El 29 de julio de 1888, con ocasión del aniversario patrio, se organizó una velada en el Teatro Politeama para reunir fondos para el rescate de Tacna y Arica. Allí, Manuel Gonzáles Prada (Lima 1844-1918) inició su famoso discurso con estas palabras: Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro.
Estas palabras significaron una de las más severas críticas a una clase política peruana que en el pasado había llevado al país a un período de desaciertos y ocasiones perdidas, pese a la bonanza guanera, que culminó en catástrofe con la Guerra del Pacífico. Pero también este discurso anunciaba tiempos de cambio que culminarían con la derrota de Cáceres en la guerra civil de 1895 y el advenimiento al poder de Nicolás de Piérola donde se dieron las bases para la formación de la República Oligárquica.
Nacido al interior de una familia aristocrática y muy conservadora, Gonzáles Prada fue educado en Valparaíso durante un destierro familiar por motivos políticos. De regreso a Lima fue matriculado en el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo con la esperanza de consagrarlo al sacerdocio. Contestatario e insatisfecho con la carrera de seminarista, abandonó sus estudios teológicos y logró ingresar al Colegio de San Carlos donde destaca en los cursos de química, letras y filosofía
Entre 1870 y 1879 se retira a su hacienda Tutumo (en Mala) para dedicarse a la agricultura. Vivió muy cerca la tragedia de la guerra con Chile. Participó en la defensa de Lima y, destruidas las líneas de San Juan y Miraflores y ocupada la capital, optó por el encierro domiciliario para no ver, según sus propias palabras, la insolente figura de los vencedores.
Consagrado como un escritor de verbo penetrante, sus frases fueron verdaderos latigazos de cólera dirigidos a la clase política que llevó al Perú al desastre de 1879: ¿Qué fueron por lo general nuestros partidos en los últimos años? Sindicatos de ambiciones malsanas, clubs eleccionarios o sociedades mercantiles. ¿Qué nuestros caudillos? agentes de grandes sociedades financieras, paisanos astutos impulsivos que veían en la Presidencia de la República el último grado de la carrera militar.
Por ello, en el Politeama decía a los estudiantes de Lima: Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer.
Tampoco ocultó su odio a Chile: Si somos versátiles en amor, no lo somos menos en el odio: el puñal está penetrando en nuestras entrañas y ya perdonamos al asesino. Alguien ha talado nuestros campos y quemado nuestras ciudades y mutilado nuestro territorio y asaltado nuestras riquezas y convertido al país entero en ruinas de un cementerio; pues bien, señores, ese alguien a quien jurábamos rencor eterno y venganza implacable, empieza a ser contado en el número de nuestros amigos, no es aborrecido por nosotros con todo el fuego de la sangre, con toda la cólera del corazón. Si el odio injusto pierde a los individuos, el odio justo siempre salva a las naciones.
Convertido al anarquismo, al anticlericalismo e incluso al ateísmo, Gonzáles Prada se definió como un «libre pensador» y se perfiló en uno de los intelectuales de mayor trascendencia en el desarrollo de las ideas políticas del siglo XX. Por ejemplo, influyó notablemente en el pensamiento de la Generación del 900 y en las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui.
En 1891 fundó un partido, la Unión Nacional, con una propuesta parecida a los planteamientos de la «Revista de Lima» pero cargada de sugerencias revolucionarias para la época: régimen federal de gobierno; sufragio directo extendido aún a los extranjeros; reforma del régimen tributario; devolución de tierras usurpadas a las comunidades indígenas; mejoramiento de la condición de vida a los obreros; reorganización de la Guardia Nacional, etc. Lo acompañaron en esta agrupación Abelardo Gamarra «El Tunante», Germán Leguía y Martínez, Luis Ulloa, Carlos Germán Amézaga y otros.
Murió en 1918 cuando ocupaba la dirección de la Biblioteca Nacional. En vida publicó sólo dos libros de ensayos, Páginas libres (1894), Horas de lucha (1908) y tres versos. Luego, su hijo y su esposa reunieron y publicaron algunos de sus escritos en prosa y verso. Aún no se ha publicado una edición completa de sus obras.
Blog de: Juan Luis Orrego Penagos
link: http://blog.pucp.edu.pe/item/29914/la-reconstruccion-nacional-el-discurso-radical-de-manuel-gonzales-prada
estuvo muy interesante