Fueron 85 años los que vio pasar y en ese largo suspiro recorrió siempre una Lima arrogante y deslucida, aunque recordaba mejores momentos en sus Barrios Altos la decadencia progresiva de ésta, producto de la nube tóxica del ingenio humano que inunda la ciudad, contribuyó a mermar más su salud. El espacio indicado hoy tan tugurizado: con muchas casas en estado ruinoso, con calles oscuras y malolientes vaya que contrasta con los cercanos, resguardados, pulidos y alumbrados centros de poder de la capital. Pero claro plagados de parásitos representativos. Discontinuidad en lo más próximo: El “lado oscuro” detrás de las mayores mentes oscuras que nos procuran un buen gobierno.
La terquedad que mostró hasta el final de su vida por su independencia lo llevó a poner en grave riesgo su salud. Su hija le insistía para que viviera con ella. Pero, ¡No! y ¡No! fueron sus respuestas. Vivía y trabajaba en el local de la FOPEP: Era el conserje. Le acompañaba la gata pocha y una gata que bajaba continuamente para atormentarlo y deleitarlo. Sus dos últimos años los pasó en este local que no está hecho, por desgracia, para residir continuamente en él ya que no se puede soportar ahí adecuadamente ni las altas ni las bajas temperaturas. Además ya el conejo cargaba con un par de enfermedades. Pues, era previsible, para los que conocían esto, que en cualquier momento nuestro amigo terminaría en la asistencia médica. Y fue así. A regañadientes aceptó ser internado y, luego de unas semanas, falleció víctima de un conjunto de dolencias en los primeros días del último enero. La pocha ya con prole lo olvidó, eso creo, la otra gata desapareció. Mientras que los federados y yo lo echamos de menos. Sus grandes orejas ameritaban llamarlo el conejo y su gran recelo también. Actitud que hacía mí rápidamente se torno en confianza al conocerme más y al ver que aportábamos yo y los demás compañeros libertarios a la institución. Y ¿cómo? Pues desarrollando el proyecto de clasificando y digitalización del material documentario de la Federación. Entre estas tareas me comentó de su pasado laboral: de jovenzuelo aprendiz de zapatero hasta su arribó al gremio de los panaderos en los años 40, y sus ya 20 años de jubilado. Como también los pormenores de la organización y el pasado cercano de la institución. Estando en las labores del archivo constate que nuestro conejo procuró en la medida de sus posibilidades mantener en buen estado el archivo de la oficina de la presidencia. ¿Cómo así? Pues evitando que los bichos come celulosa terminen devorando el material. Además cuidando las cajas que se encontraban en los restantes espacios del local. Aunque muy empolvados pero no corroídos. Sin embargo, no pudo evitar que otros bichos, ahora intelectuales y/o autodidactas, cargaran con muchos materiales importantes para desaparecer con ellos. Bueno, quizás al final, terminen en una biblioteca pública o en una pestilente universidad privada donde fichan a todo extraño que desea examinar su biblioteca y le exigen un órgano para sacar una fotocopia. La obra de los obreros anarquista terminaría como una mercancía de una fábrica funcionarios de la legalidad. Pues, periódicos libertarios casi no hay y las únicas fuentes importantes que si quedan son las actas pero faltan muchas y de períodos importantes. Vaya que no tenemos memoria porque no somos una persona, tampoco hay un “somos”, ni la hemos perdido porque no “hemos” tenido la experiencia. Sin embargo lo que sí es seguro es que muchos ven a lo viejo o a lo pasado como basura no advirtiendo que también hay basura mientras más se avanza en el tiempo: Vargas Llosa y J. Bayly casos insuperables al respecto. Ya esto lo desarrollaré en otro momento. Lo que sí cabe ahora es hacer lo que no hice directamente, pues no creía que nuestro conejo se reintegraría prontamente a la tierra. ¡A su memoria! ¡Gracias conejo! Perdonados quedan su catolicismo y su aprismo, su cordialidad hizo que pasaran inadvertidos; usted, por su parte, perdóneme mi anarquismo.
Q. E. P. D. Don Rodolfo. / LAR
extraido de: periodico libertario Humanidad N°8 Mayo 2009, pag 2, Lima – Perù