 se inició, precisamente, con una romería a la tumba de Florencio Aliaga en una velada en la que Manuel González Prada leyó su memorable ensayo El intelectual y el Obrero, y Manuel C. Lévano pronunció un discurso que fue publicado al día siguiente en el diario La Prensa, el cual llevaba por título: “Qué son los gremios obreros en el Perú y lo que debieran ser”. Allí se enumeran las principales reclamaciones que deben enarbolar los trabajadores peruanos: la jornada de ocho horas, el descanso semanal, el montepío de invalidez y ancianidad, la reducción de los impuestos al consumo, la indemnización por accidentes de trabajo, habitaciones y fábricas higiénicas.
Coloquemos la historia social peruana a la luz de los procesos mundiales. En un texto manuscrito de Delfín Lévano que tengo a la vista se lee: “que en las huelgas de panaderos de Lima que se sucedieron en los años 1905, 1906, 1907 y 1908… se alcanzaron relativos aumentos de salario y reducir la horas de trabajo, de trece, catorce y quince horas, a once”.
Una reforma parecida logra la huelga textil de Vitarte, en 1906, dirigida por Luis Felipe Grillo, en una etapa en que aún no había allí organización sindical.
En el escrito autógrafo de Delfín Lévano que he glosado, se pueden percibir las conquistas sucesivas al compás de la creciente organización y la idea fija, la meta precisa, de las ocho horas.
“En el año 1906”, dice el manuscrito, “se produjo la huelga de los obreros textiles de Vitarte, reclamando la abolición del régimen de esclavitud en que vivían, pues trabajaban desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche, menos las dos horas dedicadas a almorzar y comer el pésimo alimento que les daba la empresa capitalista.
“Como era natural, allá fue en apoyo de los huelguistas la Federación de Obreros Panaderos que no sólo envía socorros en dinero y pan a los huelguistas, sino que también traza los planos y construye los cimientos de la organización con visos sindicales.
Y después del triunfo de esta huelga surge poderosa la Unificación Textil de Vitarte, proclamando la organización y la solidaridad más estrecha de sus compañeros de industria de la capital.”
El paro final
Al final, la conquista se plasmó en forma de ley gracias al paro general que estremeció a Lima y Callao entre el 13 y el 15 de enero de 1919. La decisión había sido expuesta por un recién creado organismo regional, la Federación Obrera Local. Del 5 al 10 de diciembre de 1918, una asamblea obrera, orientada por los anarcosindicalistas había, en efecto, acordado crear esa entidad y pasar a la ofensiva por la reivindicación central, la jornada de ocho horas. El documento de resoluciones señalaba, anáfora social, la consigna de ocho horas y… Seguía luego de esa frase, como complemento, una reivindicación más específica. Por ejemplo: “8 horas y ley que asegure al yanacona y al campesino la posesión de la tierra de sembrío.”
El 12 de diciembre de 1918, el joven hilandero de Vitarte Héctor Merel propuso en una asamblea vitartina que una huelga iniciada por los trabajadores de la fábrica Textil Inca, del Rímac, se convirtiera en huelga textil por las ocho horas.
Bajo la dirección de los textiles se forjó un movimiento al que se van sumando un gremio tras otro, hasta que el 12 de enero se acuerda el paro general, a iniciarse al día siguiente.
El papel de Haya
La participación de Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces líder estudiantil, fue relatada por él mismo en la edición de febrero de 1946 de la revista APRA. Señala allí que en los días en que las huelgas por las ocho horas marchaban a convertirse en un paro general se encontró con el agitador anarquista Nicolás Gutarra. Éste lo invitó a concurrir a una reunión del Comité de Huelga que decidió, en un local de Abajo el Puente, marchar al paro por la nueva jornada.
El acuerdo de los trabajadores fue iniciar el paro el 13 de enero. Ese mismo día, por la mañana, se había citado a una reunión de la Federación de Estudiantes del Perú para decidir un viaje relacionado con la candidatura presidencial del futuro reeleccionista Augusto B. Leguía. Haya recuerda que pronunció un discurso convincente para persuadir a los estudiantes de que apoyaran el ya iniciado paro. Al final se acordó nombrar una comisión solidaria formada por Haya, Bruno Bueno de la Fuente y Valentín Quesada.
En ese momento, relata el dirigente estudiantil, el paro se había “extendido ya a Lima, Callao, balnearios y valles aledaños. El comercio había cerrado sus puertas; no circulaba ningún vehículo público o particular y se habían producido durante la mañana en los mercados choques callejeros entre grupos del pueblo y la fuerza armada. Fuertes pelotones de caballería recorrían las calles y en parques y plazas se habían emplazado ametralladoras y grupos de infantería. Llena de rumores, en la ciudad había un cLima de gran alarma.”
Victoria obrera
La foto corresponde a una sesión de 1925 en la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú”. Esta fue LA PRIMERA que en el Perú asumió carácter sindical y cuyos dirigentes organizaron y educaron a otros gremios de Lima, Callao y provincias. Organizaron también prensa obrera y centros de cultura. Incluso crearon más de un Grupo Teatral y un centro musical, que animaba veladas obreras y estudiantiles.
Link: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/noticia.php?IDnoticia=8820
por Mariza Huamán Quispe
fanning45c@hotmail.com Jr. Los Topacios 2486. Lima- Perú
La lucha por la jornada de las 8 horas laborales en Lima en 1919.
I. Introducción El año que he investigado es 1919 pero para poder conocerlo he tenido que ir años atrás para así conocer el proceso de formación del Movimiento Obrero Peruano, llegando a 1905, año donde se formaliza la lucha por la jornada de 8 horas. A partir de 1905 los trabajadores desfilan cada primero de mayo por las calles de Lima y Callao con las banderas rojas. Sin embargo en 1986 sucede un acontecimiento muy importante donde los trabajadores de la fábrica Vitarte deciden hacer una huelga casi espontánea, puesto que no había una organización obrera, reclamando el bajo salario y una disminución de las horas de trabajo, ya que laboraban de 6 a.m. a 10 p.m. Podríamos hablar de un adelanto de lo que será más adelante sus demandas, buscando la jornada laboral de las 8 horas. El 1° de Mayo de 1905 se reunieron por vez primera todos los trabajadores, esa noche las masas obreras habían contemplado con asombro un espectáculo nunca visto. Así lo cuenta César Lévano: “Manuel C. Lévano, un trabajador, un hombre igual que ellos habían hablado cosas terribles, luminosas, verdaderas. Todo el dolor de clase, toda la injusticia de clase, habían convergido en esa frase que martillaban ahora en cada cerebro: ¡Viva la jornada de ocho horas!” Será recién el 15 de enero de 1919 donde se da la ley por la jornada de las 8 horas laborales, después de muchas jornadas de luchas; sin embargo, los documentos muestran que no termina ahí, sino es en aquel año donde comienza otra lucha más organizada. Ahora la lucha es por mantener los derechos ya ganados y sobre todo presionando al Estado para que se cumpla y haga que los demás propietarios de las fábricas lo establezcan. En el Perú, a mi parecer, se sabe relativamente poco sobre, ¿qué paso después de la gran conquista por las ocho horas laborales?, se ha estudiado la historia del movimiento obrero peruano (como proceso), pero es necesario conocer la historia completa a fin de extraer de ella las lecciones de la experiencia, de los errores, fracasos y triunfos. No solo hay que conocer sus luchas, sus hazañas y sus conquistas; también tenemos que conocer sus denuncias, las injusticias que pasan por el hecho de protestas, el pronunciamiento que ellos hacen al Estado para que se cumplan sus derechos. Se piensa que la clase obrera no dialoga con su patrón solo actúa, sin embargo los obreros presentan por escrito sus quejas para que el Estado intervenga y de una solución a sus problemas, pero en vista que ni el intermediario los escucha ellos toman otras medidas de lucha como son la huelgas en los centros de trabajo. Son pocos los estudios que intentan presentar una visión de conjunto de la realidad obrera. Por ejemplo, poco se sabe sobre, cómo vivían los obreros y obreras, cuál era su situación, cuáles eran sus quejas, como sindicato, frente al patrono. Son pocos los investigadores que han estudiado el movimiento obrero en su verdadera diversidad y complejidad. Es decir, es una lucha que continua en vista que sus demandas no son resueltas, a pesar de existir documentos y leyes que les favorecen, el propósito de esta ponencia es conocer qué paso después de haber conquistado las 8 horas de trabajo, que mecanismos toman los obreros para restablecer sus derechos. Tomaré la ciudad de Lima porque es en esta zona donde hubo un rápido crecimiento poblacional con mayor desarrollo industrial, demandando fuerza de trabajo. A consecuencia de esto, los artesanos y campesinos tuvieron que trabajar en las fábricas de la capital. En términos humanos, el aspecto más importante de esta transformación fue el dramático crecimiento demográfico que ocurrió entre 1900 y 1930. El número total de habitantes aumento en más de 125% de unos 165 000 en 1 900 a 376 000 en 1 931. II. Situación Obrera El panorama era pues muy claro. Mientras unos se hacían cada vez más ricos, los otros, la mayoría de peruanos, veían cada vez más agravar su injusta situación en La Protesta (1911-1926) periódico anarquista; en ella encontramos a los mismos obreros como redactores de sus vidas, sus quejas, sus comunicados y por supuesto su protesta. En ella se lee: “(…) y la tempestad es evidente, porque hay madres que en vano se estrujan los pechos, porque hay miserables que no pueden llevarse un pedazo de pan a los labios, porque hay degenerados, porque no hay luz para los espíritus, porque nos ahogamos en esta atmósfera de bajas pasiones, de egoísmo brutales, de pequeñeces, de injusticia (…)” También encontramos entre la prensa obrera la de los textiles donde denuncian sus problemas. Citando concretamente en El Obrero Textil: “Los 3 ó 4 soles que percibimos hoy día no son suficientes para poder atender siquiera nuestros alimentos y la de nuestra familia. Si bien es cierto que ahora un año nuestros patrones aumentaron en un 30 % nuestros exiguos salarios, los artículos alimenticios han encarecido en un 200% y nuestros explotadores han subido el precio de los géneros hasta un 300%” El trabajo de un obrero era de 16 horas diarias, sin dominical, sin vacaciones anuales, sin leyes de protección contra accidentes. Así lo cuenta un protagonista de la época, Julio Portocarrero : “Las condiciones de trabajo eran duras, desde las 6:30 am. hasta las 9:00 pm., con un intervalo para el desayuno de un cuarto de hora, de 9:00 y 9:15; luego 11:00 y 12:00 para el almuerzo y después de 6:00 a 7:00pm para la cena, se trabajaba a destajo y luego por supuesto el salario era bastante deficiente” Pero, ¿cómo y dónde vive la clase obrera? Ellos también nos lo describen en su prensa: “La vida del pueblo encerrado en callejones y casa de vecindad es triste es horrorosa, es injusta, es criminal. Las familias apenas si desayunan una taza de te y un pan, otras que hacen una sola y escasa comida al día” En 1928 un obrero ganaba 3 soles diarios en lo que al mes vendrían 75 soles, gastando el 60% en comida y 40% en vivienda. Steve Stein menciona: “Temían mucho a las enfermedades ya que acaecía a la pérdida de trabajo (…) pagaban por vivienda algo de 16 ó 18 soles que costaba de 2 habitaciones en un callejón.” En el Archivo General de la Nación (AGN) encontramos expedientes de 1938 sobre las viviendas obreras, donde los representantes de propietarios Urbanos de la Provincia de Lima, envía una carta al Señor Presidente de la República pidiendo que no se produzca la desaparición de solares y callejones por decretarse la ley 8487 sobre la inspección de la vivienda obrera, esto obligaba a los propietarios hacer arreglos y a su vez causaba la subida de los alquileres, argumentando: “De este modo las viviendas que antes se alquilaba por la merced conductiva que fluctuaba entre 3 soles y 10 soles mensuales están desapareciendo casi por completo convirtiéndose en virtud de las mejoras efectuadas, en arriendos mínimos de 12 soles (…) Así para poder alquilar un cuarto cuya renta sea de s/12 soles al mes, el inquilino que tiene que contar con la suma de s/ 48 soles al constituir el deposito de s/ 36 soles equivalente de 3 meses y s/ 12 por el primer mes adelantado. En casi todos los casos esto resulta imposible para el inquilino, que es persona pobre y hasta menesterosa, que nunca tuvo junta esta cantidad de dinero la cual correspondería para él un verdadero capital de trabajo (…). En solución a estos problemas no puede ser indiferente el Estado, sobre todo si se considera que en prudente estimación hay en Lima no más de 50 mil habitantes acostumbrados a pagar arriendos inferiores a s/ 10 soles mensuales y cuyos recursos económicos no les permite abonar más (…)” Con esta carta enviada por los propietarios conocemos los pagos que hacían los obreros para el alquiler de sus cuartos y en qué condiciones vivía la clase obrera peruana y por qué tuvo que intervenir el gobierno con la resolución para la inspección de estas viviendas, en vista que vivían en tan malas condiciones que hubo una ley para inspeccionarlas, claro esta esto no les convenía a los propietarios de las viviendas, ya que tenían que hacer arreglos y eso les costaría. Inclusive los mismos aluden a la clase obrera como pobres, muy pobres que sus míseros sueldos no les alcanzaban para pagar un sólo cuarto. Vemos el problema de vivienda en sus gastos, sin embargo esto nos lleva a la pregunta, ¿y la educación? Ellos no fueron indiferente a este problema se organizaron y en 1922 crearon las universidades populares inclusive había una comisión de la formación de bibliotecas como la de “Ricardo Palma”, la clase obrera no se quedo de brazos cruzados ente sus problemas buscaron soluciones inmediatas. III. Organización Obrera El obrero ha tenido que enfrentarse a sus patrones y a dificultades que se presentaron cuando han querido organizarse, pero como es común que a sus patrones no les convenía que el obrero esté organizado y educado, pero la clase obrera no se ha cansado, sino todo lo contrario se ha organizado. La organización es necesaria para su reivindicación, defenderse del capital y conquistar mejores condiciones de vida. La organización les permite obtener mejores condiciones de vida, mejores condiciones de trabajo, protección al trabajador, no sólo para el presente sino también para el futuro y los obreros que vendrán y no para un sindicato sino para todos, por lo tanto para toda la clase trabajadora. Estos obreros cansados de ser explotados se levantaron y se organizaron, y prefieren morir en el intento que vivir en tan deprimentes condiciones. ¿Cómo se inician las organizaciones obreras? Es en la colonia donde se da inicio una nueva forma de organización en la historia peruana; se empiezan a organizar en gremios por oficios, como una forma de protección de sus oficios de un grupo de personas que aseguran sus intereses, ya que si querían ejercitar un oficio debían pasar por un examen bajo la dirección de los maestros mayores del gremio, luego vendrá otra forma de organización en la segunda mitad del siglo XIX. En 1848 se funda en el Perú la primera Sociedad de Socorros Mutuos. Y en 1860 se funda otra sociedad como una asistencia social entre los afiliados, fue la Sociedad de Artesanos de Auxilio Mutuo. En 1886 se constituye la Confederación de Artesanos Unión Universal inicialmente conformada por cigarreros, carpinteros, peluqueros, sastres, carroceros y panaderos. Algunos dirigentes surgidos de las sociedades mutualistas organizaron los primeros congresos obreros (1896 y 1901 en los que empezaron a exponerse las reivindicaciones). A raíz del Congreso de 1901 se constituyó la Asamblea de Sociedades Unidas y se creó la biblioteca popular Ricardo Palma. Otra forma de organización fue el mutualismo que no era apto para la lucha por las reivindicaciones en cada centro de trabajo, no pudo defender los derechos como la huelga de Vitarte en junio de 1896 y la huelga de tipógrafos en setiembre del mismo año y en lugar de la lucha prefirieron practicar la ayuda mutua es decir formar una bolsa común para atender las enfermedades de los asociados, para enterrar a sus muertos…etc. Debido a esto fracasaron. Luego se formará los sindicatos como un instrumento de lucha organizada de los trabajadores por sus reivindicaciones. Por otro lado, la clase obrera tendrá que informar al Estado la formación de sus organizaciones como se el caso de la Federación de Electricistas del Perú, donde su secretario general fue Marcial Albán, este reconocimiento lo hacían en el Ministerio de Fomento en la Sección de Trabajo. “Habiéndose instalado en esta fecha la federación de electricistas del Perú, institución creada con el objeto de llevar a cabo una labor de cultura y solidaria institucional, cumplimos con poner en conocimiento de Ud la nómina del comité administrativo que ha quedado constituido de la manera siguiente (…)También adjuntamos el reglamento de la federación para conocimiento del señor jefe de la sección de trabajo, para que en esta dependencia se tome en cuenta de la existencia de esta organización obrera”. IV. El Anarquismo: primera influencia ideológica Los anarquistas combatieron a los mutualistas por no enfrentar la raíz del problema de los trabajadores y por su compromiso con los políticos de la época. Los panaderos fueron los primeros en romper con la Confederación de los Artesanos (posición mutualista) y formaron en 1904 la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú”(con ideas anarquistas) en este grupo estuvieron Manuel Caracciolo Lévano y Delfín Lévano entre otros, inician el movimiento sindical y organizan por primera vez el 1° de Mayo en 1905 que contó con un masiva participación de la clase trabajadora (aproximadamente 5 000 personas) teniendo como ponentes a Manuel Gonzáles Prada (iniciador del anarquismo en el Perú) y Manuel Caracciolo Lévano, tuvo como tema central la lucha por las 8 horas de trabajo. La clase obrera peruana empezó a adoptar las ideas anarquistas, ayudándole a organizarse sindicalmente y es por eso que se hablará del anarco-sindicalismo. No puedo dejar de mencionar a la prensa obrera anarquista que fue de gran importancia, y sirvió como defensa frente a las calumnias de una prensa conservadora que tergiversaba el problema obrero describiéndolos de revoltoso y violentos en vista de que no habían vivido antes este movimiento social. Como fue el caso del periódico La Prensa que se manifiesta en contra de las huelgas obreras, esto causó una réplica en Los Parias colocando como titular “Las huelgas y La Prensa”: “(…) La Prensa ha censurado desde un principio la huelga de Huacho. Trató de extraviar la opinión pública (…) los panaderos se declararon en huelga en solidaridad a la matanza de mujeres de Huacho. Es criminal, es inhumano, decir que las huelgas no son provocadas por la miseria del pueblo, sino por la labor envidiosa de unos cuantos agitadores. Solamente a un cretino se le ocurre decir tales torpezas (…)” . Los periódicos obreros con influencia anarquista eran: La Protesta, Los Parias, el Hambriento, el Oprimido . La Protesta como la principal difusora ellos nos dirán: “(…) sacamos “La Protesta” voceando la anarquía como ideal nuestro y el sindicalismo revolucionario como medio de organización obrera” . V. Hacia la conquista por las ochos horas laborales El 25 de noviembre de 1918 se aprobó la ley Manzanilla que consistía en el trabajo de 8 horas laborales sólo para mujeres y niños. Esto despertará en los obreros las fuerzas de seguir luchando y conquistar las 8 horas de trabajo para todos, repercutió principalmente en las industrias de tejido, el 23 de diciembre los trabajadores de la fábrica “El Inca”, ingresan a la huelga indefinida. Luego, una comisión de 20 hombres se traslada a Vitarte para poner en conocimientos a sus compañeros. Luego que los obreros de la fábrica “El Inca” llegan a Lima se reúnen con los obreros de la capital y se realiza una asamblea para definir el problema y plantear su pliego de reclamos en conjunto. Esto nos lo cuenta Julio Portocarrero: “Se abrió la asamblea. Se hicieron presentes, saludaron, informaron que habían venido de Vitarte a ver nuestra resolución (…) Y entonces al hacer uso de la palabra dije: que era el único camino, la única solución de nuestra situación nosotros no podemos estar en contra de esa ley que se dado a favor de las mujeres y los niños, porque al estar en contra, ¿qué demandamos? ¿Qué salgan de la fábrica? ¿Qué sean echadas a las calles? ¿Cómo vamos a querer que nuestras compañeras y los niños sean echados a la calle? De ninguna manera. Nosotros tenemos que defenderlos, ¡y las 8 horas deben ser extensivas para todos nosotros!” . A los pocos días se les unieron los trabajadores textiles de la Vitarte Cotton Mill formando ambos el Comité de Lucha Vitarte-Inca, haciendo un llamado a que los demás trabajadores de tejidos. Este llamado no sólo fue a los trabajadores textiles, sino a toda la clase trabajadora. En un comunicado del Comité enviado al público dice lo siguiente: “(…) No es un capricho el que sostenemos: es un deber altamente humano que los hijos de obreros tengan salarios y un trabajo que les permita alimentarse mejor y dar debido descanso a su organismo a fin de que las generaciones futuras sean fuertes en energía física y moral” . Formando el Comité de Huelga Vitarte–Inca establecieron propagandas en otras organizaciones obreras, solicitando su apoyo y el nombramiento de representantes, el 26 de diciembre la fábrica de Tejido La Victoria se les unió, como San Jacinto y el 28 de diciembre El Progreso. Los panaderos, por su cuenta, presentaron el 30 de diciembre a los propietarios de panaderías su pliego de reclamos, marcando las 8 horas de trabajo . En la asamblea realizada el 31 de diciembre de 1918, se acordó la convocatoria a un mitin obrero, para el 01 de enero de 1919 a la vez se elevaba el pedido al Ministro de Justicia de liberar a los compañeros detenidos en Huacho (entre ellos Gutarra) que fueron apresados allá al informar de la huelga a los compañeros de huacho, en el parque Neptuno (donde fue la asamblea) fueron reprimidos por la fuerza policial, deteniendo a muchos compañeros. En esta misma asamblea se acordó pasar la siguiente nota a la Federación de Estudiantes del Perú (FEP), solicitando su apoyo moral, en esos momentos el presidente FEP era el estudiante Felipe Chueca. El 2 de enero se sumaron los panaderos y es cuando aparecen las primeras ollas comunes en la capital. El 6 de enero el Comité de Huelga reunido en el local de la Sociedad Hijos del Sol, constituido por los delegados de las fábricas textiles: El Inca, Vitarte, La Victoria, San Jacinto, La Unión; se acordó disolverla designándose en su reemplazo el Comité Pro-Paro General, al sumarse los delegados de Huacho, jornaleros del Callao, motoristas y conductores, zapateros y curtidores. En aquel entonces la prensa informaría la posición que toma el propietario ante la huelga: “(…) pues estos se niegan a conceder el jornal de 8 horas, que según todos las versiones es el punto capital para los arreglos; ante esta negativa de parte de los propietarios, ayer no han concurrido a varios establecimiento, los panaderos paralizando de esta manera las labores cotidianas y obligaciones a los dueños a cerrar sus puertas” . Y en los periódicos anarco-sindicalistas denunciaban la actitud de los patronos: “Ningún gremio peor condenado en el trabajo que este sometido a una labor antinatural y fatigosa, condenado por la ciencia médica, el obrero panadero es víctima de la explotación capitalista y de las enfermedades generadas por esa profesión antihumana, sin embargo, los patronos, con el fútil pretexto de que sus negociaciones no le permiten aumentar sus planillas de agosto, pero sí se les permite comprar automóviles y construcciones se niegan a aceptar la jornada de 8 horas” . El 13 de enero empezó definitivamente el paro nacional continuando el 14. En esos días toda Lima estaba paralizada ya que solo transitaban las ambulancias. Sin embargo las negociaciones con el ministro de fomento Manuel A. Vinelli seguían llevándose entre trabajadores y con la colaboración de la Federación de Estudiantes del Perú (FEP). Los estudiantes se solidarizaron con la clase obrera; uno de sus representantes fue Víctor Raúl Haya de la Torre. Pero colaborar en las negociaciones no quiere decir que él logró la conquista de las 8 horas laborales sino la emancipación de los trabajadores será lograda por los propios trabajadores. Sin embargo Felipe Cossío del Pomar no lo considera así, sino él hace referencia a un sólo hombre quien logró la conquista: “La justiciera jornada de 8 horas la idea inspiradora es una, la voluntad realizadora también es una, las dos emanan de Víctor R. Haya de la Torre” . El 15 de enero de 1919 se logró la conquista de 8 horas laborales después de años de espera y luchas constantes, el pueblo salió a las calles de Lima festejando su victoria. Pero, ¿qué se logro?, ¿luego de esto ya no habrá luchas obreras por la jornada de 8 horas? En teoría se logró la jornada de 8 horas, sin embargo los obreros también pedían en sus demandas el aumento salarial y al no tomarse en cuenta hubo lugares a los que no se acató la suspensión del paro general como fue el caso del Callao. Es por eso que la huelga continuo en mayo por la reducción de los productos de consumo, ya que no les alcanzaba con los sueldos recibidos. VI. Cartas obreras como denuncias La Federación es una forma de organización que tuvieron que asumir los obreros para fortalecer sus demandas y ser escuchados. Tuvieron que luchar denodadamente por lograr a traer a los demás trabajadores, evitar el divisionismo, obtener recursos y medios de expresión y plantear demandas a los patronos. La Federación Gráfica se funda el 14 de enero de 1919 un día antes de la conquista por las 8 horas laborales, sin embargo vemos en esta organización una consistencia, ya que con las cartas encontradas nos demuestran el compañerismo latente frente a las injusticias de los patronos. Se puede pensar que una vez declarada la ley de las 8 horas por el Ministro de Fomento se establecería las 8 horas de trabajo en todo el país, sin embargo veremos que esto no era así. El decreto dice los siguientes: Art.1.En los talleres del Estado, en sus ferrocarriles, establecimientos agrícolas e industriales y en las obras públicas que ejecuta el gobierno, se fijen en 8 horas el tiempo de diario, manteniéndose el monto de los actuales salarios.Art.2.En las fábricas, ferrocarriles, establecimientos industriales agrícolas y mineros, de empresa o de particularidades el tiempo de duración del trabajo diario se fijará de mutuo acuerdo entre los propietarios; industriales o administrativos, con los operarios. A falta de acuerdo y, mientras el Congreso estatuye sobre el particular, el tiempo de duración del trabajo quedará sometido de hecho al régimen oficial de 8 horas, manteniendo el monto de los actuales salarios. Fuente: Martínez de la Torre, Ricardo. Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú. Lima: Editorial Frente. 1935. p 448. En la carta que se dirige al Ministerio de Fomento, hay una preocupación por parte del secretario general que no se acatar la ley de las 8 horas de trabajo en esa industria. Sin embargo encontraremos más adelante la insistencia del secretario de la Federación Gráfica del Perú, sobre este punto: “ (…) que se respete los derechos del capital para el progreso de la industria grafica, y acatar las leyes del país pone en nuestro conocimiento que a pesar de regir en todas las fábricas y talleres la observancia de la jornada de 8 horas (…) La Federación Grafica del Perú alarmada por este retrogrado sistema que hiere directamente los intereses de sus asociados ha formulado su respectiva protesta por oficio- el que adjuntamos- ante el jefe de la referida casa, el cual no ha obtenido respuesta alguna” “Ynsistimos (sic) nuevamente con gran sentimiento en molestar la atención de Ud. Para manifestarle que esta Federación a pesar del esfuerzo que hace para conservar en el más equilibrio la armonía que creemos necesaria debe existir entre obreros y patronos, no podemos conseguir ni siquiera el acatamiento y el respeto a las leyes que rigen en el orden social leyes decretadas que por principio de moralidad hay que acatarlas para la responsabilidad nuestra y bienestar de la intereses colectivos” . Como la ley de las 8 horas laborales no se cumplía, ésta también será denunciada por José Carlos Mariátegui: “El decreto de las 8 horas que fue arrancado por la fuerza solidaria del proletariado de la capital en 1919, hasta el presente sólo se ha cumplido en determinados sectores” . El decreto de la jornada laboral de 8 horas emitido por José Pardo, también hace referencia a los mineros, sin embargo ni en la capital y mucho menos en las provincias esta ley se cumplía. Los trabajadores no contaban con el apoyo del Estado para que intervenga ante sus patrones para que acaten esta ley. Por eso, la clase obrera se organiza y se ayudan entre ellos para reivindicar sus derechos. En La Labor, José Carlos Mariátegui hace una reflexión al respecto, sobre las condiciones de trabajo en las minas: “La jornada de 8 horas no ha sido establecida hoy en las minas, no obstante de que para el trabajo subterráneo la misma jornada de 8 horas es excesiva” . No solamente veremos denuncias en el incumplimiento de las 8 horas sino también otros casos como: “En caso de enfermedad justificada con certificado medico a satisfacción del jefe del taller se abonara la mitad del jornal. (…) Y para burlar su cumplimiento toda vez que enferme algún operario se le despide, inhumanamente como sucede con un federado nuestro que trabaja en la Litografía pero no hay esta armonía entre capital y trabajo.” Uno de los fines de la organización obrera es defender sus derechos y no mantenerse aislados sino actuar colectivamente, este propósito hizo agrupar a los nacientes obreros del siglo XX para poderse defender de sus patronos, sin embargo veremos que no bastará con organizarse internamente sino también juntarse con otras organizaciones obreras formando en julio de 1919 la Federación Obrera Regional Peruana. Como puede notarse la clase obrera comprendió que debían mantenerse unidos para así afrontar las injusticias, por lo tanto se defendían entre ellos, como es el caso: “La Federación de Electricistas del Perú, presenta esta reclamación a las E.E. A.A por que se ha concusado (sic) a hostilizar a los obreros que más se distinguieren en este movimiento, y sobre todo, lo hacemos con el fin de evitar un conflicto que nosotros no queremos provocar si se cumple con los compromisos que las empresas han adquirido para con sus trabajadores. No esta demás que hagamos presente al señor jefe de la sección de trabajo, que la Federación toma esta actividad en defensa de sus miembros, después de que sin causa justificado se han separado del compañero que desempeño la secretaria del comité de huelga”. Como se ve en este caso la clase obrera y sobre todo los dirigentes sufrían la represión por parte sus patrones, sin embargo estando agrupados les permitían reclamar ante semejante injusticia. Otro caso lo encontramos en la Federación Gráfica del Perú. “Habiendo denunciado ante esta Federación de los incalificables abusos cometidos por los propietarios de lesa imprentas La Marti y C. y Progreso Editorial de despedir injustamente a nuestros federados Guillermo Angulo, prensista, y Enrique La Fuente, cajista” Quisiera mencionar un caso similar ocurridos ya años anteriores, en 1911, donde los redactores (obreros) denuncian el despido injustificado de uno de sus compañeros este suceso fue en la fábrica de Tejido “Santa Catalina”: “No habíase (sic) alejado de la fábrica unos diez pasos el obrero García, cuando el trepidar de las maquinas ceso simultáneamente, y los obreros todos abandonaron sus labores ofreciéndole al patrón no regresar al trabajo mientras no fuera repuesto en sus maquinas el obrero despedido” VII. Conclusiones La jornada laboral de las 8 horas es una de las más importantes conquistas de la clase obrera peruana, fueron años de heroica y tenaz lucha contra patrones y el propio Estado, ambos se unieron contra la clase obrera, haciendo caso omiso a sus reclamos, sin embargo el pueblo tendrá que realizar grandes gestas por sus derechos. En el proceso de 1896-1919 hemos encontrado fracasos y victorias y de cómo en el transcurso de los años la clase obrera peruana se fortalece con sus experiencias. Una de las más grandes victorias ganadas fue la conquista por las 8 horas, que durante muchos años desearon los obreros hasta su realización, pero el obrero después de conquistar su lucha tendrá que seguir luchando para mantenerla y no dejar que le quiten lo ganado. A pesar, de su conquista todavía en 1920 había patronos que no respetan la ley de 8 horas de trabajo. Esto lo conocemos por las cartas emitidas por los propios obreros y también lo denunciaran en la prensa escrita. La clase obrera se dará cuenta de la gran importancia que es organizarse para poder ser escuchados y exigir sus demandas -como se vio- antes no existía una organización sindical (1896), no estaban unidos, esto les convenía a los patrones, ya que podían expulsar a los dirigentes y el resto de trabajadores no podían hacer nada para evitarlo. Pero esto con los años fue evolucionando se empezaron a organizarse y no solo eso también adoptaron una ideología en ese entonces estaban las ideas de los anarquistas, quienes les enseñaron a ser más unidos y solidarizarse con sus compañeros ya que se dieron cuanta que tenían un problema en común. El proletario para entonces se convierte ahora en clase obrera. Con la formación de las Federaciones obreras la clase obrera salía en defensa de sus compañeros, como fue el caso de enfermedad donde eran despedidos. Las cartas presentadas en este estudio sirven de fuente histórica, para conocer la situación obrera una vez conquistada una de sus grandes victorias. VIII. Bibliografía Fuentes impresas BARCELLI, Agustín (1971): Historia del Sindicalismo Peruano. Lima: Editorial Jatun Runa. BASADRE GROHMANN, Jorge (2005): Historia de la república del Perú (1822 1933) Lima: Empresa Editorial El Comercio. BASOMBRÍO, Carlos (1985): El Movimiento Obrero N°.1. Lima: Editorial Tarea. 3ra edición. COSSÍO DEL POMAR, Felipe (1969): Víctor Raúl (1895-1970). Biografía de V. R. Haya de la Torre. México: Editorial Cultura. KAPSOLI, Wilfredo (1980): Mariátegui y los congresos obreros. Lima: Empresa Amauta. LÉVANO, César (1984): La verdadera historia de la jornada de las 8 horas. Lima: Editorial Triunfaremos. MARIÁTEGUI, José Carlos (1986): Ideología y Política. Biblioteca Amauta. Lima Decimosexta Edición. MARTÍNEZ DE LA TORRE, Ricardo (1935): Apuntes para una interpretación Marxista de la historia social del Perú. Lima: Editorial Frente. MARX, Carlos y ENGELS, Federico (1975): Manifiesto del Partido Comunista. Quinta Edición. Pekín. PORTOCARRERO, Julio (1987): Sindicalismo Peruano. Primera etapa 1911-1930. Lima: Editorial Gráfica Labor. SÁNCHEZ ORTIZ, Guillermo (1985): Delfín Lévano (Biografía de un líder sindical). UNMSM. STEIN, Steve (1986): Lima obrera 1900-1930. Lima: Editorial El Virrey. T. I. SULMONT, Denis (1977): Historia del Movimiento Obrero Peruano (1890- 1977). Lima: Editorial Frente. TORRES, Manuel (1979): Breve antología del pensamiento anarquista en el Perú. Lima: Taller de Estudios Andinos. YEPES DEL CASTILLO, Ernesto (1972): Perú 1820-1920, un siglo de desarrollo capitalista. Lima: IEP. ZITOR (Seudónimo) (1946): Principales huelgas y paros habidos en el país. Lima: Mecanografiada. Fuente periodística La Crónica, Lima 03 de enero de 1919. La Protesta, año IX. N° 86. Lima, segunda quincena de febrero de 1920. La Protesta, Año. V. N° 47. Por: Ateneófilo (seud) ¡PUEBLO A LA CALLE! Lima, segunda quincena de mayo de 1916. La Protesta, El fracaso de la democracia. Año V. N° 47 Lima. Segunda quincena de mayo de 1916. La Protesta, Lima, la quincena de enero de 1919. N° 74 .año VII. Fuente de archivo AGN. Expedientes Laborales/ Reclamos colectivos. Legajo 01. El 22 de enero de 1920. AGN. Expedientes Laborales/ Reclamos colectivos. Legajo 01. El 13 de marzo de 1920. AGN. Expedientes Laborales/ Reclamos colectivos. Legajo 01. El 10 de junio de 1920. AGN. Expedientes laborales/Gremios. 01. Caja. Nº 1. Lima Diciembre del 1919. AGN. Expedientes laborales/Gremios. 01. Caja. Nº 1. Lima enero 17 de 1920. AGN. Reclamos Laborales/ Gremios. Legajo N 3. Lima El 25 de febrero de 1938. IX. Anexos Nº 1 EXPEDIENTE RELATIVO AL PEDIDO DE RECONOCIMIENTO DE LA FEDERACIÓN DE ELECTRICISTAS DEL PERÚ”. LIMA. DICIEMBRE DE 1919 Lima Diciembre del 1919 Señores Jefe de la Sección de trabajo Ministerio de Fomento Habiéndose instalado en esta fecha la federación de electricistas del Perú, institución creada con el objeto de llevar a cabo una labor de cultura y solidaria institucional, cumplimos con poner en conocimiento de Ud la nómina del comité administrativo que ha quedado constituido de la manera siguiente. Secretario General: Marcial Alban Secretario de Actas: Alberto Bogino Pro- secretario: Remigio Vásquez Contador: Fernando Goridry Bibliotecario: Vicente Llanas Vocales: Ramón Ruiz, Lucas Alzadora, Santiago Figueroa y Fidel Maurtua. También adjuntamos el reglamento de la federación para conocimiento del señor jefe de la sección de trabajo, para que en esta dependencia se tome en cuenta de la existencia de esta organización obrera. Soy de S. D de la S. de F. Por la Federación de electricistas del Perú. Marcial Albán Secretario General Anexo Nº 2 Lima 17 de enero de 1920 Señor Jefe de la Sección del Trabajo A nombre de la Federación de electricista del Perú, cuerpo representativo de los intereses de los trabajadores del gremio pertenecientes a las centrales generadoras de Chosica, Yanacoto, Sta Rosa y oficinas de Lima, cumplimos con poner en su conocimiento que en la fecha hemos mandado una nota al señor secretario de las Empresas Eléctricas Asociadas, haciéndola una reclamación sobre el incumplimiento del artículo 8 del pacto que puso fin a la última huelga. La Federación de Electricistas del Perú, presenta esta reclamación a las E.E. A.A por que se ha concusado(sic) a hostilizar a los obreros que más se distinguieren en este movimiento, y sobre todo, lo hacemos con el fin de evitar un conflicto que nosotros no queremos provocar si se cumple con los compromisos que las empresas han adquirido para con sus trabajadores. No esta demás que hagamos presente al señor jefe de la sección de trabajo, que la Federación toma esta actividad en defensa de sus miembros, después de que sin causa justificado se han separado del compañero que desempeño la secretaria del comité de huelga. Al dirigirnos al señor jefe de la sección trabajo, lo hacemos con el objeto de que se busque una solución a esta enojoso asunto, por cuanto el pacto que hacemos mención dice: “no podrán ser despedidos, sin causa justificadas ninguno de los operarios que toman parte en esta reclamación” y además lo hacemos por que creemos que este despacho ha de tomar empeño en evitar cualquier conflicto que pueda ser solucionado con un poco de buena voluntad. Esperando que la sección del trabajo, tome nota de este conflicto motivado por el incumplimiento de una de las cláusulas de pacto aprobado por ambas partes, somos de Ud. S. J. Por la Federación de Electricistas del Perú. Manuel Albán Secretario General Anexo Nº 3 Lima, agosto 31 de 1921 Señor jefe de la Sección de Trabajo Como a raíz del movimiento que tubo origen en la separación del jefe de la central de Yanacoto, se quieren tomar medidas de represión contra los operarios que tomaron parte de el, esta Federación comunica a Ud que injustamente se han separado a dos compañeros carrilanos, acusados de faltas que a ser ciertas están dentro de las atribuciones de los códigos que nos rigen y no al capricho de una empresa que con su actitud puede dar lugar a rozamientos que la sección de trabajo y esta Federación están en el deber de evitar en aras de la tranquilidad pública. Por eso, la Federación de Electricistas del Perú, hace presente que declina toda responsabilidad en el probable caso de un nuevo conflicto ocasionado por las medidas que las empresas han concusado (sic) a poner en practica, despidiendo a operarios acusados de estos cometidos durante los días de huelga; medidas estas, que la Federación esta decidida a no permitir, para lo cual se dirige a Ud a fin de que dicte las medidas que crea más conveniente. Soy de Ud. S. J atte. Marcial Albán Secretario General Anexo Nº 4 Ministerio de Fomento.- Dirección General de Fomento FEDERACIÓN GRÁFICA DEL PERÚ Fundada el 14 de enero de 1919 Lima, 10 de junio de 1920 Sr. Director de la sección del trabajo Ynsistimos (sic) nuevamente con gran sentimiento en molestar la atención de Ud. Para manifestarle que esta Federación a pesar del esfuerzo que hace para conservar en el más equilibrio la armonía que creemos necesaria debe existir entre obreros y patronos, no podemos conseguir ni siquiera el acatamiento y el respeto a las leyes que rigen en el orden social leyes decretadas que por principio de moralidad hay que acatarlas para la responsabilidad nuestra y bienestar de la intereses colectivos. Es el caso señor director para el régimen de los talleres gráficos un laudo pronunciado hace algún tiempo, que debe servir de pauta a los obreros y a los patronos en el manejo de sus intereses, pero sucede que esta fallo ha resultado ineficaz por que casi no se observa ni como principio ni como disciplina en algunos talleres gráficos y vamos a demostrarlo; en la cláusula 3ª del fallo arbitral dice: “En los días feriados se pagará doble jornal”. Pues bien, la litografía del Sr. Pedro Berrion ha cometido el incalificable abuso de expulsar a los operarios don Rafael Velero Palma y Cesar Cárdenas por no querer contravenir el citado fallo trabajando los días feriados sin la remuneración del 50 % y el mayor atropellos consumado por dicha caso ha sido la negación de abonarles 3 días legítimamente trabajados, haciendo escarnio del fallo y damnificando de esta manera la modesta condición de los operarios mencionados. Al elevar a Uds. Sr. Director muestra protesta, le manifestamos que miembros no se establezca la equidad, la justicia y no se preste garantías a nuestros asociados, esta Federación será incansable en reclamar sus derechos cuando sean vulnerados por la inescrupulosa de los patrones. Como esta federación tiene obligación de escuchar las quejas legítimamente comprobadas, cumplidas con pensar en nuestro conocimiento el abuso cometido por la litografía Berrio, esperando de su digno despacho la sanción correspondiente. Humberto Ybañes Presidente.
Manuel González Prada. Ensayos. Es una edición hecha con limpidez y pasión. Rescata las correcciones del autor y han sido cotejadas por Isabelle Tauzin-Castellanos.
La publicación de este texto prueba que todas las anteriores ediciones están pobladas de erratas, especialmente en lo que refiere a los ensayos de Manuel González Prada. De allí la importancia del trabajo de Isabelle Tauzin-Castellanos, quien no sólo ha corregido y comparado con los originales, sino que ha tomado en cuenta las anotaciones a mano del propio escritor de ideología anarquista, después de la publicación de sus libros.
Entonces, se trata de una edición limpia destinada a revalorar a un auténtico y apasionado escritor que supo señalar las miserias y grandezas de una sociedad, cuyo proyecto histórico vive sus últimos años. En efecto, tal como se indica en la presentación: “La cronología es el hilo conductor de esta edición crítica. Gracias a la novedosa presentación de variantes, mostramos el pensamiento en acción y no sólo el resultado final de las lucubraciones. La hipertextualidad no está al servicio de la erudición pura sino evidencia la constancia del escritor. Éste tiene en la mente sus diferentes textos; unos hacen eco a otros; González Prada nunca se cansa de escribir ni de corregir como lo revelan las anotaciones agregadas a ‘Notas acerca del idioma’, con motivo de una segunda, tercera o cuarta lectura. A la vez el poeta es voluble; reacciona contra la tentación, el conservadurismo y siempre investiga nuevas posibilidades formales, imitando modelos extranjeros, desdoblándose para escribir a la vez poesía de circunstancias y poesía pura”
Se ha tomado en cuenta testimonios, las diversas publicaciones de la época literaria y han sido debidamente comparadas. Para completar una exhaustiva bibliografía revisada, se ha logrado publicar la más amplia, cuidada y revisada hasta ahora bibliografía de Manuel González Prada. Isabelle Tauzin-Castellanos es profesara principal de la Universidad Michel de Montaigne de Burdeos (Francia). Ha publicado Textos inéditos de Manuel González Prada (2001), Baladas (2004) y Manuel González Prada: escritor de dos mundos (2006). Manuel González Prada. Ensayos es una edición a cargo del Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma.
Diario La Primera
Link: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/especial/la-limpidez-y-gonzalez-prada_47982.html
Por Pedro Morote
…..La Jornada de las Ocho Horas es otra vez meta reivindicativa para los trabajadores peruanos. Y viene siendo el candidato presidencial Alan García quien señala esta urgencia social al haber ofrecido ñdesde el inicio de su campaña electoral y, sobre todo, en su confrontación del sábado pasado con Toledoñ que será objetivo de un gobierno suyo hacer prevalecer esa conquista laboral, actualmente convertida en letra muerta por obra de las leyes antilaborales del fujimorato y por conspicua acción, en los hechos, de los llamados «services», cuyas ilegales prácticas de intermediación en los contratos laborales tienen el nefasto efecto de alargar la jornada de trabajo y de acortar los jornales y los demás derechos de los trabajadores.
La limitación de la jornada laboral fue conquistada en el Perú por obra del movimiento anarcosindicalista que ñsiguiendo el ejemplo de los trabajadores estadounidenses que habían conseguido, en las históricas y cruentas «Jornadas de Chicago», el derecho a la jornada de ocho horas y a la semana laboral de cuarenta y ocho horasñ movilizó, a fines de 1918 y a inicios
de 1919, al proletariado limeño: panaderos, textiles, gráficos, ferrocarrileros, zapateros, sastres, portuarios y otros gremios, para lograr que se implantase el límite de ocho horas al día de trabajo.
La lucha por esa reivindicación histórica fue liderada, en las postrimerías del gobierno de José Pardo y Barreda, desde las páginas de un periodiquito llamado «La Protesta», por combativos dirigentes obreros anarcosindicalistas como el panadero Manuel Caracciolo Lévano (padre del sindicalista Delfín Lévano, abuelo del periodista César Lévano) y, entre otros, el obrero textil Luis Felipe Grillo, animados todos de ellos de una ideología socialista
libertaria y un solidario espíritu de clase.
La movilización por la Jornada de las Ocho Horas la convocó, en diciembre de 1918, el Primer Congreso de la Federación Obrera Local de Lima, y a su llamado se plegaron la Federación de Artesanos y varias otras organizaciones gremiales. Los primeros en declararse en huelga fueron los obreros textiles de Vitarte y su acción fue rápidamente secundada por todos los sindicatos de esa rama industrial. Estuvieron presentes en esas históricas luchas sociales José Carlos Mariátegui, desde «El Tiempo», periódico opositor al gobierno civilista de José Pardo, y Víctor Raúl Haya de la Torre, desde la Federación de Estudiantes del Perú.
El paro general lo decretó una organización popular surgida al calor de aquellas huelgas: el Comité Central Ejecutivo del Paro General, y la paralización obrera ñque inmovilizó completamente a Limañ se cumplió entre el 13 y el 15 de enero de 1919.
«La combatividad obrera y la paralización total de las actividades en
la capital ñha escrito de esos días de dramáticas y heroicas luchas sociales el sociólogo e historiador francés Denis Sulmont, nacionalizado peruano, en un ensayo titulado «El Movimiento Obrero Peruano (1890-1980), Reseña Histórica»ñ crearon un clima de zozobra en el seno de las clases dominantes y obligaron al gobierno a negociar».
El presidente Pardo y Barreda, tras fracasar una conciliación propuesta por los dirigentes estudiantiles y rechazada por los obreros, cedió finalmente. El decreto que reconoció la Jornada de Ocho Horas fue firmado el 15 de enero de 1919.
Han pasado desde entonces ochenta y dos años… Muchas de las conquistas logradas por los peruanos en esas y otras combativas jornadas se han convertido en un saludo a la bandera y en letra muerta por obra de las leyes fujimoristas, especialmente por el engendro legal que es el Decreto Legislativo 728, norma que ñal haber consagrado una amplia y acomodaticia gama de contratos laborales llamados «de modalidad»ñ ha propiciado la proliferación de los «services», nefastas instituciones de intermediación entre los trabajadores que ofrecen su fuerza laboral y las empresas demandantes de trabajo, cuya presencia en nuestro medio representa la negación creciente, en los hechos, a los hombres y mujeres del Perú, de muchas esenciales conquistas sociales, entre ellas de estos básicos derechos laborales: estabilidad laboral, jornada de ocho horas y remuneración compatible con la dignidad humana.
Las leyes fujimoristas y los ñ»services» han hecho que, en medio de la atroz recesión en que el Perú se debate y sobrevive a duras penas desde hace una década («equilibrio secular de desempleo», llamaríanle los economistas keynesianos), se incremente la desocupación, prolifere el subempleo en inimaginables formas de ocupación que el pueblo inventa para subsistir y aumente el número de desempleados, que engruesan lo que Marx llamó ëëel
ejército industrial de reserva».
Ante la presencia de las innumerables legiones de desocupados, la tranquilidad social ñ¡espantable paz de cementerios!ñ está garantizada en el Perú. Y si, en esta insoportable levedad de cosas, alguien reclama por sus derechos, recibirá, seguro, esta cínica respuesta: ëëSi no te gustan las condiciones laborales, la duración de la jornada y el salario, las puertas están abiertas para que busques trabajo en otro sitio».
Hora es ya de que ñjunto con la reactivación productiva, ¡que sí se puede hacer!ñ se deroguen las leyes laborales del fujimorismo, se controle estrechamente a los «services» y se acabe la inicua situación social que posibilita que insensibles patronos pongan a los trabajadores ante la dilemática y chantajista alternativa de aceptar una inhumana explotación o de optar por la dureza del desempleo absoluto.
Link: http://www.larepublica.pe/node/116381/comentario/comentario
GERARDO LEIBNER
Universidad de Tel Aviv
A fines del siglo XIX y durante las tres primeras décadas del XX surgieron en el Perú críticas socio-políticas que no sólo enfrentaban al orden oligárquico imperante, sino cuestionaban las bases mismas de la nación peruana criollo-mestiza. En los pensadores escogidos, estas críticas se cristalizaban en la búsqueda de alternativas radicales, o sea que transformen de raíz, esencialmente, la sociedad. En el Perú de comienzos de siglo, plural, multifacético, pero principalmente escindido entre dos polos de referencia socio-culturales -el criollo-costeño dominante y el runa-andino dominado-, propuestas que se reducían a adoptar ideologías revolucionarias universalis- tas o a enfrentar a la oligarquía criolla dentro de los ámbitos de la política criolla no tenían un significado radicalmente transformador. Una actitud consecuentemente radical implicaba necesariamente la reivindicación de la población considerada indígena, gran mayoría demográfica, como principal componente de la nación peruana, centrando en ella sus proyectos de transformación social e integración nacional.
La inclusión de González Prada y de Mariátegui en la categoría de «radicales» no es ninguna novedad, aunque no siempre esta categoría es usada en el sentido que he definido anteriormente. Tampoco creo que este tipo de categorías tengan un valor intrínseco, sino que se justifican en función de su uso, de su capacidad para ilustrar alguna faceta de un proceso histórico.
Este trabajo pretende «rescatar» la figura algo olvidada y aún no suficientemente estudiada de Pedro Zulen. Por ser el menos conocido, le dedicaré más espacio. Señalaré también, de paso, su tampoco reconocida contribución al interés de Mariátegui por la cuestión indígena. Más allá del reconocimiento de la autonomía y personalidad de los pensadores, este análisis propone priorizar su estudio contextualizado, aunque por razones de espacio, me conformaré sólo con esbozar ciertas hipótesis interpretativas al respecto.
Al decir que un radicalismo peruano de principios de siglo tenía que implicar la reivindicación del Perú indígena, me refería a reivindicar a la población indígena, los «indios» o los runa, como generalmente solían denominarse y prefiero denominarlos. No hay que confundir esta reivindica- ción con la de las supuestas raíces históricas indígenas del Perú, aunque nuestros pensadores también la compartan. La reivindicación histórica era característica de la mayoría de los intelectuales peruanos de principios de siglo (a excepción de un sector hispanista, decreciente, reducido y conservador) y de generaciones anteriores de intelectuales. Pero ella no significaba necesariamente cuestionar la posición social de los indígenas vivos, la gran mayoría de los entonces habitantes del Perú. Los intentos de apropiación de la historia indígena por parte de los nacionalistas criollos del siglo XIX están muy bien ilustrados en el título de un trabajo de Cecilia Méndez: «Incas Sí, Indios No».1
Se hacen necesarias dos aclaraciones: 1) en este trabajo me limito a proyectos radicales y anti-oligárquicos peruanos. Peruanos no sólo en el obvio sentido de la palabra, sino también en que se trata de pensadores que piensan en función de una nación peruana integral. No pretendo analizar otros proyectos e ideologías existentes entonces en el ámbito runa campesino y en el andino en general, que supuestamente promovían proyectos nacionales distintos, principalmente tahuantinsuyanos. 2) Nuestros tres pensadores pertenecen al sector étnico-social regido por el polo cultural criollo-moderno, lo que condicionaba, en cierta medida, sus intereses y su mundo conceptual. Aunque partían de un nacionalismo criollo-mestizo, en su evolución política e intelectual llegaron a trascenderlo al considerar a la población indígena como base esencial, como elemento primordial y activo, como sujetos y no sólo como materia prima humana de una posible nacionalidad peruana integral.
Manuel González Prada fue el primer intelectual criollo destacado que cuestionó las nociones de su sector sobre la nación peruana. Hijo de una encumbrada familia, de educación hispanista, fue de los jóvenes inquietos que en los años 70 buscaron alternativas en la cultura francesa y en el positivismo, adoptando un punto de vista liberal y republicano. Luego, motivado por la debacle nacional en la guerra del Pacífico (1879-82), desarrolló una dolorida e implacable crítica a la vieja oligarquía y su «nación» peruana, costeña y criolla. En su famoso discurso en el teatro Politeama (en 1888), decía bien claro: 2
«Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria ; con los ejércitos de indios disciplinados i sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad media, sólo combatirá por el señor feudal…»
Analizando la tendencia decadente y oportunista de la elite mestiza costeña (González Prada siempre se mofó de los aristócratas limeños que pretendían ser «blancos»), su conclusión era terminante: 3
«No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos i extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los Andes, la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera».
Ese crítico cáustico, ese anti-peruano, pesimista y resentido, como lo acusaban sus rivales, era considerado hasta ese discurso como el vocero más intransigente del patriotismo revanchista anti-chileno. Precisamente, el discurso fue presentado en el marco de una colecta nacional para rescatar las provincias de Tacna y Arica. González Prada combatió como oficial de reserva voluntario en la batalla de Miraflores, en el infructuoso intento por defender a Lima de la invasión chilena, y luego se encerró en su casa negándose a salir a la calle mientras duró la ocupación. Aunque evolucionando ideológicamente, González Prada continuaría durante años fustigando con su afilada pluma a los miembros de la elite criolla que huyeron o colaboraron con la ocupación para proteger sus intereses.4 Sin tomar en cuenta estos antecedentes de nacionalista criollo, no puede apreciarse debidamente la magnitud del impacto e importancia de aquel discurso.
Partiendo de una actitud republicana, nacionalista, laica, de raíz racionalista y positivista, González Prada participó en 1891 en la fundación del «Partido Radical-Unión Nacional». Sin embargo, durante su viaje a Europa, iniciado por razones familiares meses después y prolongado hasta 1898, evolucionó ideológicamente llegando al anarquismo, corriente en auge entonces en Francia y España. Al retornar al Perú, se desilusionó de sus compañeros, dispuestos a pactar con otros partidos y participar en la política criolla. Acercándose a los primeros círculos obreros e intelectuales precursores del anarquismo en el Perú, González Prada se convirtió en su principal punto de referencia intelectual y moral. Su radicalismo peruano se acentuó frente a la recomposición de la oligarquía nacional ampliada y abarcando, desde la revolución del caudillo popular Nicolás de Piérola en 1895, a nuevos sectores provincianos, pero renovando su carácter aristócrata y excluidor de las masas populares, en lo que la historiografia denomina la «República Aristocrática».
González Prada no partió del anarquismo para desarrollar su crítica al Perú oligárquico. Esta se fue desarrollando desde cuestiones concretas, aunque obviamente sirviéndose de los conceptos liberales y republicanos, y luego del anarquismo europeo. Sin embargo, se percibe una separación entre la crítica y la actitud contestataria en la sociedad peruana por un lado, y sus escritos de carácter ideológico y cultural completamente universalistas, europeístas y que trataban de temas muy lejanos a la realidad peruana, por otro. Sus artículos recopilados en el libro Anarquía,5 por ejemplo, podrían haber sido escritos por un anarquista en cualquier otra parte del mundo, tanto por su temática como por sus conceptos. Los análisis peruanos más radicales de González Prada no repercutieron en su mundo conceptual europeo. Ilustrativo de esta separación entre sus críticas concretas y radicales a la realidad peruana y sus conceptos eurocéntricos es su artículo titulado «Los verdaderos salvajes»,6 publicado originalmente en el periódico anarquista Los Parias en 1905. Repudiando los crímenes cometidos por los caucheros, las empresas extranjeras y las autoridades contra los indígenas selváticos en la región de Madre de Dios, González Prada criticaba la colonización, rechazando los conocidos pretextos «civilizadores»:
«¿Quiénes merecen el título de salvajes: los indios bravos que habitan los bosques o los blancos y mestizos que van a civilizarles? […. ] En el país ha recrudecido la manía de colonizar montañas y reducir salvajes, […. ] Somos un ridículo puñado de semibárbaros en un inmenso campo semiagreste [….] civilizador de salvajes, civilízate tú mismo».
Esta crítica, acompañada con la afirmación que los españoles que «vinieron a sembrar la civilización entre los Incas» eran «moralmente inferiores a los descendientes de Manco Cápac», rompían con uno de los paradigmas de la concepción progresista de la historia, resultante del positivismo y el racionalismo, y generalmente compartida por González Prada y los anarquistas de Los Parias. Sin embargo, las afirmaciones anteriores se mezclaban con otra:
«nosotros en vez de comunicar la civilización, nos hallamos en condiciones de mendigarla: una partida de gentes europeas tiene más derecho de venir a humanizar el Rímac o el Chili que nosotros de ir a civilizar el Tambopata o el Madre de Dios».
González Prada no se liberaba del discurso racionalista, progresista y civilizador, y al fin justificador del colonialismo, según el cual una supuesta civilización superior estaba en derecho de humanizar «bárbaros» y «civilizarlos». En sus tesis sobre la cuestión indígena -en cambio- sí llegó a romper totalmente con las concepciones corrientes en el sector criollo, incluso con las indigenistas tutelares y «civilizadoras». Las definía como una cuestión social vinculada al servilismo y el carácter feudal del régimen de haciendas, imposible de resolver con medios pedagógicos (que era la posición más corriente entre los liberales modernistas), y ofrecía como única alternativa posible la resistencia violenta e individual del indígena frente al explotador.7 Alternativa ajena al carácter organizado, social y cultural del tipo de anarquismo preconizado por él mismo. Limitado por su desvinculación con la realidad indígena andina, con las continuas rebeliones, la cosmovisión y las ideologías sociales corrientes entre los runas andinos, González Prada no legó un programa claro a sus seguidores. Esa incapacidad fue criticada más tarde por Mariátegui, quien la atribuyó a las limitaciones propias de la ideología anarquista y a su filiación literaria, aunque reconoció en González Prada «el primer instante lúcido de la conciencia del Perú» .8
El anarquismo pertrechaba ideológicamente a algunos intelectuales y obreros urbanos, permitiéndoles plantear en nombre del progreso y la modernidad su rechazo a la oligarquía criolla aristocratizada, ufana de sus tradiciones hispanas y católicas. El parentesco con la prédica federalista lo convertía en atractivo para algunos jóvenes intelectuales en las pequeñas ciudades de provincias. Pero en su versión modernista y eurocéntrica, no bastaba para esbozar un programa de alcance nacional integral suficiente para dirigirse al ámbito runa-campesino.
El discurso idealizador del Tahuantinsuyu y el interés en las comunidades indígenas que comenzaron a desarrollar ciertos anarquistas en el período de 1912-1915,9 y la actuación anarco-sindicalista posterior en el `Comité Pro- Derecho Indígena Tahuantinsuyu’ en la década del 20,10 con un programa que integraba concepciones anarco-sindicalistas con una prédica restau- racionista, desvirtúan la crítica de Mariátegui acerca de las limitaciones propias del anarco-sindicalismo.11 Creo que las limitaciones de González Prada eran efectivamente ideológicas. Pero no necesariamente el anarquismo en sí, sino los conceptos eurocéntricos del anarquismo positivista que adoptó eran los que se interponían entre él y un programa nacional centrado en la población runa andina.
Sin descartar otras posibles conjeturas que relacionan la incapacidad de González Prada para elaborar un programa nacional con la poca factibilidad de un proyecto tal en los años del apogeo de la República Aristocrática (que agoniza recién paralelamente a González Prada en la segunda mitad de la década del 10), propongo considerar otra hipótesis. Tras considerar a los indígenas como la esencia de la única nación peruana posible, identificar la conquista española como el pecado original, desesperar de la posibilidad de humanizar a los opresores,12 y siendo consciente de su propia ubicación social «distinguida» en el sector criollo y costeño, González Prada no se sentía con derecho o con capacidad suficiente como para pretender formular un programa para los indígenas. Su honestidad intelectual le impedía postularse como líder o intérprete de un sector del cual lo separaba un abismo. Esta puede ser la explicación del extraño hecho que «Nuestros indios», que comenzó a redactar en 1904, jamás fue terminado ni publicado por el autor.13
Zulen y Mariátegui fueron muy distintos de González Prada desde varios puntos de vista: sus orígenes sociales, la pertenencia a una generación posterior, testigos del derrumbe de la República Aristocrática y de la modernización leguiísta. Inmersos en un movimiento de renovación política e intelectual, fueron por lo tanto más optimistas y constructivos.
De origen chino, Pedro Zulen, si bien llegó a formar parte de la elite intelectual criolla de San Marcos, jamás dejó de ser un extraño, un outsider, a ojos de la racista elite limeña.14 Desde esa posición social, marginal dentro del sector criollo, y evolucionando ideológicamente desde posiciones liberales, Zulen iría desarrollando un discurso y una práctica radical entrelazados. Muerto de tuberculosis en enero de 1925 (a los 36 años de edad), su importancia como maestro y antecedente para la joven generación intelectual de los 20 no ha sido suficientemente reconocida, a pesar del tributo que le ofrecieron al fallecer prominentes miembros de aquella generación.15
La figura de Zulen es víctima de algunos juicios apresurados de Mariátegui en sus Siete ensayos. Para la mayoría del público no especializado, los ensayos se han transformado en la principal fuente de información sobre la intelectualidad peruana de principios de siglo. Los juicios vertidos allí son frecuentemente citados como de una autoridad indiscutible, fuera de su contexto y acríticamente, sin tomar en cuenta que, debido a su agenda primordialmente interesada en conjugar socialismo e indigenismo, Mariátegui trató muy superficialmente en ellos a Zulen y la Asociación Pro-Indígena, considerando el indigenismo humanitario como ineficaz pues sólo «sirvió para contrastar, para medir, la insensibilidad moral de una generación»,16 y reduciendo a Zulen a una especie de liberal honesto y abnegado. El mismo Mariátegui tuvo un juicio algo más acertado en un artículo publicado en Mundial a los pocos días de muerto Zulen (2 años antes de los Siete ensayos), donde reconoció su «profunda filiación democrática» e incluso aseguró que, en sus últimos años, «madura en Zulen, lentamente, la fe en el socialismo».17
Tras seguir su trayectoria, Zulen no aparece ni como un socialista definido, ni tampoco como un «inofensivo» liberal humanitario. Pienso que significó el desarrollo inacabado de un pensamiento liberal, democrático y nacionalista consecuente. Tan consecuente que lo llevó paulatinamente a adoptar posiciones anti-oligárquicas, incluso anti-capitalistas, sustentadas en una filosofia moral idealista. Su carácter romántico, ascético y laborioso contribuía a convertirlo en un radical comprometido a enfrentar el orden político y social de su época. Más que intentar encasillar el pensamiento de Zulen según un momento dado de su evolución, creo necesario, en un análisis histórico, trazar esa trayectoria tomando en cuenta no sólo la ideología explícita en su obra escrita, sino también su praxis política y social y los diversos contextos relevantes.
Hacia 1909, tras una serie de debates en el centro universitario de San Marcos, el estudiante de filosofía Pedro Zulen logró impulsar la creación de la «Asociación Pro-Indígena». Desde su puesto de secretario general, Zulen desarrollaría una intensa labor indigenista, hasta la disolución de la Asociación en 1916 y su primer viaje de estudios a Estados Unidos. Por definición, la Asociación Pro-Indígena era una organización paternalista de carácter tutelar. No podía ser distinto al tratarse de una organización de criollos y mestizos que pretendían favorecer a una supuesta inerte raza indígena. Eran un grupo amplio, en el que figuraron varios distinguidos nombres de la elite limeña, aunque se fueron apartando silenciosamente, rehuyendo la dificil y gris labor cotidiana, o tal vez molestos por su cariz contestatario.
El modelo que inspiraba a Zulen en aquellos momentos era el de las ligas inglesas que actuaban por iniciativa privada, obteniendo apoyo de simpatizantes de diversos sectores, al margen de las instituciones del estado, y alrededor de un fin concreto.18 Desde un punto de vista liberal, Zulen combatía los sistemas de reclutamiento de trabajadores indígenas basados en la coacción o el engaño. El «enganche», por ejemplo, interfería en «el libre juego de la ley de la oferta y demanda; única que hace legítima la apropiación del trabajo del obrero, y sin la cual se tendrán únicamente siervos ó esclavos …». 19
La Asociación se proponía principalmente hacer efectivo el estado de derecho, aplicar las leyes existentes superando la brecha existente entre el país legal y el país real. También se proyectaba promover debates, obviamente dentro del país letrado y criollo, acerca de medidas y políticas tendientes al «mejoramiento social de la raza indígena» .20 El objetivo final no era tutelar, sino «convertir a los indígenas en ciudadanos conscientes de sus derechos».21 Para esto era necesario promover la,educación y luchar por los derechos legales, ya que su puesta en práctica, aún parcial, activaría una conciencia cívica indígena.
Estas concepciones liberales clásicas, aparentemente moderadas, conducían, si eran llevadas hasta el fin de sus consecuencias, a un choque frontal con la modernización capitalista subordinada que estaba experimentando el Perú.
El supuesto liberalismo y afán modernizador del hegemónico Partido Civil no pasaba del nivel de la mera retórica y de lo necesario para la incorporación subordinada del país al mercado mundial. La modernización capitalista se efectuaba dentro de los canales de la sociedad oligárquica. La incorporación al mercado internacional implicaba la sobreexplotación de la mano de obra indígena presionada y violentamente forzada a trabajar fuera de sus comunidades. Para los campesinos de las comunidades, significaba una clara amenaza a su forma de vida, a su propia capacidad de subsistencia. En el sur del país crecían los grandes latifundios ganaderos a expensas de los pequeños propietarios y de las comunidades indígenas, acarreando la semi-feudaliza- ción de regiones enteras. Haciendas azucareras (en manos de empresas extranjeras) y algodoneras en los valles del norte, empresas mineras en la sierra central, compañías constructoras de caminos y ferrocarriles y plantaciones agrícolas costeñas competían con las haciendas tradicionales por la mano de obra indígena. Las autoridades locales designadas por el poder central abusaban de su autoridad y se convertían en aliados de los gamonales y de las empresas extranjeras, si no en contratistas o gamonales ellos mismos. El «gamonalismo» completaba su poder con los congresistas que protegían sus intereses cerca del poder central. Como consecuencia, las legislaciones de carácter liberal y universal y la tutelar, que debían proteger los derechos de los indígenas, eran incumplidas en la práctica.
Los discursos liberales de algunos sectores criollos no eran complementados con una acción política y social consecuente. Eran más bien parte de la estructura política ambigua, cumpliendo su papel legitimizador, aunque crítico, del sistema. Jóvenes limeños que, como Zulen, parecían tomar en serio algunos de los postulados liberales o nacionalistas, se convertirían en conservadores en pocos años. En su período liberal no trascendieron los marcos convencionales de la política criolla, y tampoco intentaron incorporar a sus luchas a sectores populares de quienes los separaba un abismo étnico y social.
Zulen simpatizaba con el pierolismo, sector ideológicamente confuso y políticamente inconsecuente, pero con una tendencia a apelar a sectores y populares urbanos en su lucha de carácter caudillista. Estas simpatías surgían precisamente por su carácter popular y no por identificación con el legendario caudillo Nicolás de Piérola. A pesar de su politización, relacionada concretamente con la realidad peruana, es importante acotar que sus conceptos filosóficos idealistas, sobre los que basaba sus elaboraciones políticas, eran europeos. Conocedor de la filosofía europea contemporánea, procuraba leerla en el idioma original, sea inglés, francés o alemán.
Esencialmente, compartía Zulen las premisas del discurso modernista; le preocupaba la comparación de las sociedades modernas consideradas adelantadas con la realidad peruana. En sus primeros análisis comparativos, no superaba una perspectiva progresista y unilineal de la historia, es decir eurocéntrica. Sin embargo -a diferencia de otros supuestos liberales provenientes de la oligarquía criolla, como Francisco García Calderón- la comparación no lo llevaba a recomendar el abandono temporario de los postulados políticos y sociales liberales en favor de un liberalismo económico desarrollista bajo la dirección modernizante de una oligarquía ilustrada.
Refiriéndose al retraso del Perú y otras naciones sudamericanas, explicaba que, en ellas, el término «pueblo» aún no significaba los ciudadanos ejerciendo sus derechos políticos y definiendo sus intereses, sino: «pobres, deshederados, braceros». Tampoco «la gente decente, como se acostumbra llamar á los más ilustrados o más acomodados», goza de plenos derechos cívicos. Sus poderes o derechos dependen «de la situación relativa de cada uno respecto del que ejerce el poder». Comparaba ese estado de desarrollo a la Edad Media europea y a Rusia y Turquía contemporáneas. La lucha política en el Perú era entre quienes procuraban mantener el «monopolio de todos los derechos políticos y civiles» y quienes buscaban la destrucción de ese monopolio. En el futuro próximo se centraría en una cuestión clave de la democracia política: «la verdad y efectividad del derecho electoral de todos los ciudadanos.»22
La experiencia cotidiana de la Asociación Pro-Indígena fue demostrando las limitaciones del sistema político existente. Tras un serio fracaso legislativo en agosto de 1913, la Asociación publicó un manifiesto que implicaba un cambio sustancial de actitud :23
«La Asociación Pro-Indígena cumple, pues, el deber de avisar á los braceros del Perú y en particular á los indígenas, que la causa de su liberación y derechos de ciudadanía continúa hoy, como estaba en la época de la dominación española; y que el amparo de la Constitución y las leyes de la república acuerda á todos los habitantes del país, no los comprende á ellos absolutamente …»
Aunque redactado en español, por primera vez la Asociación se dirigía a los indígenas como sujetos. Implícitamente era un llamado a que tomen su destino en sus manos; incluso podría interpretarse como un discurso justificativo de una futura acción insurreccional. Era la época del acercamiento a los anarco-sindicalistas. En medio de la agudización de los conflictos agrarios, ellos revelaban un creciente interés por la cuestión indígena. Algunos anarquistas colaboraban como socios activos de la Asociación. La Protesta, vocero aparco-sindicalista limeño, reprodujo párrafos del manifiesto.24
El golpe de estado que puso fin al año y medio de presidencia populista de Guillermo Billinghurst y devolvió a la oligarquía civilista el control pleno del poder político, en febrero de 1914, fue otro motivo para la radicalización del discurso político de Zulen. Tanto él como otros intelectuales inconformes comenzaban a usar el término «oligarquía» como sinónimo de enemigo del progreso nacional. Esa actitud se manifestaba más notoriamente en el movimiento descentralista iniciado en las ciudades andinas del sur. Justamente en los jóvenes intelectuales provincianos Zulen había encontrado delegados pro-indígenas y aliados naturales en la lucha común contra el centralismo limeño y el gamonalismo. Algunos de ellos -sin ser anarquistas- podrían definirse como gonzálezpradistas, por cuanto consideraban al ya veterano escritor como su referente intelectual y moral.
El federalismo anti-gamonal de Zulen se expresó en términos muy radicales en La Autonomía, quincenario que publicó durante la segunda mitad de 1915. Tal federalismo no sólo no implicaba un peligro a la integridad nacional, sino que era considerado una «labor de depuración nacional» que permitiría una auténtica democracia.25 Y ésta, según entendía Zulen, implicaba una democracia política basada en el sufragio universal y una democracia social basada en el derecho de todos los ciudadanos a ser pequeños propietarios de tierras. Era necesario romper el latifundio. La subdivisión de las haciendas en pequeños lotes familiares asegurarían que «no faltará nunca á nadie hogar y pan».26
Este discurso, que ya desbordaba el liberalismo inicial, se desarrollaba en el contexto de la agudización de los conflictos rurales en el sur, principalmente como consecuencia de la expansión de las haciendas ganaderas en el departamento de Puno. Allí el gamonalismo adquiría sus caracteres más violentos y los campesinos procuraban organizarse en respuesta, reclamando la ayuda de la Asociación Pro-Indígena. Esta era mayormente impotente frente a los repetidos asesinatos y atropellos.27
En Puno se registró la misteriosa sublevación indígena dirigida por el Sargento Mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas, alias Rumi-Maquí (Mano de Piedra), que supuestamente pretendía la restauración del Tahuantinsuyu. La posición de Zulen frente a esta supuesta rebelión no está clara. A diferencia de Dora Mayer, la otra figura destacada de la Asociación, Zulen no condenó en ningún momento a los supuestos rebeldes. Más bien, publicó comunicaciones de delegados de la Asociación que declaraban que la sublevación había sido fraguada por los gamonales para justificar una masacre y despojos masivos de tierras y bienes. Las actitudes de Mayer y de Zulen eran ya muy divergentes. Mientras este último no veía otra solución que la revolucionaria, ella se anclaba en el indigenismo paternalista inicial y advertía contra los resultados de una acción subversiva indígena. Consideraba que los indígenas eran aún menores que necesitaban prudentes y cultos conductores criollos. Para Zulen, los indígenas ya eran sujetos.
Pienso que sus esfuerzos por aprender quechua durante sus viajes por provincias, y sus anotaciones de ritos y costumbres, demuestran un auténtico interés en tal sentido. Zulen integraba las dos facetas que entre los indigenistas paternalistas iban generalmente separadas: la defensa de los derechos concretos de los indígenas y el interés por su cultura. Al integrarlas y luego al considerar a los indígenas sujetos de su propia liberación, superaba el paternalismo. Este se alimentaba ideológicamente del discurso civilizador europeo, pero éste ya había sido corroído por la barbarie de la «gran guerra».
Durante la convalecencia de Zulen en la ciudad de Jauja (1918-1919), se hizo más patente aún su convición de que serían los indígenas quienes tendrían que tomar su destino en sus manos. Apreciado por la juventud criolla local, en la que habían prendido tempranamente ideologías progresistas y revolucionarias (por una conjunción de razones socio- culturales, ubicación geográfica y hospital), Zulen no se conforma con ser lanzado como candidato a diputado suplente por los sectores liberales. Aprovechando la cercanía de las comunidades indígenas y su fama de luchador contra el enganche, se dirige directamente a los indígenas de la parcialidad de Marco durante las fiestas patrias de 1918, instándoles a «ser rebeldes».28 El incidente alarmó a las autoridades locales y terminó, varios meses después, acarreando la detención de Zulen y otros radicales jaujinos acusados de participar en un complot socialista.
Ubicado en su contexto, el discurso en Marco ilustra la diferencia entre el radicalismo genuino de Zulen y otros fenómenos más conocidos de efervescencia social y política en los meses de la quiebra de la República Aristocrática y del ascenso de Leguía. Las actitudes renovadoras estaban de moda en la juventud criollo-mestiza: se intentaba crear un Partido Socialista en Lima; en San Marcos se obtenía la reforma universitaria; Haya de la Torre, representando a los estudiantes, ayudaba a los obreros limeños (liderados por los anarco-sindicalistas) a obtener las 8 horas; y el indigenismo cultural y tutelar iniciaba su «período de oro».
Zulen, a la vez que salía contra el intento de crear un partido socialista dirigido por quienes habían justificado el sistema del enganche,29 era casi el único (fuera de algunos anarquistas), durante aquel auge renovador, en atreverse a apelar directamente a los indígenas. Esa fue probablemente la verdadera causa de su prisión, y no tanto el contenido del discurso. Artículos de contenido revolucionario y publicaciones rebeldes eran relativamente tolerables mientras iban dirigidos al público criollo-mestizo y no atacaban al régimen en una circunstancia delicada. En contenido, Zulen no había ido más lejos que González Prada. En lo que respecta a la llamada cuestión indígena, opinaban lo mismo. Ideológicamente Zulen era más moderado, no llegaba al anarquismo de González Prada. Si bien éste era intocable para los gobiernos debido a su prestigio literario e intelectual que trascendía las fronteras, hay que recordar que las menciones de la cuestión indígena por su parte fueron siempre dirigidas a públicos criollo-mestizos de jóvenes intelectuales o agrupaciones de obreros urbanos. Por eso eran más tolerables que el discurso de Zulen.
Su permanencia y estudios en Harvard durante el período 1920-1923 le otorgaron a Zulen una especie de mirador continental, una perspectiva a través de la cual pudo desarrollar ya no sólo un discurso democrático y nacionalista peruano, sino también un análisis comparativo con otros países de Latinoamérica y una aguda crítica democrática al capitalismo norteameri- cano. Frente a la experiencia norteamericana, perdió sus últimas ilusiones respecto al progreso y superioridad de las sociedades capitalistas modernas.
En Estados Unidos Zulen no había encontrado un modelo democrático. Su concepto de democracia emanaba de la corriente en el liberalismo inglés que priorizaba el derecho de los ciudadanos a controlar y derribar a sus gobernantes al derecho a elegirlos. Llegaba a defender el derecho de la insurrección, lo que lo ubicaba en el ala más radical, o revolucionaria, del liberalismo. Así intepretaba el espíritu de los Pilgrim Fathers y de la constitución norteamericana. Sin embargo, observaba Zulen, el ciudadano estadounidense de la década del 20 «cree que su único papel debe ser votar y nada más que votar; y el hecho del voto en este país no tiene más valor que el de autorizar sin saberlo, el libre curso del monopolio y el gobierno invisible de un pequeño número de jugadores de bolsa. La democracia no puede existir allí donde el ciudadano se retira voluntariamente y deja hacer».30 Desde su experiencia social y política peruana, Zulen entraba a polemizar con los diagnósticos y recomendaciones comunes a analistas norteamericanos, europeos y a los intelectuales de las oligarquías criollas, que desde puntos de vista supuestamente liberales recomendaban para América Latina regímenes civiles dirigidos por una oligarquía modernizante.
Las oligarquías, consideraba Zulen, por más que se tilden de moderniza- doras, no significaban sino una traba para el desarrollo nacional y demostraban la falta de aptitudes democráticas de los países en que lograban afianzarse. Señalando el ejemplo mexicano, se mofaba de los muchos que habían alabado el progreso y estabilidad de los «científicos» del porfiriato. Precisamente en la inestabilidad política peruana, en las mal mentadas revoluciones criollas, Zulen veía un motivo de esperanza, una prueba del espíritu apto para la democracia.
Tampoco creía que el despotismo militar era una de las principales causas de los males políticos y los atrasos sociales de América Latina. El gobierno de los abogados, o sea los políticos profesionales, por sólo ser civiles no era siempre preferible. Eso era «tomar las apariencias […] la causa principal de nuestros males es y será todavía por algún tiempo esa pandilla de abogados que sale de nuestras universidades».31 Precisamente lo institucional y democrático en el Perú provenía, según Zulen, de la revolución militar del mariscal Ramón Castilla (1855) y de la violenta insurrección liderada por Nicolás de Piérola (1895).
Zulen ni siquiera creía que las inversiones extranjeras eran la vía recomendable para el desarrollo. Citando una larga lista de «compañías extranjeras que han amasado sus provechos con la sangre indígena haciendo más desgraciada la triste condición del aborigen peruano y despoblando las regiones del interior del país», 32 Zulen criticaba uno de los aspectos más destacados de la política del gobierno de Leguía. La lista de empresas provenía de las denuncias e investigaciones acumuladas en la Asociación Pro- Indígena. Desde la perspectiva norteamericana, Zulen no se conformaba con la mera denuncia. Cuestionaba el sistema y su racionalización, adelantándose al antiimperialismo marxista y aprista:
«Llevar máquinas modernas; acabar con el poblador autóctono y conducir al exterior las riquezas de su territorio, dejando tras de sí la desolación y la miseria, no significa contribuir al adelanto de ningún país».33
Interesa destacar que tanto la crítica zuleniana al neo-colonialismo que acabo de mencionar, como sus críticas al behaviourismo, al neorrealismo filosófico y a los valores capitalistas, carecían de la terminología marxista muy en uso entonces en el viejo continente y se afirmaban en su idealismo moral, sustentado en sus ensayos y expresado también en su admiración por Bertrand Russell.
Poco tiempo de vida le quedaba a Zulen al retornar al Perú. Sin embargo, alcanzó a actuar en el ámbito universitario, siendo maestro y amigo de algunos de los jóvenes renovadores que luego serían bautizados como la «generación del centenario» (Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre). Estos jóvenes nacionalistas, los ascendentes movimientos indigenista y descentra- lista, y los primeros intentos de organización indígena en el ámbito nacional (los congresos del Comité Pro-Derecho Indígena-Tahuantinsuyu) le permi- tían reafirmar esperanzas de regeneración nacional.
Un período insuficientemente analizado por los estudiosos de Mariátegui es el de los años 1923- 24, cuando, ya de regreso al Perú tras la experiencia europea en la que se convirtió definitivamente al marxismo revolucionario, «descubre» la cuestión indígena y la convierte en eje de su reflexión y proyecto socialista peruano. Creo que el «vuelco» hacia la cuestión indígena tiene que ver, también, con su encuentro con Zulen. No fue éste quien empujó a Mariátegui a interesarse por los indígenas y su potencial revolucionario. Curioso por las referencias que le habían llegado a través de los profesores- estudiantes de las «Universidades Populares» y las protestas de algunos sectores oficialistas que en la prensa denunciaban la infiltración de anarco- sindicalistas,34 Mariátegui se presentó en los congresos indígenas de 1923 y 1924. Zulen, ya muy enfermo, estaba ahí de espectador, consecuente con sus conclusiones no paternalistas, viendo cómo surgían dirigentes indígenas que tomaban su destino en sus manos, luchando en el ámbito nacional y moderno.
Según el relato de Mariátegui,35 eran él y Zulen los únicos no-indios que asistían a los debates. Junto con Ezequiel Urviola, el activista puneño aindiado de origen misti,36 también tuberculoso y ya moribundo, habían tenido los tres largas conversaciones nocturnas en casa de Mariátegui. Este había creído que Urviola era indio y lo consideraba la encarnación del indio revolucionario, la viva prueba del potencial socialista de los indígenas andinos.37 El error de Mariátegui reflejaba sus limitaciones de mestizo costeño desconocedor de la sierra y totalmente dependiente de fuentes de información intermediarias sobre el mundo andino.
Mariátegui y Zulen mantuvieron relaciones de amistad hasta casi la víspera de la muerte del segundo. Intercambiaron libros y conversaron. A pesar de sus diferencias de formación ideológica, son destacables ciertas coincidencias filosóficas entre ambos. Los dos pasaron por Bergson como por una importante estación y fuente de inspiración anti-positivista. Obviamente compartían el interés por la cuestión indígena que los llevó a encontrarse por primera vez. No se puede descartar la posibilidad de una transmisión de experiencia entre Zulen moribundo y Mariátegui recién llegado de Europa con intenciones de crear un movimiento marxista peruano.
Por ser el más conocido y estudiado, no nos detendremos en esta oportunidad en la obra de Mariátegui. Sólo señalaré que considero que el origen de su creación marxista tan original, que tanto interés sigue despertando aún hoy en diversas partes del mundo, radica en sus fuentes de inspiración peruanas no menos que en las versiones heterodoxas del marxismo que adoptó en Europa. Como fuentes peruanas me refiero a antecedentes como González Prada, los anarco-sindicalistas, Zulen, el Comité «Tahuantinsuyu» y fuentes informativas y formativas como las obras de varios de los indigenistas contemporáneos (Castro Pozo, Encinas, Abelardo Solís, Uriel García, Valcárcel), y el impacto en el ámbito criollo de las rebeliones de los campesinos runas. La ideología social runa era interpretada desde una óptica cultural criolla y moderna, tanto por indigenistas como por escritores oligarcas alarmados, como afín y permeable a la prédica anarco- sindicalista o al comunismo. González Prada y Zulen eran antecedentes de revolucionarios portadores de ideologías de origen europeo que les habían sido útiles para criticar a la sociedad oligárquica, pero que, al dirigirse a la realidad andina, habían mantenido cierta autonomía respecto a estas ideologías, otorgando prioridad al análisis concreto, respetando a los runas como sujetos, buscando alternativas a partir de lo que percibían como su realidad.
En el caso de Zulen y de Mariátegui, esta capacidad de trascender el eurocentrismo en sus análisis peruanos repercutía en sus concepciones ideológicas más amplias, permitiendo en uno una lectura crítica del capitalismo moderno y desarrollado desde el liberalismo democrático y, en el otro, una elaboración marxista original no eurocéntrica y libre de la concepción unilineal de la historia. Otra similitud entre Mariátegui y Zulen, que los diferenciaba de González Prada, es su ubicación social. Mientras el último provenía de una familia de la elite criolla, ellos pertenecían a sectores urbanos de origen más humilde. Ambos pueden ser considerados intelectuales que tuvieron éxito en el ámbito criollo-mestizo gracias a sus cualidades y a pesar de su origen étnico-social, en un período en el que convivían las actitudes conservadoras y racistas de la elite criolla con una ampliación de las clases medias y del consumo intelectual. Su doble condición de miembros de la elite cultural, pero socialmente excluidos de la oligarquía, perteneciendo al mundo considerado «decente» aunque no criollo, y el abismo que los separaba del mundo runa-andino, les convertían en sumamente interesados en un programa nacional integrador. De ahí que no desesperaran en sus intentos por elaborar proyectos nacionales, coincidiendo con una era de ascenso de las luchas sociales y crisis de la oligarquía.
Más allá de las ideologías específicas de los tres y de las diferencias señaladas, importa percibir lo común a los tres radicales. Se trató de indigenistas que superaron las limitaciones paternalistas del indigenismo, aunque estuvieran limitados por su propio origen, ubicación social e intereses como miembros del sector cultural criollo y moderno. Los tres fueron modernistas, postuladores de ideologías revolucionarias de origen europeo. Sin embargo, en su crítica y análisis de la sociedad peruana lograron superar las limitaciones de paradigmas eurocéntricos, actuando no como traductores o aplicadores de los conceptos europeos, sino como pensadores creadores. Modernistas y nacionalistas peruanos que, criticando la modernidad neocolonial, sugirieron modernidades alternativas, integradoras de la cultura occidental y la andina, a partir del reconocimiento de los indígenas peruanos, entonces una gran mayoría de la población, como sujetos que aportarían y participarían en la creación de su propia modernidad.
No todo el movimiento anti-oligárquico, ascendente durante el oncenio modernizador de Leguía y que con su caída desembocó en la creación de los partidos modernos de base popular, puede ser considerado radical en el sentido que hemos dado al término. Al contrario, las corrientes centrales del aprismo y del comunismo (empezando por algunos de los colaboradores cercanos de Mariátegui)38 no cuestionaban la lógica modernizadora eurocéntrica, ni sus acepciones culturales. Ambas postulaban una integración del mundo andino al moderno occidental, sin dejar márgenes de autonomía para una modernización que tome en cuenta a los runa-andinos como sujetos.
Trinidad Barrera1
Pese a ser uno de los más interesantes y específicos procesos de vanguardia es evidente que el vanguardismo peruano no ha gozado de la atención crítica de otros vanguardismos latinoamericanos, como el argentino o el mexicano. Muchos han sido los factores que han contribuido a ello, quizás la inmensa figura poética de César Vallejo (1892-1938), inclasificable en buena medida, y la no menos importante de José Carlos Mariátegui (1894-1930), ideólogo y pensador insoslayable, hayan absorbido la mayoría de las páginas críticas que se han ocupado de la literatura peruana de aquellos años. Está claro también que es imposible hablar de la vanguardia peruana sin aludir al indigenismo vanguardista, términos que parecen ser de antemano antitéticos y que sin embargo encuentran perfecto acoplamiento en el país andino. Últimamente han surgido investigaciones, como la de Yazmín López Lenci (1999), que abordan el estudio de la vanguardia peruana desde una redefinición global del discurso continental al tiempo que se analiza pormenorizadamente revistas y manifiestos que son piezas imprescindibles para la comprensión global del fenómeno. También Mirko Lauer (2001) analiza el vanguardismo peruano a través de sus textos críticos esenciales señalando cinco actitudes, la entusiasta con la vanguardia que vino a significar una salida honrosa al modernismo e hispanismo; la vanguardista sin más, sin cortes abruptos con el modernismo; la crítica con la vanguardia desde posturas conciliadoras; la crítica con la vanguardia desde la polémica o la censura y una quinta de reacción contra lo nuevo y defensa del modernismo.
Enjuiciar la vanguardia de este país implica no perder de vista la importancia y el debate de la tradición, hecho que puede resultar a priori contradictorio si no fuera por sus especiales condiciones. En Perú tiene especial significación la apropiación del término «vanguardia», con sus pequeños conflictos, así como la redefinición del concepto de «tradición». Otro dato importante, como ha señalado López Lenci (1999), es el análisis de cómo los intelectuales desplazan a la región andina el espacio tradicional del debate cultural, estableciéndose un duro forcejeo entre modernidad y nacionalismo, paralelo a las luchas por el liderazgo en el proyecto de creación nacional.
El debate de la «tradición» ocupa un papel prioritario en la vanguardia peruana, al iniciar un proceso de recuperación de la tradición ancestral como sustrato nacional frente a la tradición colonial. En ese proceso salen al paso tesis muy distintas que van desde la utopía imperial a la creación de un nuevo indio mestizo y civilizador. Unos y otros reclaman la atención de la zona regional frente al monopolista discurso capitalino. La intelectualidad serrana se impondrá el reto de crear una nueva raza integrando elementos como el retorno al origen, la pureza étnica, la inmutabilidad racial, la distancia frente al avance de la modernización occidental y capitalista, para crear el concepto de telurismo cerebral (López Lenci, 1999:22). Las provincias tienen ahora un protagonismo distinto al que le dieron las voces —32→ posmodernistas, pues apuntan hacia lo social y lo proindígena con la base del pensamiento de izquierdas. Arequipa, Trujillo y Puno van a ser tres importantes centros del interior.
José Carlos Mariátegui.
Perú enfila el nuevo siglo bajo la égida intelectual de dos intelectuales contrapuestos, ejemplos de dos enfoques muy distintos, Manuel González Prada (1844-1918) y Ricardo Palma (1833-1918). Ambos murieron en 1918 pero sus huellas fueron importantes a lo largo de la primera mitad del siglo. Ya tempranamente González Prada, el guía espiritual de Mariátegui, había reclamado la alianza entre el intelectual y el obrero, proyecto que hará suyo Mariátegui al intentar encuadrar el arte nuevo dentro del concepto de revolución. Sólo desde ese presupuesto pueden entenderse las críticas de Vallejo al arte nuevo y su fe en el compromiso del sujeto con la historia. Tanto Mariátegui como Vallejo reaccionan violentamente contra el «arte nuevo» pues, en palabras del primero, no todo el arte nuevo es revolucionario2. En el fondo se trataba de frenar la euforia alocada de los vanguardistas basada sólo en palabras nuevas, máquinas y aparatos técnicos, la tecnolatría vanguardista.
Si empezamos la historia por el principio tendríamos que remontarnos a la pregunta qué es el Perú a la que respondieron los novecentistas, a través de sus obras, Francisco García Calderón, El Perú contemporáneo (1907), Víctor Andrés Belaúnde, El Perú antiguo y los modernos sociólogos (1908) o José de la Riva Agüero, El carácter de la Literatura del Perú independiente (1906) y la Historia del Perú (1910). El motivo desencadenante de la actitud e ideología que se desprenden de estos textos fue la derrota de la guerra del Pacífico (1879) con Chile que originó la furibunda indignación de González Prada, denunciador de los males patrios. El peruano inculcó a un gran sector de l a inteligencia nacional la necesidad de identificar el carácter de la literatura de su país y a la vez le aconsejó crear una literatura nacional genuina liberada de los vicios del pasado, muchos de los cuales vinculaba al excesivo hispanismo (Chang-Rodríguez, 1983:125-126). Pudiera parecer una anécdota el texto que Alberto Hidalgo leyó en un café de Madrid, en 1921, «España no existe» si no fuera por la polémica del meridiano intelectual (Alemany, 1998). En ese texto Hidalgo dice, entre otras cosas, que la literatura española vive en los últimos tiempos de la imitación y en último término pone en evidencia el escozor de lo hispánico.
La generación novecentista, frente al desastre, optó por refugiarse en el pasado e intentó fundar el optimismo futuro en su más lejano pasado, volcándose en la historia de cuya atención surgieron los libros citados. La derrota despertó también el sonambulismo en el que vivía buena parte de la clase media preparándose el terreno para su incorporación a la escena pública aunque en líneas generales la estrategia de los jóvenes novecentistas, (López Alfonso, 1995:12), apuntaba a un tradicionalismo dinámico y evolutivo, según terminología de Belaúnde, que aspiraba a transformar el país desde arriba, sin tolerar que el país cayera en otras manos que no fuesen las patricias. Es lo que se llamó hispanismo. En realidad el hispanismo de la Riva Agüero es fruto de su negación del americanismo histórico o precolombino y del americanismo regional aunque acepta la posibilidad de un americanismo descriptivo, es decir los temas relacionados con el paisaje y la naturaleza americana. Le separa de Prada, entre otras cosas, su visión socioeconómica del país.
La reacción no se hizo esperar, clamó fuerte en la segunda década del siglo, y fue la Universidad uno de los focos de reacción. Claramente José Carlos Mariátegui ocupará un lugar de liderazgo al entrar también en la polémica y denunciar el atraso español diciendo que «el meridiano intelectual de Hispanoamérica no puede estar a merced de una dictadura reaccionaria» (Variedades, «Batalla de Martín Fierro», 24 de septiembre de 1927).
Entre los poetas peruanos de principios del XX, modernistas aún pero buscando nuevas expresiones hay que citar a Abraham Valdelomar (1888-1919), admirador de Santos Chocano y José María Eguren y líder de la rebelión estética de 1915. Aportó un aire nuevo al modernismo en el uso de temas apoéticos relativos a la infancia, a la vida familiar, al abandono de paisajes versallescos y exóticos por lo local, lo común y lo ordinario. Un papel similar al del mexicano Ramón López Velarde. En los últimos años de su vida propuso un sentido criollista o nacionalista a la literatura pero sin cortar los lazos totales con el —33→ modernismo. Fue fundador de la revista Colónida, en 1916 de la que salieron cuatro números, que está considerada como la iniciadora del indigenismo peruano reciente. En su segundo número Federico More (1889-1954) publicó una interpretación indigenista de la literatura nacional, su propuesta, extremadamente valiente, abogaba que la matriz nacional es y debe seguir siendo el quechua.
También Mariátegui se dejó influir por los «colónidos» y manifestó en una entrevista de 1916 que el mejor escritor de la generación joven era Valdelomar.
Un paso adelante respecto a él significó Juan Parra de Riego (1894-1925) que allá por los años 22 o 23 abandona el modernismo por las vías del humor, del maquinismo y del deporte. Su «Polirrítmico dinámico de la bicicleta» (1922) debe mucho al furor futurista pero no tuvo demasiado eco. Lo que ocurrió fue que Parra abandonó Perú en 1915 marchándose a Chile y de allí, después de un vasto recorrido por Argentina, reaparece en Montevideo en 1917, ciudad donde desarrolla su labor y escribe sus «polirritmos». En ese sentido está considerado más bien un poeta uruguayo.
El vanguardismo de la década del veinte fue esencialmente poético, más un síntoma de los tiempos que una escuela literaria (Milko Lauer, 1999). Quizás sus fechas no fueron tardías en relación con Europa, como se ha dicho en alguna ocasión, y si bien 1924 podría ser su fecha más emblemática, ejemplos de libros, manifiestos y recepción de ideas se advierten desde 1915. Sí se puede aceptar que seis años después, en 1930, concluye, dado que los problemas sociales que tenía planteada la sociedad peruana ensombrece el optimismo de modernidad que la vanguardia representaba en sí mismo. La experiencia peruana tuvo que ver, en el decir de Lauer, más con el lápiz aldeano que con el rascacielos, la obsesión de la poesía de entonces es sobre todo el comentario de la propia percepción de los poetas.
Frente a la novedad tecnológica, el vanguardismo peruano originó varias reacciones: los pragmáticos, como Enrique Peña, los pesimistas como César Vallejo y los entusiastas como Alberto Hidalgo, Juan Parra de Riego, Xavier Abril o los jóvenes de la revista publicada entre 1926 y 1927 por Magda Portal y Serafín Delmar Trampolín-Hangar-Rascacielos-Timonel entre los que figuraban importantes indigenistas como Gamaliel Churata y el mismo Serafín Delmar. Presentaba una factura original constituida por un folleto de un solo pliego de color de 45 por 24 que se doblaba y desplegaba. Su nombre fue variando en sus cuatro números y su aparición fue anunciada en Amauta. Pese a su corto camino conoció las colaboraciones de Hidalgo, Oquendo de Amat, Huidobro y Neruda, entre otros. Su trayectoria se vio interrumpida por el exilio que sufrieron Magda Portal -de filiación aprista – y su marido, con motivo del complot comunista contra Leguía.
Manuel González Prada.
Lima parece transformarse rápidamente debido a los adelantos modernos pero el cambio era ilusorio pues se asentaba sobre una sociedad inmovilista por el peso de su tradición colonial. Como en otros países, también en Perú, cosmopolitismo y nacionalismo son los dos pilares sobre los que se asienta su vanguardismo. Ambos con sus contradicciones y ambigüedades.
Arequipa fue uno de los centros más activos de la cultura en la primera década del siglo. Hasta tres reuniones se han llegado a contabilizar (Monguió, 1954), el Aquelarre, que dio su nombre a la revista homónima (cuatro números entre 1916 y 1917); el grupo en torno a Alberto Hidalgo, Urquieta, Luis de jara y Alberto Guillén con portavoz en la revista Anunciación y, por último, el grupo surgido en 1917, «La Bohemia andina» con Arturo Peralta (Gamaliel Churata) y Emilio Armaza.
De todos los citados son Alberto Hidalgo (1897-1967) y Alberto Guillén (1897-1935) los que tuvieron mayor notoriedad. A Hidalgo3 que venía presumiendo de futurista desde 1916 se debe un curioso «ismo», el simplismo que funda en 1925, y que nace y muere con el poeta arequipeño. Desde sus inicios el poeta de provincia es bien recibido por las dos grandes figuras capitalinas, Valdelomar y Mariátegui que respaldan su arremetida virulenta contra el gusto estético establecido y aplauden el egotismo sonoro de su propuesta (López Lenci, 1999:88). A Hidalgo lo celebró Mariátegui en 1917, al hilo de la publicación de Arenga lírica al Emperador de Alemania y otros poemas y lo llama «poeta de este siglo». Meses después del espaldarazo de Juan Croniqueur (seudónimo periodístico de Mariátegui), —34→ Valdelomar lo consagra en la presentación que hace del segundo libro de poemas del joven Hidalgo, Panoplia lírica (Lima, 1917) que con el título «Exégesis estética» resalta la exaltación de la personalidad frente al caciquismo mental dominante en el campo nacional. Este libro incluye además un poema manifiesto, «La nueva poesía. Manifiesto» donde se presenta a sí mismo bajo el dominio del egotismo absoluto. Su actitud se caracterizó bien pronto por la experimentación incansable y por sus dotes de provocador. Poeta visionario o iluminado destaca la presencia de motivos futuristas y se declara su portavoz:
César Vallejo.
(1917:93) |
Su deuda con el futurismo se disipa seis años más tarde (para entonces el poeta se había trasladado a Buenos Aires) con la propuesta de un arte personal y exclusivo que presenta en «Noticia», texto que cierra el poemario Química del espíritu (Buenos Aires, 1923). En esta ocasión, el poeta, ahora en Buenos Aires, es apadrinado por Ramón Gómez de la Serna quien lo define como «saltamontes» espiritual, imaginativo y efectivo. En «Noticia» explica su arte nuevo dirigido a un lector privilegiado que bautiza con el nombre de «simplismo»:
Intento aquí un arte mío, un arte personal, incatalogable, por la briosa dependencia que le distingue, en las escuelas poéticas antiguas o modernas, aunque haya tomado elementos del cubismo de apollinaire, del creacionismo de revérdy, de otros ismos, voy en busca de un simplismo -¡he aquí un título para mi manera!- artístico, libre de toda atadura, ayuno de retórica, huérfano de sonoridad, horro de giros sólitos y sobre todo de lugar común. |
Tres años después aparecerá Simplismo. Poemas inventados por Alberto Hidalgo, con una larga presentación propia, «Invitación a la vida poética», compuesto por 29 partes, llamadas por él «descosidos acápites», que actúan a modo de invitación al lector a organizar el tratado estético propuesto. Una estética que se reduce en buena medida a la abolición de los mecanismos tradicionales y a la liberación de las formas. Ve como antagónicas música y poesía por lo que proclama el despojamiento de la retórica. Su intención última fue la de reunir el mayor número de metáforas posibles en el menor número posible de palabras, la poesía como arte de pensar en metáforas. No le interesa la poesía de tesis porque concibe la creación desligada del contexto social y ajena al dolor humano, justo la antítesis de César Vallejo.
En el número 6 de Amauta publica en 1927 un texto muy citado, «Pequeña retórica personal» donde insiste en su papel de renovador de hábitos de lectura mediante una preceptiva que instaure la naturaleza libre y autónoma del verso y permita lecturas verticales o en radios, en suma, una lectura al arbitrio del lector sin que se pierda la comprensión de la idea. Una empresa nada fácil:
Al poema corriente y moliente se le llama con bastante acierto una «composición»; del poema de varios lados se podrá decir que es una «construcción». Hago un poema del mismo modo que edificaría una casa; pongo ladrillo por ladrillo, y si bien es lo más seguro entrar en ella por la puerta del frente, también se puede hacerlo por la del fondo y aún por las ventanas. |
Su poesía se mueve dentro de un marcado individualismo que Mariátegui atribuyó a herencia romántica del poeta arequipeño y que le impedía anclajes en la épica revolucionaria al tiempo que lo salvaba del disparate. La disociación entre el espíritu romántico-anárquico y la voluntad innovadora de vanguardia que guió la experimentación y teorización, explica el continuo oscilar (López Lenci, 1999:97).
En suma, Hidalgo representa una voz inaugural, provocadora y precursora de la nueva poesía y así se sentía él mismo y así quería ser reconocido como prueba la indignación contra Mariátegui por haber permitido en Amauta la publicación de un artículo de Jorge Basadre («José María Eguren y la nueva poesía», 3, noviembre de 1926) en el que se reivindicaba para José María Eguren el papel de gestador de los nuevos rumbos poéticos.
Si Arequipa fue un importante foco cultural no menos lo fue otra población, Trujillo donde entre 1915 y 1917 se organiza el grupo conocido como «La Bohemia» de la que formaban parte Antenor Orrego, Alcides Spelucín y César Vallejo. Su propósito, elevar y enriquecer la cultura trujillana y protestar por la chatura del medio ambiente. Las razones de este afán renovador responden al cansancio de la repetición estilística y a la crisis interna por la quiebra del mundo.
Con estos dos ejemplos de ciudades provincianas, un número importante de jóvenes e inquietos escritores y una de las más importantes revistas vinculada con el vanguardismo en la provincia, Boletín Titikaka (Puno, 19261930) se pone d e relieve que la provincia refleja un intenso interés por la vanguardia en fecha muy temprana. El Boletín fue dirigido por los hermanos Peralta (Gamaliel y Alejandro), mantuvo una clara línea indigenista muy activa y sus contactos con otras revistas fue muy fructífero, desde la argentina Martín Fierro a La Pluma de Montevideo e incluso con la vanguardia berlinesa del grupo Der Sturn, Asturparia (1927-1928). Está considerada la más importante revista indigenista después de Amauta. Su alma mater fue Gamaliel Churata que ejerció un papel similar al de Mariátegui en Amauta. Con anterioridad había impulsado La Tea (1917-1919), había dirigido el Grupo Gesta Bárbara en La Paz y de vuelta a su patria había fundado el Grupo Orkopata. En las páginas de su revista figuraron casi todos los más sobresalientes nombres peruanos o no, desde Xavier Abril, Alberto Hidalgo, Alberto Guillén, Chocano, Eguren, Vallejo, Mariátegui u Oquendo de Amat a Girondo, Gómez de la Serna, Maples Arce o Xavier Villaurrutia, por citar sólo algunos. Posiblemente la persecución política sufrida por Churata tras el golpe de Sánchez Cerro originase la desaparición del Boletín.
Habrá que esperar a 1924 para que surja en Lima una revista de cierto interés vanguardista, Flechas fundada por Federico Bolaños y Magda Portal. Se abre con un manifiesto que ataca, según la norma, el conservadurismo literario y exalta, al mismo tiempo, el fetiche de lo nuevo. «Queremos renovación espiritual», dirán aunque sus resultados no estuvieron a la alcance de sus propósitos. Más tarde, entre 1926 y 1927, surgirán otras, Amauta (1926-1930), la más importante, Poliedro (1926) de la mano de Armando Bazán, Guerrilla (1927) de la uruguaya Blanca Brum, viuda de Parra de Riego, de clara inclinación social; las artepuristas Hurra (Lima, 1927) por Oquendo de Amat y Jarana (1927) por Jorge Basadre. Es sin embargo en 1921, en la revista Mundial, donde aparece una de las primeras publicaciones sobre la vanguardia literaria.
Entre 1918 y 1925 Perú ofrece unos resultados dispersos que van desde la publicación de los dos primeros libros de Vallejo, Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922), sobre todo este último como libro vanguardista inclasificable; un arequipeño instalado en Buenos Aires y autor de un unipersonal «ismo», simplismo; un reducido número de escritores parcialmente vanguardistas y una revista Flechas de vocación decidida. Sus manifiestos destacan por la agresividad del sujeto emisor colectivo y por la descalificación del público consumidor de productos estéticos. Lo viejo y lo nuevo revisten nuevas formas que aluden a lo caduco y falso de esos viejos valores frente a la postergación de lo nuevo. Arrogarse la misión reveladora de «los nuevos» significa despojar a la crítica ejercida por la gran prensa del rol dirigente y de control del gusto estético (López Lenci, 1999:74).
A partir de 1926 proliferan las revistas vanguardistas en Lima: Poliedro, Trampolín, Guerrilla, Hurra o Amauta, entre otras. Los escritores que colaboraron en ellas, si bien adoptaron las formas técnicas de la vanguardia, incorporaron también problemas peruanos relativos a lo económico, lo social y lo político, dejaron el nivel meramente frívolo para adentrarse en los problemas que tenía plateado el país. El carácter revolucionario se va acentuando y haya su culminación en los treinta y dos números de Amauta (1926-1930), donde los problemas ideológicos y estéticos del vanguardismo peruano se hacen más evidentes y cuyo fundador y director José Carlos Mariátegui dio cabida en sus páginas a todas las tendencias de entonces. Amauta fue la espina dorsal de la vanguardia peruana y el foco de expansión y conocimiento de los más importantes autores -latinoamericanos o europeos- y obras de las diversas artes de la época. El papel de Mariátegui, Amauta y el indigenismo ha sido tratado, entre otros, por Cornejo Polar (1989) y debatido en el Simposio Internacional de Lima de 1997. La revista es concebida como la representación del movimiento —36→ intelectual y espiritual peruano, articulado sobre la voluntad de creación de un país nuevo:
Esta revista, en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa más bien, un movimiento, un espíritu. En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más vigorosa y definida de renovación. A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. |
(J.C. Mariátegui, «Presentación de Amauta, 1, 1926) |
Hacia 1928 la revista tenía una clara vocación hacia el socialismo y su mentor la califica de «revista socialista».
El sector que contrapesa el optimismo vanguardista es el indigenismo, mucho más preocupado por la tradición que por la modernización de la cultura. La persona está antes que la máquina. Frente al culto a la máquina, el indigenismo postula un retorno a la verdad de la tierra que hubiera desembocado en la revolución agraria si no hubieran mediados intereses por medio o a fuerza de ensalzar lo telúrico podría haber llegado al fascismo si no fuera porque el hispanismo ocupaba ya ese lugar (Lauer, 1999:176). No se debe olvidar que el nacionalismo peruano es de naturaleza ambigua y fue administrado por la burguesía. El debate de la tradición ocupó un primer plano en el discurso de la vanguardia recuperando el legado de la tradición ancestral como sustrato nacional frente a la tradición colonial.
En todo este debate juega un papel fundamental Mariátegui quien en su ensayo «Carácter de la literatura del Perú independiente» responde a la glorificación de la tradición hispánica que encabezaba de la Riva Agüero, buscador de las raíces de la nacionalidad en la colonia. Mariátegui concluye que el desarrollo nacional ha sido sofocado por el peso de la tradición hispánica y aboga por una literatura nueva. En el último párrafo de sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) señala dos líneas que representan esa ruptura con lo hispánico, el indigenismo -afirmación de lo autóctono frente a la cultura dominante- y el cosmopolitismo o vanguardismo:
Hoy la ruptura es sustancial. El «indigenismo», como hemos visto, está extirpando, poco a poco, desde sus raíces, al «colonialismo». Y este impulso no procede exclusivamente de la sierra. Valdelomar, Falcón, criollos, costeños, se cuentan-no discutamos el acierto de sus tentativas- entre los que primero han vuelto sus ojos a la raza. Nos vienen de fuera, al mismo tiempo, variadas influencias internacionales. Nuestra literatura ha entrado en su período de cosmopolitismo. En Lima ese cosmopolitismo se traduce en la imitación, entre otras cosas, de no pocos corrosivos decadentismos occidentales y en la adopción de anárquicas modas finiseculares. Pero, bajo este flujo precario, un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncian. Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos. |
(1976:288) |
Mariátegui está considerado el teórico marxista más destacado de América latina con anterioridad a la revolución cubana, fue fundador del partido comunista del Perú y aplicó el marxismo a su visión de los problemas peruanos, sus Siete ensayos constituye un libro fundamental para entender los años que tratamos aquí. Imbuido de marxismo, al año de su regreso de Europa, 1924, volvió a insistir sobre el debate de la literatura nacional en notas y artículos periodísticas que tendrán final forma en su ensayo «El proceso de la literatura». Su examen es completo, tras analizar las tesis de González Prada, More, Riva Agüero y Gálvez, presenta su propia teoría donde trata el debate sobre la literatura nacional unido a la problemática global de la sociedad peruana hasta hallar en lo popular la esencia de lo nacional. La literatura peruana es diversa e inorgánica porque refleja la realidad social y cultural del país. Voluntaria o involuntariamente en sus Siete ensayos historió las vanguardias haciendo la crónica de su disolución.
El indigenismo peruano es el equivalente al criollismo de otras vanguardias, en Perú es signo de identidad del país y según Jorge Basadre, «lo único intrínsecamente nuevo que a los extraños ofrece nuestra literatura reciente », en suma la respuesta más original de todos los regionalismos del país. Para Basadre y otros muchos constituyó la verdadera vanguardia del país siendo su vocero la revista Amauta. Como —37→ respuesta al hispanismo se presenta el desvelamiento de lo oculto, el indio.
La vanguardia peruana de la década del veinte conjuga la mirada al futuro moderno y tecnológico de algunos de sus componentes, sin olvidar la recepción surrealista4 de algunas figuras, algo así como la mirada artística pura, con la reflexión social y nativista de la inmensa mayoría, teniendo en cuenta que sobre unos y otros se desarrolla imparable y filtrador el debate sobre la tradición nacional donde hispanismo, antihispanismo, indigenismo son piezas del rompecabezas del país andino.
Bibliografía citada
Alemany, C. (1998): La polémica del meridiano intelectual de Hispanoamérica (1927). Publicaciones de la Universidad. Alicante.
Chang-Rodríguez, E. (1983): Poética e ideología en José Carlos Mariátegui. Porrúa Turanzas. Madrid.
Cornejo Polar, A. (1989): La formación de la tradición literaria en el Perú. CEP. Lima.
Lauer, M. (1982): «La poesía vanguardista en el Perú». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 15: 77-86.
—— (1989): El sitio de la literatura. Escritores y política en el Perú del siglo XX. Mosca Azul. Lima.
—— (1990): «Máquinas y palabras: la sonrisa internacional hacia 1927», 45-65, en Moraes, A. M. (ed.), Modernidade: vanguardas artísticas na América latina, UNESP, Sao Paulo. En Póppel (1999).
—— (2001): La polémica del vanguardismo 1916-1928. Universidad Mayor de San Marcos. Lima.
López Alfonso, F. J. (1995): Indigenismo y propuestas culturales, Belaúnde, Mariátegui y Basadre. Diputación Provincial de Alicante. Alicante.
López Lenci, Y (1999): El laboratorio de la vanguardia literaria en el Perú. Horizonte. Lima.
Mariátegui, J. C. (1976): Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Crítica. Barcelona.
Monguió, L. (1954): La poesía posmodernista peruana. FCE. México.
Póppel, H. (1999): Las vanguardias literarias en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú. Vervuert. Iberoamericana. Madrid.