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Manuel Gonzalez Prada: El Tonel de Diogenes
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Manuel Gonzalez Prada: Baladas Peruanas
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Manuel Gonzalez Prada: Grafitos
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Manuel Gonzalez Prada: Paginas Libres y Horas de Lucha
Nº 14
Manuel González Prada
Páginas libres. Horas de lucha
Prólogo y notas: Luis Alberto Sánchez. Cronología: Marlene Polo.
Materias: Ensayo s. XIX, Pensamiento político s. XIX
Páginas: XVIII + 399
País: Perú
El presente volumen recoge los dos grandes libros de ensayos, únicos publicados en vida por Manuel González Prada (Perú, 1844-1918), en una edición que incorpora las correcciones manuscritas hechas por el autor a Páginas libres (1894), poco antes de su muerte. Horas de lucha (1908) posee otra textura que la de Páginas libres, pues al experto en conceptos lo ha reemplazado un expositor directo; sólo usa antítesis, esperpentos y caricaturas. El anticlericalismo es ahora patente. Nada literario, todo político y social.
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29/03: RESEÑA DE MANUEL GONZÁLEZ PRADA Y EL RADICALISMO PERUANO
RESEÑA: RADICAL Y ANARQUISTA
Radical y anarquista
“El historiador Hugo Pereyra Plasencia ha publicado el libro Manuel González Prada y el Radicalismo Peruano.
Don Manuel González Prada, tanto su vida de pretendido santón laico cuanto su abundante obra, han sido y seguirán siendo motivo de estudio y análisis. Al igual que la obra y trayectoria política de Mariátegui o la de Haya de la Torre. Sobre ellos, siempre habrá algo nuevo que acotar o bien que criticar. Son, per se, personajes sobre los que no todos han estado o van a estar de acuerdo. Y más aún si detrás de ellos, no obstante el tiempo de su ausencia, hay una fuerte carga ideológica. Y por qué no decirlo, pasional e interesada.
González Prada no escapa, de alguna manera, a lo anotado líneas arriba. Ahora bien, estoy leyendo el exhaustivo y orgánico trabajo, que hace poco ha puesto en circulación, el historiador y diplomático Hugo Pereyra Plasencia: Manuel González Prada y el Radicalismo Peruano. Una aproximación a partir de fuentes periodísticas de tiempos del Segundo Militarismo (1884-1895) –Academia Diplomática Peruana, 2009–. Una indagación que nos entusiasma por sus alcances y por el estupendo manejo de fuentes periodísticas que, más que enfrascarse en polémicas finitas, plantea y delimita campos muy precisos en el quehacer intelectual y vital del furibundo Catón del discurso del Politeama de 1888.
Moneda corriente
Pereyra Plasencia, lo primero que hace es revisar y esclarecer por qué el radicalismo fue la moneda corriente en los círculos contestatarios del momento y no el anarquismo. Y la imposibilidad de este último de asumir un papel protagónico en un país en reconstrucción y profundamente nacionalista. Los muertos de la guerra, Tacna y Arica cautivas y lo perdido, más allá, en el sur, le daban una unidad e inusitada coherencia al Estado nacional. Eran los primeros años de la reconstrucción nacional.
Al mismo tiempo que al indagar sobre los antecedentes del radicalismo rescata textos de Andrés A. Cáceres y del periodista iglesista Julio S. Hernández –asistente a las tertulias del Círculo Literario de González Prada– nos señala y aventura que, por sus expresiones e ideas son un claro antecedente de muchos de los textos de los radicales. Y muy en especial de ese clásico de don Manuel, que es la catilinaria que pronunció en el Politeama. Cáceres, uno de los “afectados” por el discurso, manifestó: no sé si meterlo preso o… abrazarlo.
Para Pereyra, el radicalismo de Prada y sus amigos y contertulios nació “como una alternativa política surgida gradual y hasta espontáneamente luego de la conmoción que produjo la derrota del Perú…”. Y el abismo que se produce en don Manuel, entre el joven y enamorado poeta de antes del 79 y el iracundo agitador político y vindicativo después del Tratado de Ancón, fue infranqueable. Camino en que sus más notorios acompañantes fueron don Abelardo Gamarra (El Tunante) y Carlos Germán Amézaga, que no mucho tiempo más tarde defeccionó, arrepentido de su anticlericalismo.
El radicalismo
Asimismo, Pereyra Plasencia plantea otra hipótesis que, supongo, no complacerá a algunos. Y es la de que, entre 1884 y 1895, la única gran corriente peruana “de tipo contestatario” fue el radicalismo. Y que –es más enfático en asegurarlo y probarlo con inusitado despliegue de fuentes hemerográficas– el anarquismo entre nosotros es algo tardío. Tanto en la trayectoria de don Manuel como en los predios proletarios peruanos.
Lo cierto es que Manuel González Prada y el Radicalismo Peruano, de Hugo Pereyra Plasencia, es una suerte de desafío, al mismo tiempo que acicate que nos obliga a algunas relecturas. En primer lugar, a ese clásico sobre Prada que es Luis Alberto Sánchez. A revisar a Mariátegui que, en el fondo, nunca entendió a Prada y detestó por sus orígenes aristocráticos. Y también a releer a ese magnifico trabajo de Hugo García Salvatecci que es el Pensamiento de González Prada, con el famoso prólogo de José Miguel Oviedo que consideraba que 1960 estaba marcado por el retorno y la vigencia del anarquismo.
Una adenda necesaria. La cronología que nos entrega Pereyra Plasencia sobre don Manuel, es una que no se ha hecho anteriormente. Basta confrontarla con una ultima preparada por David Sobrevilla en Manuel González Prada / Los jóvenes a la obra (Fondo Editorial del Congreso de la República, 2009), y otras anteriores. Además de textos de Prada –con pseudónimo–, de Abelardo Gamarra y Luis Ulloa. En fin, en estos momentos, en “un país de desconcertadas gentes” un libro para ser leído con entusiasmo y pasión.
ISMAEL PINTO”
(Publicado en el diario Expreso de Lima, el domingo 19 de julio de 2009)
Publicado en Articulos, Manuel Gonzalez Prada
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MANUEL GONZALES PRADA: ESBOZO BIOGRAFICO
MANUEL JESUS LOPEZ GRANADOS
Nace en Lima el 6 de enero de 1848, sus padres fueron don Francisco Gonzales de Prada y doña Josefa Alvares de Ulloa, don Manuel suprimió después el «de» característico de los apellidos castellanos y se hizo llamar simplemente Gonzales Prada, con esa supresión su nombre quedaba estéticamente mas armonioso y sonoro, estudio en el seminario de santo Toribio, después sus padres decidieron enviarlo a Chile a cursar la enseñanza media, en Valparaíso ingreso al colegio Ingles de esa localidad.
Estando en Chile, empezaba a soplar los vientos anunciadores nacía el liberalismo de las ideas, sintió la influencia de corrientes nuevas, y estas tendencias fueron sin duda las que robustecieron e impulsaron las cualidades innatas de su espíritu, cerca de un año permaneció en Valparaíso, sin terminar sus estudios de humanidades volvió al Perú e ingreso a la facultad de filosofía y letras de la universidad de san Marcos, hasta graduarse de bachiller, luego eligió jurisprudencia pero no se recibió como abogado, abandono la facultad a los 19 años, el pesado ambiente intelectual de los claustros de san Marcos estaba formado por hombres que no podían ser hijos mas espirituales de la colonia, dentro del vetusto edificio que fue un convento, todo tenia olor a antigüedad y tradición, todo estaba estacionario, pensamientos, programas, métodos.
Lo que dio a Gonzales Prada todo su saber fue la autoeducación, su juventud fuerte fue dedicada al estudio y la lectura de todo libro que caía en sus manos, época fecunda para el, valiosa para su desarrollo intelectual, literatura, filosofía, los tratados políticos y sociales fueron su predilección, fue esta una de sus mas bellas épocas, paz, comodidad, satisfacción de sus gustos intelectuales; «el parnaso Peruano» de Cortez lo hizo conocido fuera del país, por el año 1871, tenia entonces 23 años, era un joven alto, de apostura elegante y bien conformada, de ojos azules, facciones perfectas, al respecto se cuenta una anécdota referida por Alfredo Verneuil, que refiere que visitaba Gonzales Prada el museo Grevin en París, singular por sus figuras de cera coloreadas, se sentó en un banco tranquilamente a reposar, entran de pronto 2 turistas ingleses, que con la guía en la mano empiezan a recorrer y observar las figuras, al llegar frente a Gonzales Prada empiezan a buscarle el numero asignado, este se levanta para retirarse y los turistas lo miran atónitos, lo habían confundido con una de las esculturas de cera, sus facciones casi perfectas los había engañado.
Se dedico a la literatura Europeas, gusto mas de la Francesa, esta alimento su espíritu la fuerza natural de su rebeldía, asimilaba perfectamente las luces intelectuales que venían de Europa, al mismo tiempo nacía su paganismo a base de las fuentes griegas, el análisis de la historia helena, la comprensión de aquel esplendente mundo antiguo, subyuga, atrae y comunica al espíritu el halito suave de su alma inmortal.
Para entonces Gonzales Prada era un descreído del catolicismo, era el hijo disidente en el seno del hogar católico, era un anticlerical, un hereje, que surgía en una familia religiosa por tradición, era el producto de un carácter desarrollado desde temprano en la independencia, cultivado por si solo, fuera de toda influencia de medio e imposición de la voluntad, todo esto nos muestra que en su hogar hubo una completa tolerancia a pesar de la época y los orígenes de la familia, lo que indica que en las familias cultas e inteligentes la diferencia de ideas y creencias no conducen nunca a la ruptura o el choque.
Sintió gran afición por la agricultura, como amante de la libertad social, optaba por ocupaciones en donde podía hacer uso de sus preferencias y actitudes, sin los estorbos y miramientos, sin los intereses creados, en Lima en las inmediaciones de donde es hoy el parque de la exposición, exploto Gonzales Prada una pequeña granja, pero su mayor actividad agrícola la dedico al valle de Mala, al sur de Lima, 10 años se dedico y tal vez lo hubiera hecho definitivamente, pero fue interrumpido por el gran acontecimiento de la historia nacional, la guerra con Chile de 1879.
Gonzales Prada asistió a la guerra, con su reguero de sangre, vino a cerrar la placidez de su juventud, con golpes de espada, tronar de cañones y lamentos de heridos, con ardoroso patriotismo se presento al estado mayor que disponía la defensa de la capital, se le confirió el grado de teniente coronel, y se le asigno la segunda jefatura de la guarnición «el pino» desde allí asistió a la batalla de Miraflores; cuando ya toda resistencia era inútil y evitar mas sacrificio de vidas, el primer comandante don Hipólito Cáceres imparte a Gonzales Prada la orden de hacer volar 2 de las mejores piezas que defendían aquel reducto, era preciso evitar que esas preciosas armas cayesen en poder del enemigo, en compañía del sargento mayor Eduardo Lavergne y secundado por Francisco Bolognesi, el hijo del héroe de Arica, haciendo prodigios de cautela para evadir las patrullas chilenas de reconocimiento, favorecidos por las sombras de la noche hicieron estallar los cañones.
Vencedor el enemigo en Miraflores y segura ya la ocupación de Lima, Gonzales Prada volvió a la ciudad con el enorme peso de la derrota, la patria estaba perdida, la capital iba a ser ocupada por el invasor y vendría luego la imposición de los términos de paz; por esta guerra sintió por vez primera el odio internacional, fue un odio verdadero porque conocía a fondo el origen del conflicto, que no fue otro que el deseo de obtener riquezas sin importar la manera de conseguirlos, si es condenable el despojo entre individuos como no lo será entre naciones, inútil es que se levante la voz de la diplomacia y de la historia Chilenas para justificar la guerra del 79, frente a esa voz el hombre civilizado, justo, sensato, cuya conciencia mora en un sitio superior sabe sonreír desdeñosamente, porque conoce a fondo los entretelones de esta historia.
Para evitar ver a los invasores en las calles de Lima e impedir incidentes, se recluyo en su casa durante toda la ocupación, vivió enteramente dedicado a sus estudios literarios y filosóficos, cultivaba su espíritu como sus plantas, fortalecía su inteligencia, fue durante ella protagonista de un caso que dice del temple de su carácter y de su odio al enemigo, firmada la paz de Ancón el ejercito chileno se retiro a las afueras de la ciudad, Prada creyó que todo estaba libre de invasores, salió a la calle a realizar una visita familiar, de pronto al llegar a una esquina ve un jefe chileno que se dirige a el con los brazos abiertos y el rostro sonriente a saludarlo, Gonzales Prada esquiva el saludo y cambia de dirección, diciendo que no podía aceptar el afecto del enemigo que mutila el cuerpo de la patria y dicta la paz mas ignominiosa, para el chileno fue grande la sorpresa ante esta actitud, pues ambos habían sido condiscípulos de curso y amigos siendo estudiantes en Valparaíso.
Cuando el vértice de la guerra paso después de cuatro años funestos y terribles, Gonzales Prada dolorido por la suerte de la patria da comienzo a la gran obra de su vida, la regeneración del espíritu nacional, en 1885 al año siguiente de la ratificación del tratado de Ancón da comienzo a su labor con » Miguel Grau» pieza literaria que es un homenaje a la personalidad de nuestro gran marino, fue el primer llamado a la conciencia de la patria, el principio de su obra reconfortadora de las fuerzas nacionales; en 1886 en una conferencia en el Ateneo de Lima, trata sobre tópicos literarios generales y de critica a la literatura nacional, pocos días después fue elegido presidente del «circulo literario», entre sus miembros se encontraban: Teobaldo Elías Corpancho Juan de Arona Arnaldo Márquez Numa Pompilio Llona Luis Benjamín Cisneros Ricardo Rosel
En 1887 fundo el partido «radical» la constitución de ese partido alarmo a los católicos y gente de espíritus placidos, este mismo año Gonzales Prada cumplía 39 años y contrajo matrimonio con la señorita Adriana de Verneuil, hija de una estimada familia francesa establecida en lima, a pesar de las diferencias religiosas el nuevo hogar fue un modelo, de allí nacieron 2 varones y una mujer, del cual solo vivió uno Alfredo que se dedico a la diplomacia.
En 1888 pronuncia su famoso discurso en el Politeama, ante los niños de los colegios de Lima, empieza diciendo: Queridos niños Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy Para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro Los viejos deben temblar ante los niños Porque la generación que se levanta es siempre acusadora de la generación que desciende De aquí de estos grupos alegres y bulliciosos Saldrá el pensador austero y taciturno De aquí el poeta que fulmine con estrofas de acero retemplado De aquí el historiador que marque la frente de los culpables con el sello indeleble de su ignominia Niños sed hombres temprano Madrugad a la vida Porque ninguna generación recibió herencia más triste Porque ninguno tuvo deberes más sagrados que cumplir Errores más graves que remediar Ni ofensas más justas que satisfacer
Luego fundo el partido «unión nacional» que no duro mucho, en 1902 se retiro definitivamente de ese grupo político, sustento después una serie de conferencias en instituciones sociales, escribió largos artículos que reunió en » Paginas libres y en horas de lucha» en 1912 fue llamado a ocupar la dirección de la biblioteca nacional, era la primera vez en su vida que desempeñaba un cargo publico, acepto la dirección de la biblioteca porque sabia que era un puesto donde difícilmente podían llegar los efectos de las mareas políticas, y la lucha por interés, además allí gozaba de una gran independencia, era la primera biblioteca del país que debidamente transformada y organizada, difundiría la cultura a todas las capas sociales; comenzó con gran entusiasmo su labor de reforma administrativa, con intención de darle el carácter de centro activo intelectual, centro de vida científica y artística, un suceso inesperado interrumpe su trabajo, en febrero de 1914 un golpe de estado impone un gobierno anticonstitucional, Gonzales Prada anciano ya, siente en su conciencia la indignación que causa este hecho y con un gesto digno de sus mejores años presenta su renuncia indeclinable al puesto, su dignidad y odio a la eterna comedia política se puso de manifiesto, libre otra vez hizo publico al país su opinión a los acontecimientos de febrero.
Cuando en 1916 un gobierno constitucional que provino de la voluntad popular quedo otra vez establecido, se le ofreció nuevamente la dirección de la biblioteca, vuelto a ella continuo su ardua labor de reorganizarla, cubierto de canas mantenía aun su capacidad intelectual y la delicadeza de los sentimientos, en el no se manifestó esa mediocridad y decadencia seniles que se presenta en la mayoría de personas, capto la simpatía de todos sus empleados, quienes veían en el al hombre integro, lo respetaban y llamaban » maestro» los estudiantes, los jóvenes y niños, el 22 de julio de 1918, la muerte lo sorprende a la edad de 70 años.
Link: http://www.eldiariointernacional.com/spip.php?article2843
Publicado en Articulos, Manuel Gonzalez Prada
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González Prada: Trozos de vida
Gonzalo Portocarrero
Escritos seis meses antes de su muerte, los poemas agrupados bajo el título Trozos de Vida, publicados póstumamente, representan un espacio en que González Prada se confronta al sinsentido primordial de la vida, tratando de representar sus vivencias más entrañables. En el contexto de un racionalismo que ha eliminado cualquier horizonte de trascendencia, se busca, en el aquí de la vida, las razones que hagan que merezca la pena seguir viviendo. Por este discernimiento desfilan distintas posibilidades: los ideales de paz y justicia, la opción de un encuentro gozoso con el otro, la grandeza de la patria, la exploración de un sentimiento panteísta que nos religue al mundo y a lo viviente. No obstante, todas estas no llegan a fundamentar un sentido. Prima, entonces, la desolación, la vivencia de una vida que es fugaz, transitoria e insignificante, que tiene como única perspectiva la realidad última de la muerte. Frente a una situación tan decepcionante sólo cabe el cultivo de la indiferencia para evitar ser carcomido por el hastío; por esa necesidad de un sentido que no puede ser construirse.
“Yo he sido el cofre sellado:
Más allá de la epidermis
no he sufrido los contactos”
Los versos anteriores aluden a un dominio de la muerte sobre la vida: el “cofre sellado” semeja un féretro, un espacio incomunicado, donde son imposibles los contactos y lo más sabio es una suerte de anestesia vital, un tratar de no sentir, pues la desolación de produce lo absurdo se infiltra por todos lo poros de la vida. El rechazo a la condición humana es contundente:
“Madre Tierra, ¿dónde vas?
Vayas, Tierra, donde fueres,
La dicha en ti reinará,
Cuando muda y sola gires
Muerta al fin la humanidad”
“De ser hombre me avergüenzo”
El mundo está sumergido en un caos moral: los buenos sucumben, los malos disfrutan y no hay remedio a la vista.
La inminencia, siempre presente, de la muerte aborta en su origen cualquier ilusión, de manera tal que comenzar a vivir es, sobre todo, empezar a morir.
“Sin fe en la vida, vivimos;
sin esperanza, esperamos”
El sinsentido se revela en la omnipotencia caprichosa del azar. Las ilusiones son quimeras, mentiras. Y la mayor de ellas es “la esperanza en el bien y la justicia”.
“Indiferentes vayamos
por los mares de la duda”
La rutina como sentido esclerotizado facilita la vida, pero vaciándola de sentido e intensidad.
La menos mala de las opciones es, en cualquier forma, entregarse a una quimera, que aunque se sepa falsa permite, no obstante, remontarse “a la luz del firmamento”.
En realidad, en medio de este panorama tan sombrío la única luz que asoma es la de la rebeldía y la libertad.
“En mi Olimpo, ya sin Dioses,
Sólo perdura tu altar,
Sólo no muere tu culto,
Oh divina libertad”
Esta afirmación de la libertad como posibilidad de autocreación de los hombres, deja a esperar un futuro mejor: “que este siglo no es visible: / yo debí nacer mañana”.
Un sobrecogedor tono melancólico domina los poemas de Trozos de Vida. Como se sabe, la melancolía es un sentimiento de pérdida, al que no corresponde una idea precisa de lo que se ha perdido, de manera que no hay una representación de objeto, sino sólo una tristeza abrumadora. Todo se ha perdido pues nada tiene sentido. La impronta depresiva de este poemario remite a una añoranza de absoluto, a la imposibilidad de realizar un duelo por la muerte de Dios y todos los sentidos que dependieron de su existencia: los ideales, la buena conciencia, la satisfacción consigo mismo. Finalmente, a la imposibilidad de reconciliarse con la realidad de una inmanencia sin certezas. En la cual podrían, acaso, construirse sentidos que aunque no fueran últimos y definitivos, sí fueran suficientes como para fundamentar un fervor de vida.
La ciencia y la supuesta perfectibilidad humana no alcanzan a reemplazar al Dios muerto. Paradójicamente, esta añoranza de Dios y sus certezas absolutas es un sentimiento profundamente religioso.
Resulta claro que González Prada es un individuo aislado. Es un agnóstico en un mundo de creyentes. No puede evitar la arrasadora añoranza de lo absoluto, de modo que queriendo creer no cree. En este querer sin poder se ubica su “última verba”: “¿qué me importa si mi cielo / obscurece ya la noche? / no te amé jamás, oh mundo, / negro charco de vibriones[1] / al puede ser de la tumba / voy sin pena ni temores, / con el asco por la vida, / con el desprecio de los hombres”.
No obstante, y otra vez paradójicamente, como lo señala Julia Kristeva, la lucha por expresar las vivencias depresivas tiene un efecto catártico y consolador. En efecto, escribir es una apuesta a representar la tristeza que termina aligerando algo de su peso abrumador. Sobre todo, en la medida en que en esta lucha surge algo que podemos considerar “bello” y “veraz”. Entonces, escribir sobre el sinsentido es una manera práctica de crear un sentido, pues la misma escritura permite estetizar y diluir esas sombras que nos impiden ver la belleza de la vida. Se trata, ciertamente, de un ejercicio “agónico”, de una lucha en el límite. Tratar de no ser engullido por la muerte a través de una consolación trágica en la que reafirmando el absurdo de la vida, dando rienda suelta a toda nuestra negatividad, logramos, no obstante, olvidarnos de esa pérdida que nos obsesiona.
[1] Bacteria, microbio
web: http://gonzaloportocarrero.blogsome.com
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Manuel Gonzalez Prada: Los honorables bajo el oprobio, 1914
(Bajo el oprobio. Ed. Luis Alberto Sánchez. Paris, 1933; Segunda edición con Sobre el militarismo (Antología): Ed. Bruno Podestá, Lima: Editorial Horizonte, 1978; incluida también en las Obras, vol 2, ed. Luis Alberto Sánchez, Lima: Ediciones COPÉ (PetroPerú), 1986)
Por Manuel González Prada
Al atravesar la plazuela de Bolívar (operación que rara vez efectuamos por miedo a los núcleos infecciosos) nos asalta el deseo de coger una brocha, saturarla de alquitrán y escribir en los muros de las dos Cámaras: AQUI SE NECESITA UN ARGUEDAS.
No logrando satisfacer el buen deseo, nos decimos interiormente: ¡Bienaventurados los tiempos en que la muchedumbre se arme de azotes y lance fuera de la ciudad a las dos hordas acantonadas en la plazuela de Bolívar!
¿Qué es un Congreso peruano? La cloaca máxima de Tarquino, el grancolector donde vienen a reunirse los albañales de toda la República.
Hombre entrado ahí, hombre perdido. Antes de mucho, adquiere los estigmas profesionales: de hombre social degenera en gorila politicante. Raros, rarísimos, permanecen sanos e incólumes; seres anacrónics o inadaptables al medio, actúan en el vacío, y lejos de infundir estima y consideración, sirven de mofa a los histriones de la mayoría palaciega. Las gentes acabarán por reconocer que la techumbre de un parlamento viene demasiado baja para la estatura de un hombre honrado. Hasta el caballo de Calígula rabiaría de ser enrolado en semejante corporación.
¿Ven ustedes al pobre diablo de recién venido que se aboba con el sombrero de pelo, no cabe en la levita, se asusta con el teléfono, pregunta por los caballos del automóvil y se figura tomar champagne cuando bebe soda revuelta con jerez falsificado? Pues a los pocos meses de vida parlamentaria se afina tanto y adquiere tales agallas que divide un cabello en cuatro, pasa por el ojo de una aguja y desuella caimanes con las uñas. Ese pobre diablo (lo mismo que sus demás compañeros) realiza un imposible zoológico, se metamorfosea en algo como una sanguijuela que succionara por los dos extremos.
El congresante nacional no es un hombre sino un racimo humano. Poco satisfecho de conseguir para sí judicaturas, vocalías, plenipotencias, consulados, tesorerías fiscales, prefecturas, etc; demanda lo mismo, y acaso más, para su interminable séquito de parientes sanguíneos y consanguíneos, compadres, ahijados, amigos, correligionarios, convecinos, acreedores, etc. Verdadera calamidad de las oficinas públicas, señaladamente los ministerios, el honorable asedia, fatiga y encocora a todo el mundo, empezando con el ministro y acabando con el portero. Vence a garrapatas, ladillas, pulgas penetrantes, romadizo crónico y fiebres incurables.
Si no pide la destitución de un subprefecto, exige el cambio de alguna institutriz, y si no demanda los medios de asegurar su reelección, mendiga el adelanto de dietas o el pago de una deuda imaginaria. Donde entra, saca algo. Hay que darle gusto: si de la mayoría, para conservarle; si de la minoría, para ganarle. Dádivas quebrantan penas, y ¿cómo no ablandarán a senadores y diputados?
El representante ingenuo que se disculpaba por haber votado mal por insinuación u orden del Jefe Supremo, dio la nota justa, reveladora de la sicología parlamentaria: diputados y senadores se consideran ellos mismos como parte de la servidumbre palatina.
Habiendo, pues, un Ejecutivo, no se necesita un Legislativo. Pudiendo entenderse con el señor, no se trata con los lacayos. Entonces ¿para qué los congresos?
¿Para qué las discusiones de pedantes y fraseólogos que al oírse hablar creen sentirse pensar? ¿Para qué las luchas encarnizadas entre minorías y mayorías? Lo que alguien dijo de los abogados cuadra mejor a los parlamentarios. Gobiernista y oposicionista figuran las dos hojas de una misma tijera: se embisten con furia, mas no se causan daño. Quien sale cortada es la Nación.
Y sin embargo, esas gentes se gratifican el honorable con un tupé inverosímil y una prodigalidad asombrosa. Honorabilidad de honorables, tan evidente como la blancura del tordo, la ligereza de la tortuga, el buen olor del añás.
“Señor honorable, tiene usted el uso de la palabra”, dice un trujimán de presidente congresil, dirigiéndose al recomendable sujeto que hizo dar o dio un esquinazo, medró con los deslices de una mujer o supo en una tesorería cargar con el santo y la limosna. Uno se pregunta ¿esos individuos hablan seriamente o se burlan de nosotros?
Billinghurst fue derrocado ignominiosamente por haber concebido el propósito de celebrar un plebiscito para decidir si convenía la renovación total del Congreso. Sin duda le infundieron náuseas los mismos hombres que trasgrediendo las leyes y cediendo cobardemente a la imposición de las turbas, le habían nombrado Jefe Supremo. ¿Se le tachará de ingrato?
Hay servicios que no engendran agradecimiento ni crean amistad: a ciertos servidores se les tira la moneda, no se les tiende la mano. Al presenciar la degradación de unas Cámaras donde los hombres mienten como gitanos y se venden como chinos, el verlas saltar de oposicionistas a gobiernistas y caer de rodillas ante un coronelillo de similor para conferirle el generalato en recompensa de haberlas traicionado, pisoteado y abaleado ¿quién no lamenta la caída prematura de Billinghurst? Sus mismos derrocadores se hallan arrepentidos y con gusto desharían su obra: palpan que al hacer la revolución se pusieron contra el desinfectante y a favor de los microbios. El hombre que hoy se levantara en armas, invadiera Lima y barriera con Legislativo, Ejecutivo y Judicial, merecería una estatua de oro.
Porque en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino mojiganga.
Publicado en Manuel Gonzalez Prada, Textos
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