Manuel González Prada: razón apasionada y anarquismo

Grazia Musumeci

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Esforzándose por “romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz”, encontramos en la memoria cultural del Perú a la figura de Manuel González Prada (1844-1918), quien hizo del disentimiento y la discusión su oficio. González Prada cultivó en su juventud la poesía siguiendo modelos alemanes; tradujo obras de Göethe, Schiller y Heine. Participó activamente en las actividades del “Club Literario”, convirtiéndose por demás, en el vocero de las ideas de la nueva generación de intelectuales peruanos de su entonces, animando a través de sus discursos, a los obreros progresistas y a los estudiantes universitarios a participar de la vida política. Su obra sirvió de espacio de representación de ideas filosóficas, estéticas, sociales, políticas, étnicas y religiosas. Defendió a los inmigrantes chinos, a los indios, a los negros, a los trabajadores y a las mujeres, de lo que él consideraba una clase enamorada del pasado colonial del Perú. Intervino en el conflicto bélico entre Perú y Chile haciéndose soldado y en 1891 sale de viaje hacia Europa. Será en París donde publique uno de sus textos fundamentales Páginas libres (1894). Luís Alberto Sánchez señala que la obra de González Prada podría calificarse como “propaganda y ataque”, título de uno de los ensayos de Páginas libres.

Debemos considerar, antes de emitir alguna opinión respecto a la obra de González Prada, la fuerte filiación de este autor con el positivismo. Según J.M. Oviedo, la base científica le era “indispensable para «modernizar» el pensamiento y los programas políticos que debían sacar al país de la peor crisis de su historia”. Para González Prada con su generación“algo muere, pero también algo nace: muere la mentira con las lucubraciones metafísicas y teológicas, nace la verdad con la ciencia positiva…”. Buscó los fundamentos del anarquismo que practicó como doctrina política en el positivismo, sin dejar de captar el radicalismo de Darwin, Spencer, Renan, Comte, Hegel, Marx y Schopenhauer; además de sentir los ecos de Proudhon, Kropotkin, Tolstoi y Nietzsche, en el “tono de su prosa, exaltado, bárbaro, combativo, lapidario”, a decir de M.Gomes.

Páginas libres, texto que según su autor debió titularse Refundiciones – por no conservar ningún capítulo su texto original-, es una obra que descubre al ideólogo que se abrió paso entre el poeta y el ensayista. Puso en práctica la ortografía fonética y los neologismos, tratando de buscar la emancipación incluso a través del lenguaje. La obra, que en opinión de J.C. Mariátegui fue el “germen del nuevo espíritu nacional” peruano, discute en torno a los problemas del Perú desplegando un sinnúmero de sentencias retóricas, sugiriendo, y no definiendo la realidad peruana. Sus frases “son las de un acusador, no las de un realizador” según el mismo Mariátegui, pues debemos considerar que su temperamento era esencialmente literario, esto se manifiesta en sus opiniones cuando habla de las clases de escritores con la que podemos encontrarnos, “unos que hablan a lo Sancho Panza, con idiotismos, dicharachos y refranes; otros que se expresan a lo Don Quijote, solemnemente, en clausulones altisonantes y enrevesados”.

González Prada, denuncia la responsabilidad de la Iglesia sobre las injusticias que tuvieron lugar en su nación, desde la aparición del poder de la institucionalidad católica. De hecho, su principal blanco de ataque fue la Iglesia Católica, como evidencia esta cita suya: “En cuanto al Catolicismo que alardea de guardar en su doctrina la más exquisita esencia de la Religión Cristiana, se le debe aplicar las palabras de Rossini al juzgar una ópera: Tiene algo bueno y algo nuevo, con la circunstancia de que lo bueno no es nuevo y lo nuevo no es bueno. Efectivamente, el catolicismo posee su moral en el cúmulo de preceptos incongruentes y ambiguos que el niño estudia sin comprender… Viéndolo bien, la secta católica encierra la negación de toda Moral… Y todos los males de la educación católica los palpamos ya…”. El pensamiento de González Prada, aunque embriagado de positivismo y nacionalismo, no se vio exclusivamente subordinado a los mitos de su época: razón, ciencia y progreso. Su prosa reaccionó ante la negación y la duda con intrépida afirmación y optimismo idealista. Su obra puede entenderse como la exaltación de la lucha y el esfuerzo, entremezclada con la tinta de una pluma entregada al trabajo estético de sus intuiciones, pues el verbo sólo alcanza calidad estética cuando aporta ideas; además, decía “quien no se deja comprender, no sabe expresarse”. Frase con la cual queda clara la intención del peruano de difundir ideas y combatir, pues los escritores debían intervenir en la política para “desacreditarla, disolverla y destruirla”. A la luz de hoy, muchos de los planteamientos del González Prada, podrían resultar caducos o vencidos. Está en los hombres de hoy saber entender dentro de su contexto las ideas y las valoraciones del peruano para poder ponderar adecuadamente la importancia de sus aportes.

extraido del periodico venezolano: El Libertario

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