La trinidad del indio de José Torres Lara (1885) ¿Un primer paso hacia el indigenismo?

Universidad de Bordeaux
Isabelle Tauzin-Castellanos

La trinidad del indio fue publicada en Lima en 1885 bajo la firma de José T. Itolarrares en medio de una intensa actividad política y cultural tras la salida de las tropas chilenas de ocupación (1881-1883). 1885 terminó con la victoria del general Cáceres y el fin de la presidencia controvertida del general Iglesias.

A lo largo de la guerra se había ido vislumbrando desde Lima la realidad andina, con los indios levados, las protestas provincianas contra las decisiones del gobierno central y las acciones de las montoneras en lucha contra el ejército invasor. Para aquella generación de intelectuales que se enrolaron como el joven Abelardo Gamarra, o para los que participaron en la defensa de Lima, como Manuel González Prada, la representación del Perú no podía seguir igual después de la contienda. Habría que atenerse a la verdad de los hechos y no a la ilusión de un país soñado.

La realidad de un país ajeno a pretensiones europeizantes fue la que José T. Itolarrares se ensañó en revelar en La trinidad del indio y en su continuación de 1886, El pacificador, señalada por Jorge Basadre, pero no ubicada.

Itolarrares es el anagrama de José Torres Lara. Para ese decenio sólo se conoce otro texto suyo de índole distinta; se trata de «El ángel del naúfrago», una alegoría religiosa publicada en El Perú Ilustrado en 1888 . Más adelante Torres Lara recopiló sus recuerdos de la guerra, escribió unas reflexiones sobre la raza indígena y un ensayo sobre Loreto .

La trinidad del indio apenas fue citada por algunos críticos de la literatura. Mario Castro Arenas señaló su existencia en La novela peruana y la evolución social (1967); Jorge Basadre la mencionó como antecedente indigenista de Aves sin nido, un enfoque que hubiera debido despertar la curiosidad de los investigadores. Pero, ninguna lectura fue propuesta desde entonces ni hubo otra edición después de la de 1885.

La trinidad del indio fue clasificada por su autor como «novela» y lleva el subtítulo de «costumbres del interior».

Por tales circunstancias y sin más información sobre el autor, me interesaré primero en la construcción narrativa antes de analizar la representación de las «costumbres del interior».

La organización textual de La trinidad del indio presenta los mismos defectos formales que las novelas contemporáneas premiadas por el Ateneo de Lima al poco tiempo de fundado, en 1886. La obra de Torres Lara consta de veintitrés capítulos sin numerar y de extensión desigual. Sólo se advierte el paso de un capítulo a otro por la presencia de un título, al estilo de los cuadros de costumbres insertos en los periódicos a partir de los años 1840. Los títulos o bien son explicativos («Los habitantes del pueblo de Cashcanca», c. 1), o enigmáticos («El secreto del juez», c. 21) o irónicos («Los temores del cura y las cuentas del gobernador», c.8; «El cura no se duerme», c. 14).

A diferencia de otros novelistas, Torres Lara no se esmera en construir una intriga basada en un héroe o heroína. Ningún protagonista tiene apellido, ni siquiera nombre de pila. El cura, el juez, el gobernador y el costeño (o «forastero») son los protagonistas. Después de muchas peripecias, el lector presenciará el trastorno de la jerarquía inicial: la autoridad del sacerdote o la del gobernador serán aniquiladas por el juez de paz, pero antes éste habrá sido víctima de la colusión de los otros dos. Al final, reinará la anarquía hasta la probable llegada de un subprefecto. La trinidad del indio deja la impresión de una obra sin terminar, lo cual se explicará probablemente por motivos extraliterarios, los mismos que condujeron a la publicación casi inmediata de El pacificador.

En cuanto al lector, no puede identificarse con ningún personaje, pues la ironía presente desde las primeras líneas mantiene una gran distancia entre el público y las figuras novelescas. El primer punto de vista es el de un viajero que se prepara a explorar las regiones apartadas y de inmediato se ve rechazado:

Sólo buscáis un asilo contra la inclemencia de la naturaleza y os encontráis con la inclemencia de los hombres, como si la de aquélla se les inoculara por los poros, tal sucede cuando se viaja por esa región donde hasta la verdad es ilusoria, cruel desengaño para el viajero que subiendo por esta gigantesca escala que parece infinita, se encuentra en un helado y desierto pico, donde apenas oye más voz humana que el manan-canchu; saludo de mal venida que dan los andinos a sus huéspedes .

La vida de los pobladores andinos transcurre de manera contraria al orden y a las leyes instituidas en la Costa; es un mundo al revés donde el derecho está befado y reina la arbitrariedad.

Y la escala de Jacob que se os presentó en un sueño delicioso, no es sino el camino del infierno, y al llegar a su término os encontráis con los señores cura, gobernador y juez de paz, creiáis subir al cielo y por más que el infierno aseguran los teólogos que es un abismo, os veis obligados a confesar que es la cima de los Andes. (11)

Esta cita que cierra el primer capítulo caracteriza el tono y la tesis desarrollada en La trinidad del indio. Para dar mayor fuerza a la denuncia, Torres Lara acude a la simbología cristiana desviando las imágenes religiosas. Así es como, en lugar de los santos apóstoles, es un trío infernal el que reina en las cimas de los Andes, más cerca del cielo que de la tierra.

Conforme va avanzando el relato, cambia el enfoque. El viajero del principio cede la palabra al sacerdote, al gobernador y al juez que aprecian la situación social, de modo distinto según sus intereses personales. Se inicia un proceso de humanización de los personajes cuando el relato hace fusionar sueño y realidad para el juez que llega a ser encarcelado («Sueño y libertad», c. 13). Pero tal perspectiva no dura y el narrador omnisciente y todopoderoso retoma las riendas de la narración oponiéndose a cualquier propuesta de identificación mediante la ironía:

Sabemos que después de repletarse el estómago, a costillas del de su mujer y sus hijos, se quedó el juez tan profundamente dormido, que no bastarían a despertarlo cien carretones pasando por sobre él; como no bastaron los lamentos de su mujer que sonaban más que cien carretones. (60)

El pueblo de Cashcanca donde se verifica la acción es un lugar imaginario, vagamente situado en los Andes centrales sin indicación precisa respecto a otra población próxima; representa las aldeas apartadas del Perú. Con personajes arquetípicos, La trinidad del indio se asemeja al cuadro de costumbres y al cuento popular cuya acción suele transcurrir fuera del tiempo histórico:

Todo el día continúa el pueblo en la mayor consternación: las mujeres lloran, y los hombres se apedrean; y por la tarde, no pudiendo vencerse los partidos, se retiran, el cura con su ganado (reses e indios) a una altura, y el gobernador con el suyo a otra desde donde continúan haciéndose cruda guerra a gritos y hondasos; y el juez, convertido en mensajero de la paz, se queda en el pueblo, oyendo tronar la tempestad sobre su cabeza, lamentando (no sabemos si de corazón) lo que sucede y prometiéndose por ello muy positivas ventajas. (93)

La repetición cíclica y eterna de las escenas de violencia forma el mensaje negativo en que termina la novela.

La dimensión sicológica está reducida al mínimo. La intriga va avanzando reproduciendo las mismas situaciones con actores distintos. El tema inicial es un robo, robo sacrílego cometido por el sacerdote («Revelación», c. 3). Luego tiene lugar el episodio de la escuela, cuando los niños del pueblo, en lugar de aprender a leer y a escribir, van a cultivar las chacras del cura. El gobernador, víctima de su ignorancia, vende sus rebaños a precio vil, engañado por los cálculos errados de su hijo («Los temores del cura y las cuentas del hijo del gobernador», c. 8). El juez de paz, víctima de las artimañas del cura, pierde todos sus animales («¡A la cárcel el juez!», c. 10), sus ahorros e incluso los títulos de propiedad («El cura no se duerme», c. 14).

La serie de latrocinios coincide con una sucesión de detenciones arbitrarias: un forastero, culpable por enseñar el cálculo a los hijos del juez, es encarcelado («Fin de la escuela», c. 9), el juez es detenido por oponerse al cura («En la cárcel», c. 11); y al final, otro forastero es arrestado por intentar recuperar el ganado del juez («Prisión del costeño», c. 20). Los juicios continúan en presencia o en ausencia de la autoridad judicial y son, por supuesto, expeditivos. Torres Lara no trata de asombrar al lector con una aventura original: las injusticias de la vida cotidiana en los Andes conforman la trama de la novela.

Casi no hay descripciones que entorpezcan la tensión dramática , el lector pasa a ser testigo de un espectáculo permanente. Sin tregua, presencia sainetes en los que el intercambio de réplicas tiene un papel fundamental tanto en el desarrollo de la acción como en la caracterización de los personajes. Además de las escenas de juicios ya citadas, otros diálogos presentan una confrontación burlesca: esto se puede apreciar con las primeras réplicas entre el gobernador y el cura de Cashcanca, cuando la autoridad civil solicita los servicios del sacerdote para sacar a su hijo de la ignorancia:

-Señor cora, yo sopongo, que osté habrás aprendido a cora en Lema […]. Yo, poes, he pensado mandar a este mochacho […] a estodiar en coligio, a ver que sale si pato o gallareta, y querea poes saber to consejo, to que has estado poes osté allá, a ver si es cosa de mucho gastar, porque si ha de ser malgastado, mas vale que no se gaste y se guarde. (23-24)

Al ridículo de la pronunciación, indicio del sentimiento de superioridad del propio autor, se suma la comicidad de los gestos y de la situación: al principio de La trinidad del indio, los aldeanos sorprenden al cura robando la espada de oro de San Miguel; supersticiosos y borrachos, llegan a creer que el ladrón es el mismo diablo, y se prosternan ante la estatua del arcángel que no es sino un muñeco de don Juan Tenorio medianamente metamorfoseado por un comerciante. Otra situación graciosa se da cuando el hijo del gobernador finge saber sumar, y le repite el mismo resultado al padre analfabeto. Los episodios cómicos se enlazan de tal modo que el texto de Torres Lara resulta como una serie de chascarrillos con chistes y juegos de palabras, herencia de la escritura costumbrista, que va a desaparecer con el auge del realismo.

Todo lo cual nos lleva a afirmar que desde el punto de vista de las formas, La trinidad del indio marca una etapa en la historia literaria del Perú: por vez primera se intenta conciliar la extensión del género novelesco, la irrisión del cuadro de costumbres y por otro lado la representación del mundo andino.

Torres Lara desiste de usar la palabra «indio» y prefiere la denominación de «los andinos» , luego emplea «los serranos» por oposición a los «costeños». «Los andinos», categoría infrecuente, permite agrupar con un solo membrete a ricos y pobres. Cuando la palabra «indio» aparece, es usada de manera especial como un nombre colectivo , lo que sugiere una ausencia total de individualización y equivale al despreciativo «indiada». La expresión «La trinidad del indio» se transformará incluso en «la india trinidad» , ilustración de la cercanía entre notables y campesinos pobres, tan indios unos como otros a juicio del narrador forastero. En cuanto a la palabra «indígena», sólo aparece una vez para la esposa del juez de paz, así definida de soslayo como india .

Los vecinos del pueblo imaginario de Cashcanca son evocados primero mediante una serie de comentarios generales. Se parecen a fieras ya que viven en casas precarias, visten y se alimentan como brutos:

Camaradas de las llamas, viven en chozas, o rediles o nidos, […] moradas que sólo ellos pueden habitar, y aunque tengan formas humanas vistiendo de un modo que hace de ellos animales que Dios no crió. […] Estos hombres comen poco, pero en cambio beben mucho. El Yaco-chupe, un poco de cancha y un poco de coca que chacchar he aquí cuanto apetece su perruno estómago. (8)

Link: http://ajosyzafiros.perucultural.org.pe/05ensayo3.htm

Esta entrada fue publicada en Others. Guarda el enlace permanente.