LA PASIÓN DEMOLEDORA DE MANUEL GONZÁLEZ PRADA

Por Ricardo Calderón Gutiérrez

A través de los años desde su fundación en 1991, el Instituto de Cultura Peruana ha rendido homenaje a un escritor clásico de la literatura peruana cada año. De tal manera, César Vallejo, Inca Garcilaso de la Vega, Ricardo Palma, José Santos Chocano, José María Eguren, José María Arguedas, Abraham Valdelomar y Flora Tristán han sido motivos de estos homenajes.

En el transcurso del presente año, recordamos al escritor, poeta, ensayista, dramaturgo y traductor: Don Manuel González Prada, cuyos ancestros por los años de 1600 desempeñaron funciones de Page, Secretario, Caballero y Conde en la corte de los reyes de España, hasta que Josep González de Prada decide trasladarse al Virreinato del Perú en 1784, cuando se extinguía la revolución de Túpac Amaru, donde desempeñó varias funciones , hasta que se produjo la independencia, entonces su hijo Francisco se graduó de abogado y vio abrirse ante sus ojos apetitosas perspectivas. Abrió su bufete en Arequipa y fue nombrado Juez de Primera Instancia. Esta es la época en que nuestros generales de la independencia: Gamarra, Vivanco, Castilla y otros se disputan la presidencia del Perú en constantes sublevaciones.

Durante la presidencia del general Echenique, Don Francisco se convirtió en su Consejero y Ministro Plenipotenciario, pero la nueva revolución de Castilla echó por tierra sus funciones y tuvo que partir al exilio en Chile con su familia, allí su hijo Manuel asistió a un colegio inglés donde aprendió el inglés y el alemán. Dos años después volvieron a Lima, donde Don Francisco fue elegido Alcalde y Decano del Colegio de Abogados.

El niño Manuel fue matriculado en un Seminario contra su voluntad y terminó fugándose de allí para matricularse por su cuenta en el Colegio San Carlos. Después del colegio se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras en 1862, a la vez seguía los cursos de Derecho para complacer a sus padres pero no llegó a graduarse porque en lugar de estudiar Derecho Romano prefirió escribir versos y dramas, refugiándose en la hacienda Mala, muy cerca de Lima.

Viajó por la región andina conociendo de cerca la explotación del indio, mientras su fama de poeta se extendía. En otro acto de rebeldía contra las tradiciones de su familia suprimió la preposición “de” de su apellido para llamarse simplemente Manuel González Prada. Ocho años de su juventud transcurrieron en la hacienda Mala donde cultivaba la tierra y la literatura hasta que reventó la guerra con Chile.

Prada estuvo en la defensa del fuerte “El Pino”, en la línea de Miraflores donde peleó hasta quemar el último cartucho. Frente a la ocupación chilena de Lima, clamó por una reacción nacional, acusó a los gobernantes del país por sus luchas intestinas, convirtiéndose en el verbo del revanchismo. En esos momentos la literatura está condicionada por el proceso histórico. Hay un “que hacer” fundamental. “En la guerra con Chile no sólo derramamos la sangre, exhibimos la lepra”, escribió en un artículo.

En el Teatro Politeama, el 29 de julio de 1888, fue invitado a hablar por los escolares que iniciaban una gran colecta nacional para rescatar las provincias de Tacna y Arica, entregadas por 10 años a Chile, a raíz del Tratado de Arica, pronunció allí sus palabras lapidarias: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”. Datan de esos tiempos estos versos de Prada: Para verme con los muertos ya no voy al Camposanto, busco plazas, no desiertos, para verme con los muertos. ¡Corazones hay tan yertos! ¡Almas que hieden tanto! Para verme con los muertos Ya no voy al Camposanto.

Era necesario demoler, y a ello se dedicó Prada a través de la frase erudita, de la cita precisa, del giro resonante, y del fulgor de la metáfora. Prada destruyó valientemente: “O combatientes o esclavos”. Con aquella pasión criticista y con la esperanza de una revolución literaria en el país, es que Prada comienza su tarea en el “Círculo Literario”, donde anuncia la posibilidad de una literatura radical.

Muerto Luís E. Márquez, el fundador de esa agrupación literaria, Prada se convirtió en el portavoz de todas las inquietudes de avanzada. Su conferencia en el Ateneo de Lima es un amplio estudio literario, exhortando a la originalidad, pese a su admiración por los escritores clásicos de la literatura española, francesa y alemana, denuncia a los que en nuestro país continúan los rumbos de aquellos. “Los idiomas se vigorizan y retemplan en la fuente popular más que en las reglas muertas de los gramáticos” decía Prada. Consideraba que entre nosotros el escritor debería responder a la lengua y a la realidad geográfico-social de América. Con estas orientaciones nació el Partido Radical de la literatura que devino en verdadero partido político con la “Unión Nacional”. Pero le faltó fe, confianza en una organización. No tenía un sistema político. De allí la diferencia con sus discípulos Mariátegui y Haya de la Torre, por eso cuando Prada no sabía si ser o no ser caudillo de las nuevas ideas, decide viajar a Europa por una situación familiar. Su esposa francesa había perdido sus dos primeros hijos y por eso deciden tener el tercero en París, allá Prada tuvo la admirable serenidad de sentirse estudiante con más de 40 años de vida y con una aureola política y literaria sobre sí.

En París publica la recopilación de sus discursos y ensayos bajo el título de Páginas Libres. Ahí está su conferencia en el Ateneo, su discurso en el entierro de Márquez, su devoción por Vigil, su admiración por Grau, sus ataques a Castelar y Valera, su visión de Hugo, su ingreso en el mundo de la duda de Renán, piedra angular de su talento literario, su conocidísimo ensayo: «Notas acerca del idioma” de una rebeldía idiomática que se adelanta a los versos de Chocano. Decía allí: «Aquí en América y en nuestro siglo, necesitamos una lengua condensada, jugosa y alimenticia, como extracto de carne; … una lengua, en fin, donde se perciba el golpe del martillo en el yunque, y hasta el olor del ácido fénico, el humo de la chiminea o el chirrido de la polea en el eje».

Cuando años después vuelve al Perú, «La Unión Nacional», su vieja agrupación radical, ha entrado en componendas políticas y él, ideólogo recalcitrante, se aleja de la acción para continuar solo su prédica.

El Intelectual y el Obrero muestra claramente la nueva posición de Prada, donde decía: «Tan fecunda tu labor como la mía; los granos de trigo alimentan el cuerpo, las canciones del poeta regocijan y nutren el alma». La acción demoledora de Prada, la acción criticista, su vibrante fuerza de combate está sintetizada en su libro Horas de Lucha, publicado en 1908. En sucesivos cuadros, llenos de imprecaciones, con el tremante eco del Apocalipsis, pero a la vez con bisturí de cirujano, Prada repasa a «nuestros conservadores»; a «nuestra aristocracia»; a los emigrantes; a los hombres de «nuestro periodismo»; a nuestros legisladores, a los hombres públicos que unas veces son para él «beduinos» y otros «ventrales». Viene a constituir esta obra, un apasionado estudio de los más diferentes aspectos de nuestra vida social y política. Con todo ello atacaba el centralismo dominante en el Perú, manifestaba un incipiente indigenismo, mostraba su sentimiento de renovación cultural frente al tradicionalismo que lo llevó a una tardía enemistad con Palma; ofrecía su característica nota anticlerical y arreligiosa; y daba ya rienda suelta a su posición anarquista. A ello se sumaba un espíritu positivista, con su amor acentuado por la ciencia: «De todas las luchas ninguna como la emprendida por la inteligencia para descubrir la verdad, ¿quién pone límites a las conquistas de la ciencia?», diría en Páginas Libres. A ese pensamiento directriz suma su posición política en el campo nacional, con una negación total del pasado y aún del presente, olvidando —a ratos— algunos de los valores peruanos que le han servido de tema fundamental: Vigil, Grau, entre otros. Y resuena entonces su voz admonitiva de apóstol: «La palabra que se dirija hoy a nuestro pueblo debe despertar a todos, poner en pie a todos, agitar a todos como campana de incendio en avanzadas horas de la noche».

Manuel González Prada , el Poeta. Al lado del prosista, del escritor de combate, hay un poeta muy diferente por razones de estilo: en su libro Minúsculas encontramos al poeta filósofo, sereno, parnasiano, de latente melancolía romántica, al creador del poema diminuto y delicado.

En Presbiterianas encontramos al satírico anticlerical; en Exóticas encontramos al artificioso y refinado asimilador de formas extranjeras; en Trozos de Vida encontramos al lírico de emoción breve; en Grafitos encontramos al epigramático; en Baladas Peruanas encontramos al indigenista; en Libertarias encontramos al político.

En 1938, aparece en París, Figuras y Figurones con un prólogo de Rufino Blanco Fombona, el mismo vigoroso venezolano que prologara la edición de Páginas Libres hecha en Madrid en 1915 y Grafitos, una interesantísima colección de poesía epigramática, con sabor indudable, con ironía manifiesta al igual que El Tonel de Diógenes con prólogo de su hijo Alfredo González Prada.

En general, en la abundante producción de González Prada, la prosa y el verso son un medio, un instrumento de propaganda y de lucha. De lo primero, lo más perdurable y esencial está en Páginas Libres; en lo segundo, se destaca Minúsculas. Apreciemos algunos de sus versos escogidos de aquí o de allá. Ejemplo de un triolet:

Los bienes y las glorias de la vida O nunca vienen o nos llegan tarde. Lucen de cerca pasan de corrida. ¡Triste del hombre que en la edad florida coger las flores de la vida aguarde! Los bienes y las glorias de la vida O nunca vienen o nos llegan tarde.

En el siguiente soneto nos habla de su persistente romanticismo:

Si eres un bien arrebatado al cielo ¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto; la desconfianza, el torcedor quebranto las turbias noches de febril desvelo?

Si eres un mal en el terrestre suelo ¿Por qué los goces, la sonrisa, el canto, las esperanzas, el glorioso encanto, las visiones de paz y de consuelo?

Si eres nieve ¿Por qué tus vivas llamas? Si eres llama ¿Por qué tu hielo inerte? Si eres sombra ¿Por qué tu luz derramas?…

¿Por qué la sombra, si eres luz querida? ¿Si eres vida, por qué me das la muerte? Si eres muerte, ¿por qué me das la vida?

Lo obsesiona la forma, pero más que antecesor del Modernismo es miembro de un movimiento renovador que es lo que constituye el Modernismo. «Muchas de las innovaciones métricas en Darío, Silva y Herrera Reissig —dice Luis A. Sánchez— aparecen en los versos de González Prada con fecha muy anterior a éstos. Su conocimiento del alemán, francés e italiano le permitió introducir además de la balada, el rondel francés, con su variante el triolet.

Ejemplo de una Villanela es el siguiente poema dividido en tercetos: No me pidas una flor, que en el jardín y el vergel eres tú la flor mejor. A mí tu firme cantor pídeme laúd, rondel no me pidas una flor. Por tu aroma y tu color; Venciendo a rosa y clavel eres tú la flor mejor. Veamos el siguiente «rispetto”: ¡Felices de los muertos! Ya no miran la luz traidora de unos claros ojos. ¡Felices de los muertos! Ya no aspiran dulce veneno de unos labios rojos. ¡Felices de los muertos! ya no sienten voces que halagan y halagando mienten ¡Felices de los muertos! Ya no lloran ni vanamente compasión imploran. ¡Felices de los muertos! Ya olvidaron y de pensar y combatir cesaron.

En su afán de buscar las formas estrictamente poéticas reprodujo el metro alkmánico en el siguiente poema: Sueño con ritmos domados al yugo de rígido acento libres del rudo carcán de la rima. Ritmos sedosos que afloren la idea, cual plumas de un cisne rozan el agua tranquila de un lago. Ritmos que arrullen con fuentes y ríos y en Sol de apoteosis vuelen con alas de nube y alondra Ritmos que encierren dulzura de panales, susurro de abejas, fuego de auroras y nieve de ocasos. Ritmos que en riego crisol atesoran sonrojos de virgen, leche de lirios y sangre de rosas. Ritmos, oh amada, que envuelvan tu pecho, cual lianas tupidas cubren de verdes cadenas al árbol. Algunos en aparente forma de prosa como su tan conocido poema «Mi Muerte», en binarios:»Cuando vengas tú, supremo día, yo no quiero en torno mío, llantos, quejas, ni ayes; no sagradas preces, no rituales pompas, no macabros cirios verdes, no siniestra y hosca faz de bonzo ignaro. Quiero yo morir consciente y libre, en medio de frescas rosas, lleno de aire y luz, mirando al Sol. Ni mármol quiero yo en mi tumba. Pira griega, casto y puro fuego, abrasa tú mi podre; viento alado, lleva tú mi polvo al mar. Y si algo en mí no muere, si algo al rojo fuego escapa, sea yo fragancia, polen, nube, ritmo, luz, idea».

Ejemplo de un laude es este conocido poema: Todo goce, todo ría; con la luz del nuevo día. Monte, selva, mar y llano alcen himno tan pagano que hasta el pecho del anciano se estremezca de alegría. ¡Oh, Sol hemos de perderte! lo espantoso de la muerte es no verte más, no verte Oh gloriosa luz del día. En Baladas Peruanas ha de sintetizar su sentimiento de protesta y de lamento, de tendencia vernacular y a la vez revolucionaria, en forma de un diálogo : . . .—»¿Cuándo del huevo del cóndor Una sierpe nacerá?” —»Cuando el pecho de los blancos Se conmueva de piedad». —»¿Cuando el pecho de los blancos Piadoso y tierno será?» —”¡Hijo! el pecho de los blancos No se conmueve jamás”.

Ejemplo de una sátira en el campo político es este ataque al presidente Piérola: ¿Viste un día a Perinola con dormán, casco y espada? Entre mucha banderola vi pasar a Perinola. dictador de carambola, más vestido de parada, iba orondo Perinola con dormán, casco y espada. Y no podía faltar un poema que retrata su carácter y su pasión: Si una verdad guardara yo en mis manos y esa verdad oscureciera el sol y en un desierto convirtiera al mundo ¡Mis manos abriría yo!.

Manuel González Prada resume los años de su vida como Bibliotecario. La pasión por la cultura que había animado a todos los positivistas venía a constituir la base de toda acción política. Y González Prada quiere realizar parte de esa labor desde la Biblioteca. El pensamiento universal al alcance del pueblo. Años de pasiones encendidas, en los que Prada continúa siendo joven, inconforme y rebelde. En suma, disertó con elegancia, fustigó con audacia y vivió decorosamente de acuerdo con sus ideas, y si como prosista y como poeta dejó obras perdurables, hizo mucho más: creó un estilo por el que perdurará por siempre.

Opiniones acerca de su obra

Decía Riva Agüero, refiriéndose a González Prada: «Su prosa es la más cálida, acerada y elocuente de la literatura peruana. Admiro a González Prada —exclamaba— como estilista; lo respeto personalmente, porque es íntegro, porque procede de buena fe; porque no se ha doblegado ante nadie: porque en medio del general servilismo que reina, del general encorvamiento, ha sabido mantenerse erguido y digno; porque ante una sociedad gazmoña y fanática imbuida en preocupaciones de aldehuela, ha desplegado bizarramente a todos los vientos el estandarte del pensamiento libre…” Manuel González Prada «se caracteriza por la disidencia y la insatisfacción», ha dicho Federico de Onís. Pero por otra parte, se ha señalado que se adelantó a su sino histórico y que «madrugó en exceso». Prada, ante todo, cumplió su papel de criticista, con una envergadura moral y una fuerza en el lenguaje verdaderamente singulares. «Sacrificando su sensibilidad estética al deber moral, lo individual a lo público, puso magisterio de austeridad y vivió y murió en desvelo constante oteando los caminos por donde hoy marcha la generación hija de su rebeldía», concluye en un ensayo Mañach. Manuel Beltroy, resume los caracteres del escritor con esta frase: «Discípulo de Renán y de Haine, alumno de Gracián y de Quevcdo, al tiempo que aplica la ciencia histórica de los primeros y sutil de los segundos al estudio y curación de nuestros males nacionales, renueva y reverdece la lengua y la literatura patrias». Prada como poeta destruyó la tradición española de nuestro romanticismo. Como prosista buscó la perfección del lenguaje y derrumbó viejos mitos sin construir una teoría política, pero sí una corriente de pensamiento en el mundo de las ideas en el Perú.

Link: http://www.letrasyartes.com/icp/homenajes.htm

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