DESOBEDIENCIA: ANARQUÍA Y REALIDAD: opiniones varias.

Algunos compañeros sentaron sus opiniones sobre este tema. Tres preguntas sobre las problemáticas de la organización, la estrategia y, digamos, la eficacia. Esto viene a ser como una muestra de las distintas versiones que puede haber en torno al anarquismo.

1. ¿Puede ser el anarquismo un arma contundente contra el Estado?

2. ¿De qué forma atacar al sistema?

3. ¿Es «real» el anarquismo?

Ariel Velarde (Colectivo Arteria Libertaria)
1. La anarquía es real, en cuanto sea interpretada y vivida en lo cotidiano por los individuos y desarrollada en los espacios en donde éstos vivan, trabajen, estudien y demás, en pocas palabras: ser el desenlace de la vida en forma anárquica. Personalmente mi forma de ver la lucha es el reencuentro con lo más íntimo de mí ser, abrazar otra vez la naturaleza combatiendo todo agente exterior que nos ha apartado de ella: Estado, iglesia, política,policía, ciudades, fábricas.

2. Sólo asumiendo que en estas condiciones nuestro vivir es antinatural y enfermizo, podría cada uno de nosotros ser un átomo que al juntarse con otros desencadenarían la caída del sistema. Más, todavía, en América Latina, pues en estos últimos tiempos se viven eclosiones sociales esporádicas y a partir de éstas muchos posicionamientos caen en dogmatismos: anarcocomunismo, anarcosindicalismo, primitivismo, veganismo, insurreccionalismo… éste
último tan en boga por estas latitudes, llegada con otra realidad desde la Europa post-industrial.
3. Sin entendimientos entre estas formas de lucha, y su resistencia contra las formas de opresión, la libertad absoluta seguirá siendo una utopía.

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Franz García (Colectivo Qhispikay Llaqta)
1. Claro que sí. Y no sólo puede ser, sino que la historia y tradición libertaria lo confirma y las perspectivas revolucionarias del anarquismo demuestran que es el autentico camino de lucha contra el Estado y el Capital hacia una nueva sociedad de comunismo y libertad.
2. El «sistema» (que engloba diversas formas de opresión, exclusión y marginación) evoluciona a formas más «cómodas y humanas», que lo hacen más complejo, por lo tanto el capitalismo engendra nuevos males que necesitan nuevas respuestas. Pero la forma de atacar al sistema capitalista sigue siendo la misma: discutir, propagar ideas de cambio entre el pueblo trabajador, crear nuevas relaciones sociales, fomentar la conciencia de clase, estudiar, analizar, etc. Que se pueden resumir en ¡organizarse y luchar!

3. El anarquismo en mi opinión, es real en cuanto se mantiene inmerso en las luchas sociales y populares gestadas desde abajo, en cuanto no se aleja de sus orígenes proletarios, en cuanto significa protesta y propuesta, en cuanto puede destruir lo que es, para construir lo que debe ser; solo así el anarquismo seguirá siendo revolucionario, de lo contrario será una simple especulación filosófica confundida con algún tipo de liberalismo burgués.

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Tony (Coordinadora del Cono Norte)

1. El pensamiento anarquista puede y es un arma en contra de todo tipo de Estado, tenga el color que éste tenga, no sólo por su esencia antiautoritaria sino porque dentro de estadoctrina se pone de manifiesto el alcance social y político de laautonomía; lo cual es totalmente opuesto a la idea de Estado. Sinembargo, para que esto se dé, es necesario el desarrollo político delas masas trabajadoras y la unificación de éstas con los gruposlibertarios que puedan tomar parte de una revolución social. Yasea ésta dentro de una convulsión propia del capitalismo ogenerada desde fuera del mismo.

El sistema tiene sus bases en la forma de existencia de lagente y en su forma de ver el mundo, es así que mientrasla mayoría de personas mantenga una manera de ver elmundo invariable e inmutable esto no cambiara…pero es obvio que el trabajo de la organización enagitación y desprestigio permanente del sistemaharán este trabajo más ágil y darán paso a siguientespuntos de ataque, los cuales pueden ser tomadoscomo expropiación, atentados, magnicidios y demás.

2. Sin embargo esto puede dañar a ciertos capitalistas mas no en su totalidad al capitalismo, ya que el capitalismo será herido de muerte con la toma del Estado y su pronta abolición por la implantación de las federaciones autónomas y autogestionarias. La destrucción de los medios masivos de producción y el recorte de la diferencia económica entre las personas.
3. El anarquismo como toda teoría social debe basarse en la realidad mas no en la ficción y por ende es real su posible aplicación, es decir, dentro de este sistema no se puede hablar de la realidad del anarquismo pues es algo aún no logrado, puesto que el anarquismo es una doctrina de masas y no de individuos es vano decir que porque yo hago lo que quiero soy libre y por tanto vivo en anarquía.
Sin embargo, el anarquismo es real en tanto sus defensores tengan un punto político y social que convergen en su actuar, así de a poco y en distintas formas se pueden aplicar algunos puntos del anarquismo pero para que éste llegue a ser realidad debe aplicarse en su totalidad.

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Ricardo Morgue (ORGAP)
1. Depende de qué concepto o idea se tenga sobre lo que es anarquismo; si nos referimos al anarquismo tradicional, ortodoxo y dogmático, pienso que éste ha demostrado que no es ningún arma efectiva contra el Estado y; por el contrario, es totalmente contrarrevolucionario, ineficaz, inconsistente y a lo más que llega es a formar parte (como otros grupúsculos) de la izquierda del Capital. Su carácter dogmático y sus postulados sacrosantos (autogestión,federalismo, exaltación absoluta de la libertad) pueden sonar bellos paraísos e incluso respaldarse en deseos de gente que dé todo por esa idea; pero en el plano real nada lo diferencia de paraísos ofrecidos por otras sectas. Por otro lado, el anarquismo puramente individual, nihilista, «autónomo», o como se le llame, puede parecer muy radical, honesto y congruente, pero para un proyecto de revolución social real no es válido pues su misma razón de ser y de enfocar su acción lo limita hacia posturas totalmente individuales. No es casualidad que, de alguna manera, este tipo de anarquismo sea el que esté en boga (hasta se podría decir que es acorde con estos tiempos) pero, al igual que el anterior mencionado, carece de sustentos sólidos y análisis congruentes de los procesos de revuelta que han existido.

Mucho hablar de nombres y tradición, pero ésta mantiene los errores que han hecho que, hasta el momento, no se puedan conseguir objetivos reales. Sin importar los términos, para que los partidarios de la anarquía formen parte del proceso de lucha por un cambio social
deberán primero abandonar sus ghettos, sus «luchas diversas» interclasistas, su diversidad, tan igual a la que propone la socialdemocracia (tenga la careta que tenga), y asumir posiciones
críticas y de lucha real, dejar ese «mundo donde quepan muchos mundos» y asumir coherentemente la guerra social, la conflictividad permanente y, en otras palabras, el proceso de la lucha de clases. Esto haría que tales partidarios de la anarquía formen parte del proceso de lucha contra el Estado, lo que no quiere decir que el anarquismo sea un arma contundente contra el Estado. Menos clichés, menos términos, más lucha real organizada programática y no activista-nihilista que a ningún lado lleva. De un lado y del otro, Noam Chomsky y los Black Bloc representan, para algunos, el anarquismo de estos tiempos. ¿Alguien cree que sean un arma contundente contra el Estado?

2. ¿Cómo atacar al Sistema? Primero, abandonando la idea que haciendo espacios «liberados» o grupos cerrados/específicos (primitivistas, feministas, etc.) se está atacando al Sistema. Se pueden generar espacios pero hay que tener en claro que ellos servirán los intereses de quienes los conforman y afines a ellos, eso no implica que tengan que ver con un ataque real al Sistema. No es un secreto que las ideas anarquistas (y por ende los anarquistas) están cada vez más alejados del proceso de lucha real y enfrascados en luchas particulares, lo que le conviene al sistema actual. La diversidad de luchas nada tiene que envidiar a las «luchas» que brinda este sistema de ciudadanos democráticos, basados en derechos y deberes. Segundo, asumir una posición crítica y cuestionadora respecto al pasado y a los momentos de revuelta que nos han precedido; así como desmitificar al anarquismo y dejar de analizar todo respecto a él únicamente (es un gran problema de siempre del anarquismo el verse a sí mismo como la única salida). Tercero, asumir una línea concreta de lucha en función a nuestros verdaderos objetivos como clase oprimida. Cuarto, abandonar posiciones aisladas que en nada contribuyen. Y quinto, trabajar programáticamente, con objetivos, propuestas y línea clara, reconociendo sólo una lucha: oprimidos contra el Estado y el Capital, que es lo mismo que decir: proletariado contra burguesía. El ataque debe ser constante y, llegado el momento, definitivo para no permitir que el enemigo se levante nuevamente. No es destruir los sistemas sino lo que los genera. No socializar ni autogestionar la economía sino destruirla, no mantener (ni temporalmente) algún Estado sino destruirlo. No pretender agruparse en círculos diversos aislados, sino todos en función a nuestras necesidades y objetivos reales.

3. Según se le vea, en mi opinión, el anarquismo es real para quienes se sientenparte de él de forma individual y viven enfunción a postulados que dicen defender;pero para el proceso de lucha real contra elEstado, el anarquismo es más bien ficticio.Anarquía es sin gobierno. ¿Se necesita acasoteorizar más?

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Alaín (KLAN destino)
1. Me parece, antes que nada, necesario tomar en cuenta los mecanismos que ha impuesto el sistema para hacerse más fuerte y de este modo poder verificar qué fue útil ayer y, tal vez, hoy ya no. Considerando, desde luego, que ayer y hoy, los «anarquistas», tenemos dentro la incontenible excitación para destruir la autoridad y cualquier relación de dominación; no sólo proyectando esto como fin de nuestras luchas, sino, precisamente, como la forma necesaria de realizarlas.
Aún la mayoría de grupos disidentes viven esperando que un día maravilloso la revolución caiga del cielo, entonces se lo pasan orando y organizando trabajadores por el camino del bien. Pero, los obreros de hoy no son los luchadores de ayer. Obviamente, su función, que es
la de producir, para el mantenimiento del capital no ha cambiado. Lo que ha cambiado es la mentalidad del obrero, el sistema se ha encargado de generar una cultura cada vez más sumisa al consumo. Pero no es un consumo de necesidades reales. Ni siquiera la mitad de la producción mundial está destinada a alimentación y vestido. La vida de los trabajadores consiste en presionar teclas de máquinas, conducir aparatos de los que ellos mismos no tienen conciencia plena, esperando la hora de salida para sentarse frente al televisor a ver
su programa preferido, acudir a algún bar, supermercado, hospital o centro parroquial, recuperar fuerzas y volver a trabajar. En esas, y más actividades alienantes, ocupa las dos terceras partes de su existencia. El sistema se ha encargado de crear este perfil de trabajador, quien prefiere llegar al trabajo para que le indiquen qué hacer, qué no hacer, y finalmente obedecer al patrón.
La única «lucha» que los trabajadores de hoy asumen es la de tener que trabajar. Y la finalidad de ésta es la de conseguir poder económico para hacerse de todos los productos que el sistema les obliga a desear y consumir. Esto, claro está, implica trabajar más y «vivir» menos.

¿De qué modo podría atraerle una «revolución» a un trabajador, si, después de todo, su destino va a estar dirigido a tener que seguir trabajando con las mismas máquinas anticuadas, con horarios similares, en la misma fábrica angustiante para tener que «vivir»?
Ciertamente, a mí mismo, me parecería absurdo. Los obreros de hoy no sólo temen a la revolución y al cambio, sino que generalmente les aterroriza coger un extenso libro y seguir llenándose la mente de normas e ideologías de comportamiento social. Ellos no quieren
cambiar nada, porque creen que son libres, que este mundo es un paraíso y cualquier cambio gratificante, no son las relaciones sociales, sino la implementación de nuevas tecnologías milagrosas y liberadoras.

No pretendo que los obreros se conviertan en nuestros enemigos, definitivamente es más probable que ellos se acerquen más a nuestras ideas y prácticas que a las de sus patrones, pero esto se dará cuando tengan en claro que su propia condición en la sociedad actualmente es sinónimo de sumisión y pasividad, por lo que no hay ningún sentido en, por ejemplo, exigir mejoras laborales al patrón por medio del sindicato. Lo cierto es que si queremos cambiar el actual orden de las cosas, debemos dejar de esperanzarnos en terceras personas y empezar a actuar según nuestra voluntad.

Si sabemos que le damos de comer a la burguesía, pedirle migajas nos convierte en esclavos con beneficios. Y la celda cada vez que es más cómoda, se hace más fuerte. De esto ya se encarga hoy el capitalismo por medio del aburrimiento teórico y demagógico del que se encargan los imponentes líderes izquierdistas y sindicatos que pasean rutinariamente todos los primero de mayo. Pero si, por el contrario, queremos que el poder y todos los que lo defienden caiga, que el sistema colapse de una buena vez, necesitamos dejar de producir.

Dejar de mantener a los amos, y dedicarnos a hacer de nuestras vidas lo que nos plazca, es el real camino de liberación. Sin embargo no sólo basta con dejar de producir, sino que también es necesario atacar la propiedad del capital y destruir los medios de producción que son los pilares sobre los que se apoya el sistema. El capitalismo sin capital, sin trabajo no funciona, como no funcionan los policías sin sus armas, carros, comisarías y cárceles. Así que, a medida que vayamos atacando al capital, iremos recuperando nuestra libertad. Ya es hora de que toda la energía humana que se desperdicia engrasando máquinas se utilice en función a los deseos reales de cada quien.

2. ¿Y entonces, qué nos queda por hacer? Básicamente, dos cosas que, en realidad, no sólo son complementarias, sino cada una tiene un poco de la otra. Incitar el caos y hacer el caos. Si el Estado cumple la función de controlar la forma de vida que tenemos hoy por hoy, la mejor forma de atacarlo no es reemplazarlo por un nuevo poder, sino precisamente, empezar a ser nosotros quienes controlemos nuestras vidas. No tenemos que pedirle permiso a ninguna organización para empezar a generar la anarquía, se trata de ponernos de acuerdo con
quienes más nos sintamos a gusto, en quienes más confiemos y pasar a la acción en momentos imprevistos. Atacar al enemigo por sorpresa, por la retaguardia. La ideología de la subversión puede estorbar. Es el momento de enseñar y aprender con la práctica. La autoorganización es útil, pero no lo es si nos pasamos la vida entera intentando organizarnos e intentando organizar a otros, en lugar de desorganizar al sistema. Cada golpe concreto, cada pequeña revuelta, cada respiro que damos será lo que nos permita mantenernos de pie. A medida que
vamos atacando y destruyendo lo que nos impide ser nosotros mismos, nos vamos creando pasionalmente. La revolución no debe ser un Dios, ante la que todos se arrodillan, alaban con devoción y especulan, pero que nadie conoce. La revolución no debe ser algo separado de nuestras propias vidas, debe ser la unificación de nuestro pensamiento y nuestras acciones en todo momento, en todo lugar y con todo aquel que compartamos alguna experiencia (familiar, laboral, sexual, etc.).

3. No existe un manual anárquico, ni un método definido y único de hacer anarquía o acabar con todo aquello que la imposibilita, esto no es un reflejo de poca creatividad, sino de diversidad; pues existen muchos métodos, aplicables o no, pero métodos al fin y al cabo. Yo
entiendo por anarquismo, al conjunto de todos estos. El anarquismo es entonces una construcción de los anarquistas, no algo separado de ellos. Sin embargo, la anarquía es la destrucción de cualquier límite y esto lo puede realizar cualquier persona sin idea alguna de lo
que es el anarquismo. Esto, para mí, es lo más valioso. Actuar sin ninguna idea preconcebida. No se trata de luchar, como algún sacrificio o algo separado de nuestras vidas, se trata de vivir. Y vivir implica realizarse según las necesidades, respetando y dejando que todos los seres vivos también puedan realizarse por sí mismos. Vivir significa no tolerar las imposiciones de otros y acabar con la autoridad del modo que sea necesario. Esto, a diferencia de la crítica de Engels al anarquismo, argumentando una analogía entre revolución y autoridad, para nosotros es simplemente un acto de supervivencia. Para ellos es necesaria la autoridad, para nosotros no. Y esto quiere decir que tampoco hemos de tolerarla.

publicado en : DESOBEDIENCIA, periodico acrata, N°12, pag 8-9, Lima – Enero 2008

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