La lucha continúa
César Lévano
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“Todas las grandes verdades comienzan como blasfemias”, escribió George Bernard Shaw. Esa verdad podría aplicarse a la lucha por la jornada de ocho horas, iniciada por los obreros de Estados Unidos y signada por el ahorcamiento de los mártires de Chicago, líderes de esa lucha.
En el Perú, ese sacrificio inspiró a los pioneros del movimiento obrero, cuyo eje fue una movilización de masas en pos de la jornada de ocho horas, con un fermento ideológico, cultural y artístico (periódicos, revistas, bibliotecas, teatro y centros musicales).
Este movimiento surgió el Primero de Mayo de 1905, en la primera conmemoración peruana de la efeméride.
El diario La Prensa en su edición vespertina del 1 de mayo de 1905, dio cuenta de la “herejía” en crónica que empieza así:
“Los obreros de Lima y Callao han conmemorado hoy la fiesta del socialismo.
“En las primeras horas de la mañana comenzaron a congregarse en el local de la Confederación de Artesanos, diversas representaciones de sociedades obreras de la capital, para dirigirse poco después a la plazuela de la estación de San Juan Dios, presididos por el señor Caracciolo Lévano, presidente de la federación de obreros panaderos “Estrella del Perú”, sociedad obrera de quien partió la iniciativa para esta manifestación”.
Por iniciativa de Lévano, se había realizado en la mañana una romería de trabajadores de Lima y Callao a la tumba del obrero portuario Florencio Aliaga, abaleado un año antes por la fuerza pública.
En la noche, en la Federación de Panaderos hubo un acto en el que se pronunciaron dos discursos que iban a ser decisivos en la orientación política y social del siglo XX peruano. Manuel González Prada habló sobre El intelectual y el obrero, y el panadero Lévano se explayó sobre “Qué son los gremios obreros en el Perú y lo que debieran ser”.
Esas dos intervenciones fueron publicadas íntegramente al día siguiente en La Prensa.
Lévano planteó la necesidad de terminar con la era de las sociedades mutualistas, y abrir camino a la sindicalización, con un programa de reformas y un horizonte de revolución social.
En aquel acto se distribuyó un folleto con los estatutos de la primera organización de tipo sindical del país, la Federación de Obreros Panaderos “Estrellas del Perú”, cuyos fines centrales eran:
“Trabajar y hacer causa común con los demás gremios obreros para obtener: aumento de jornales, descanso dominical, ocho horas de trabajo, supresión del trabajo nocturno, auxilios en los accidentes, invalidez y ancianidad”.
Así empezó una lucha que abarcó huelgas, paros, cárcel, tortura, despidos, matanzas y que obtuvo, el 15 de enero del 1919, la consagración de la jornada de ocho horas. Conquista hoy abolida por el abuso patronal y la complicidad de los gobernantes. La lucha, pues, continúa.
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